Como consecuencia de las
Elecciones Francesas, en las que el candidato conservador
Nicolás Sargozy ha conseguido una aplastante mayoría, hemos
contemplado como por parte de cierto electorado del Partido
Socialista no se han sabido guardar las formas y así se ha
recibido la victoria de la derecha, según leemos en las
noticias internacionales, con algaradas, manifestaciones,
quema de 730 vehículos, 592 personas detenidas, en diversas
poblaciones como Lille, Lyon, Nantes o Paris.
Tenemos entendido que el inicio del socialismo suele
plantearse a partir de la Revolución Francesa de 1789, para
sustituir al capitalismo imperante en Europa naciendo esta
ideología con el intento de reducir las diferencias
económicas entre clases y con ello resaltar el aspecto
humano y la solidaridad por encima de otros elementos. Pero
ello no puede implantarse por medio del terror o de los
actos violentos como los acaecidos a consecuencia de la
victoria conservadora en las elecciones francesas, cuando
son ellos, los ciudadanos de la Francia democrática, los
inventores del sistema del reparto equitativo, justo y de la
solidaridad entre los ciudadanos y los pueblos y quienes
presumen de que esta solidaridad obliga a la adhesión a la
causa o empresa de otros a modo de derecho u obligación “in
sólidum”, es decir, a la facultad u obligación que, siendo
común a las personas, puede ejercerse o debe cumplirse por
entero por cada una de ellas.
El mero hecho de participar en un proceso electoral,
entendemos, conlleva aceptar sus resultados con todas las
consecuencias, pues es sabido que hechos como los que se han
dado, solo en menor escala, por parte de las huestes
socialistas, nada bueno dicen de la democracia en toda la
extensión de la palabra. Por lo que se refiere a la
formación ganadora a través de su líder se ha prometido, con
nobleza, “devolver a los franceses el orgullo de ser
franceses”, “dirigir los destinos de una gran nación y mas
allá de las divergencias”, “ser el presidente de todos” y
que “el eje de su actuación será combatir la injusticia”,
entre otras cuestiones.
Es justo reconocer, por otro lado, que no todos los
socialistas han demostrado su enojo por la victoria
conservadora con hechos como los relatados más arriba y así,
la misma candidata de la izquierda Ségolène Royal reconoce,
con elegancia, que “el sufragio universal ha hablado”, aun
cuando solicita que se “mantengan movilizados sus seguidores
porque les espera nuevas citas electorales y para dar juntos
esperanzas”. De esta forma sí se hace política y se convence
al electorado, no con algaradas, quema de vehículos o
agresiones a miembros de las Fuerzas de Seguridad del
Estado. O sea, lo que hemos dicho: “hay que saber ganar con
nobleza y perder con elegancia”.
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