Un grupo de pantojistas, me
imagino, han parido una web, entre lo poético y lo cotilla,
con la que pretenden canalizar un movimiento ciudadano de
apoyo a la tonadillera, imputada en Marbella por un presunto
delito de blanqueo de capital. Todos con la Pantoja. Esto,
no crean, tampoco es nada nuevo. Siempre se nos ha dado muy
bien a los humanos ponernos al lado del frondoso árbol del
poder, haciendo gala del popular dicho que: “a quien buen
árbol se arrima mejor sombra recibe”, pero esta nueva movida
a favor de alguien que no está en su mejor momento, cuando
menos me causa asombro ¿Será fiebre por un día o irán en
serio? Cuidado, ojo al parche: ¿Haber si hacen huelga de
hambre todos los pantojistas y se cargan el estado del
bienestar? Que no quede piedra sin mirar, el poder de los
euros hace milagros. No todos los españoles pueden jugar a
sus divertimentos con pólvora ajena, ni pueden tirar de
cartera y no resentirse su economía.
Confieso que a mi lo de la Pantoja es una anécdota. Lo
verdaderamente importante es que el Estado de Derecho
funcione, se devuelva lo robado al pueblo con los intereses
y plusvalías debidas, y en esto, si estemos todos con todos
y contra los corruptos que sustraen nuestra economía en
detrimento de las políticas sociales. Los costos recaen en
todos los ciudadanos, de manera especial sobre los más
débiles a los que no se les puede socorrer por falta de
recursos. Este es el gran problema, añadido a otros
fermentos de degeneración y vicio total, puesto que la
corrupción suele también vincularse con el tráfico de
estupefacientes, el reciclaje de dinero sucio, el comercio
ilegal de armas y con otras formas de criminalidad.
Hay que estar todos con todos y dar un buen escarmiento al
corrupto. Sobre todo para frenar el contagio. Los caudales,
las arcas municipales, los fondos, divisas y demás tesoros
de la Hacienda pública, han de estar en buen recaudo para
darles el uso debido. En los últimos tiempos, la
proliferación de los casos de corrupción política ha sido
tan descarada, que la influencia negativa entre políticos y
políticas, gobernantes y gobernados, es bien palpable en la
calle, lo que empieza a generar una vox populi de creciente
desconfianza respecto a organismos e instituciones públicas,
a la vez que un menosprecio de los ciudadanos por sus
representantes. No es de recibo cruzarse de brazos ante el
hecho corrupto, es un hecho muy grave que pone en entredicho
el sistema democrático y deforma el noble servicio de hacer
política, en la medida que salta a la torera el principio
fundamental de la legalidad.
La legalidad es para todos y con todos, un verdadero bien
común que hay que promover adecuadamente, con destino a la
ciudadanía. Hay que poner de moda la cultura legal,
premiarla o incentivarla para ganarle la batalla a lo
podrido, putrefacto y corrompido. En todo caso, considero
que en esta lucha contra la corrupción es muy saludable,
justo y necesario, que las responsabilidades de los hechos
ilícitos salgan a la luz, aunque se convierta en mediático,
y que los culpables sean castigados, sin miramientos, con
formas ejemplarizadoras a la vez que reparadoras del daño
causado. Los jueces que no lo tienen nada fácil, hay que
dejarles trabajar en lo suyo, o sea, en devolver la
legalidad donde no la hubiese. Torpedear la justicia es otra
corrupción más.
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