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OPINIÓN - DOMINGO, 13 DE MAYO DE 2007

 
OPINIÓN / CARTA PASTORAL

Pascua del enfermo: “Acoger, comprender, acompañar”

Por Antonio Ceballos Atienza


Mis queridos diocesanos:

La celebración gozosa de la Pascua del Enfermo nos reúne en torno a Cristo Resucitado. Él nos anuncia la llegada de su fuerza, el Espíritu Santo para que no sintamos la soledad en la tarea.

La Pascua del Enfermo nos acerca a un mundo, el de la enfermedad y nos invita a “Acoger, Comprender y Acompañar” al enfermo. Con la presencia de los enfermos tenemos asegurado permanentemente el testimonio de Cristo doliente. Hoy es su Pascua, Pascua del Enfermo, que tenemos que acoger, comprender y acompañar.

1. Jesús acoge, comprende y acompaña


Jesús dedicó más tiempo a atender a los enfermos que a predicar su doctrina. Parece exagerado, pero fue así. Cristo recorría toda la Galilea enseñando y curando toda enfermedad y dolencia. Y se extendía su fama, y le traían a todos los que padecían algún mal: a los atacados de diferentes enfermedades y dolencias, a los endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curaba (cf. Mt 4,23-25; 9,36). La gente se admiraba y exclamaba: “Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7,37).

2. Múltiples formas de sufrimiento


Los seres humanos estamos llamados a la alegría, pero continuamente experimentamos múltiples formas de sufrimiento en nosotros mismos y en los demás. Son los enfermos la expresión más frecuente y común del sufrimiento humano. La sociedad y la cultura modernas piensan que el dolor no tienen ningún sentido y, por eso, lo ocultan más o menos solapadamente. En tales circunstancias la Iglesia anuncia, con claridad y confianza, el evangelio de la cruz y misterio pascual de Nuestro Señor Jesucristo, e invita a acompañar al enfermo.

3. Vivir con alegría su enfermedad


El Papa Juan Pablo II, de feliz memoria, dedica unas páginas inolvidables sobre “la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad”. Ellos son la preciosa herencia que la Iglesia ha recibido de Jesucristo, médico de las almas y de los cuerpos, y que incesantemente debe enriquecerse y aumentarse “recuperando y relanzando” la acción pastoral en este campo.

Lo primero que debe hacerse en la pastoral de los enfermos es considerar a los que sufren, no sólo como objeto de amor y servicio por parte de la Iglesia, sino como sujetos activos y responsables de su obra evangelizadora y salvífica.

El cristiano que sufre no es como el obrero ocioso que se cruza de brazos, sin hacer nada. También él ha sido enviado “a trabajar en la viña del Señor”. Así lo llama a vivir plenamente su vocación humana y cristiana, participando en el crecimiento del Reino de Dios, de un modo muy original y muy valioso.

Su programa es completar “lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24). Vivir con alegría la enfermedad. Convertirse en portadora del “gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones” (1Ts 1,6). Ser testigos ante los hombres de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

4. Iglesia con rostro samaritano


Los enfermos deben ser, además, el camino de la Iglesia, objeto de amor y servicio por parte de todos y cada uno de sus miembros. Ese mismo es el camino de Cristo Jesús, el buen samaritano que no pasó de largo sino que se detuvo y tuvo compasión y, acercándose, vendó las heridas del hombre que encontró maltrecho en el camino y cuidó de él (cf. Lc 10,30-34).

Y la Iglesia no hace otra cosa que reproducir la parábola del buen samaritano en la multitud de personas que, como Jesús, confortan y consuelan a los que sufren. Atienden, están cerca, conversan pacientemente, comparten y ayudan en los momentos en los que la enfermedad y el sufrimiento someten a una dura prueba la confianza del enfermo en la vida y su fe en Dios.

5. Acompañamiento del enfermo en la familia


La familia también cuenta. Nosotros este año en nuestra Diócesis, como objetivo prioritario, lo hemos dedicado a la familia. Pues bien, os recuerdo el papel insustituible de la familia en el cuidado del enfermo y os invito a promover el apoyo necesario para que pueda desempeñarlo.

De otro lado invito también a las comunidades cristianas a acompañar a las familias que están pasando la prueba de la enfermedad. Cuando estamos enfermos el papel de nuestra familia es fundamental, necesitamos su cariño para sentirnos queridos. Pero la familia en este caso, como en otros, no se basta a sí misma, necesita también apoyo y ayuda de Dios, de la Iglesia y de la sociedad.

6. La atención a los enfermos y la defensa de sus derechos


La atención a los enfermos y la defensa de sus derechos son objetivos prioritarios, y tal vez sea uno de los principales servicios de la pastoral sanitaria. Aliento y animo a seguir trabajando pastoralmente a todos aquellos que están diseminados por todas las parroquias y centros hospitalarios, al mismo tiempo que les encomiendo al Señor y a Nuestra Señora de Lourdes.

Reza por vosotros, os quiere y bendice,

*Obispo de Cádiz y Ceuta

Cádiz, 8 de mayo de 2007.
 

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