El tema está pasado, pero como aún
continúo riéndome no puedo dejar de recordar las libertarias
palabras de mi lider español, Aznar (mi macrolider es, por
supuesto, Sarkozy) repito, sus ácratas frases sobre las
buenistas campañas de tráfico. Ya saben, lo del cartelito
lacrimoso que reza en la ruta “No podemos conducir por ti” y
el del bigote apostrofando “¿Y quien le ha pedido a usted
que conduzca por mí?”. Y lo de la copichuela siempre que no
se ponga en peligro la seguridad de terceros… Je, je, je.
Así ríe Aznar por debajo del recortado mostacho, con ese
extraño humor salpimentado de mala leche que le caracteriza
desde que, abandonada la Presidencia de España, demostró
que, los años en los que cobró jornal de los españoles, le
habían convertido en un gran estadista. ¿Qué dicen? ¿Qué
Aznar tiene mucha jeta? Inmensa, jeta y repoca vergüenza por
habernos dejados más tirados que el escupitajo de un tísico,
precisamente “ahora” cuando nuestra Patria necesita
políticos con testiculina de la fina, echáos p´alante y lo
más políticamente incorrectos que sea posible, porque,
existe tanta ñoñería en la moral del melocotón en almíbar,
que, el pueblo soberano, está corriendo el riesgo de dejar
de metabolizar la glucosa y ponerse diabético
insulinodependiente.
Ni que decir tiene que apoyo la tendencia aznariana a
criticar la injerencia policial del Estado Paternalista en
el interior de nuestros vehículos. Si no me pongo el
cinturón de seguridad es porque no me sale de mi ingle
moruna y si quiero morir en caso de colisión es cosa mía.
Eso sí, cualquier conducta que ponga en riesgo la vida de
terceros yendo al volante debe ser durísimamente sancionada,
pero no con retirada de puntos, sino con la intervención a
pie de autopista del vehículo y que, el imprudente, el
borracho, el colgado o e temerario se vayan andando a sus
putas casas.
Y no digo que, encima, reciban un par de capones de los
picoletos porque se me echarían encima las asociaciones
humanitarias. Además la Constitución proscribe las torturas
y los tratos inhumanos y degradantes. ¿Qué dicen? ¿Qué si
darle varias collejas a un conductor suicida es tortura? No.
Tortura es oír después los lamentos de los onegetistas y de
los mantas de AI que son unos tipos que se dedican a
denunciar enviando cartas y telegramas pero a quienes,
personalmente, una vez denuncié un caso flagrante de
persecución de unos ciudadanos por parte de un Estado y
recularon y se quitaron de en medio, negándome el pan y la
sal y, por supuesto, su ayuda. ¡Ay si yo les contara!
¿Qué murmuran? ¿Qué quieren que les cuente? Vale, pues les
cuento que si Aznar no vuelve a tomar las riendas de la
derecha neoconservadora española para las próximas
generales, deberíamos adoptar algún tipo de iniciativa legal
en su contra. ¿Qué ya lo he dicho antes? Pues, como el ajo,
me repito y regurgito mis abominaciones, al igual que, los
buenistas abominan contra Aznar, regurgito porque, la
omisión del deber de socorro es un delito previsto y penado
en el Código Penal y, el estadista español, vuelve por las
buenas a tomar el timón y demostrar lo que ha aprovechado
las lecciones magistrales que le ha pagado el pueblo
soberano, o le mandamos al jueztorres, azote de la copla
española y hacedor de heroínas del romancero gitano para que
le haga detener a medianoche, le chape en un calabozo y le
suelte al día siguiente. Mayormente para escarmentarle y en
plan medida ejemplarizante, que, en mi barriada se dice “Pa
que s´empape”.
¿Qué dicen? ¿Qué para algunos puede resultar irritante mi
defensa a ultranza de Aznar? Pues que les jodan y lo digo
con todo respeto, mejorando la presente y sin ánimos de
señalar. Porque todo el mundo sabe que, servidora, es más
cumplida que un luto y ha estudiado en el libro de la
educación y de la vergüenza. Además, como creyente, mi deber
es decir siempre la verdad. Por mucho que la verdad genere
en mi contra un caudal de abominaciones que suelo repartir
equitativamente entre mis vecinos para que se ahorren el
papel higiénico y economicen. ¡Ele ese Aznar!.
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