Los últimos días de la precampaña
electoral para las elecciones del próximo 27 de mayo en la
ciudad autónoma están dando síntomas no ya de poca madurez,
tanto de muchos partidos políticos como de parte de la
ciudadanía, sino de reacciones totalmente extemporáneas y
execrables. El último caso fue, la noche del domingo al
lunes, el apedreamiento de la oficina electoral que la
coalición que forman la Unión Demócrata Ceutí (UDCE) e
Izquierda Unida (IU) abrieron recientemente en el Príncipe,
pero no ha sido el único.
Aunque bien pudieran ser obra de simples vándalos, el
destrozo sistemático de los carteles que varios partidos han
comenzado a colocar en diferentes puntos de la ciudad es
otro indicio preocupante que bien harían los líderes de
todas las formaciones políticas que concurren a esta cita
con las urnas en rechazar y denunciar si tienen la más
mínima sospecha de quién o quiénes pueden estar
realizándolos. No se trata ya de que ningún partido va a
ganar más o menos votos rompiendo la publicidad de sus
contrincantes por el apoyo de la ciudadanía, sino de la
pésima imagen de civismo que se ofrece a los propios ceutíes
y a cualquiera que nos visite.
Por su parte, los ataques personales, directos y rozando ya
el insulto sin haber empezado aún siquiera la campaña
electoral propiamente dicha que se han dirigido algunos de
los candidatos que encabezan varias de las candidaturas en
liza no hacen sino acrecentar ese escenario de
enfrentamiento que nada tiene que ver con el ejercicio de la
democracia.
Estamos a apenas 48 horas de que se abra el periodo
electoral, una etapa en al que como bien apuntaba ayer el
todavía presidente de la Ciudad, Juan Vivas, es hora de
hacer balance y plantear propuestas serias, coherentes y
realistas sobre la mesa. Muchos partidos, a sabiendas de que
no tienen posibilidades verosímiles de llegar al Gobierno,
se han lanzado a una cruzada de propuestas irrealizables que
tampoco contribuyen a orientar al ciudadano, que por otra
parte debe saber muy bien qué le conviene y qué no.
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