Cuando te colocas delante de la
tele y te ofrecen un Zorro que no se parece en nada al
clásico últimamente interpretado por Antonio Banderas que
nos dejó constancia de una verdadera película de aventuras.
Vemos el Programa de Ana Rosa al que le sobra, pensamos
nosotros, algunos “pasajes del corazón” en cuyo transcurso
tienes que tragarte al Conde Lequio, Belén Esteban y otros
paternaires de los que no siento no acordarme. Detrás nos
ofrecen “Aquí hay tomate”, magazine en el que no hay
contemplación alguna para nadie del equipo, político, actor,
“vieja gloria” o quien sea, sacándole, siempre, no solo los
trapos sucios sino todo el entramado de su escandalosa vida
(si no la tiene, no interesa). O, para mas inri, la “Hormiga
Blanca”, “Dolce Vita” o ¿”Donde estás Corazón?”…
Si después te largan una “Tele Tienda” que ya es
descongojarse (por no decir lo otro), y por la tarde nada
menos que “Yo soy Bea” en la que la pobre fea se siente rota
por el desamor de su amado Álvaro. O más tarde “El Diario de
Patricia”, en el que se ofrecen al público toda clase de
miserias familiares que, no sabemos si por compensación
económica o por el mero hecho de dar a conocer sus
desgracias, nos largan dramáticas historias de
infidelidades, amoríos, luchas por intereses económicos,
herencias, o, detrás, a Jesusito Vázquez presumiendo siempre
de su condición sexual, de marido o de suegros en el
concurso ”Allá tú”, o sea, la intemerata.
Y, si no, últimamente vemos “Supervivientes: Perdidos en
Honduras” donde nos muestran las discordias, envidias y
enfrentamientos de hombres y mujeres en cuanto se producen
las primeras carencias de comodidades o alimentos. O sea: un
verdadero ejemplo de lo que no debe ser la amistad que se
tiene que mostrar, según tenemos entendido, en la necesidad.
Y se ofrece, además, la posibilidad de conectar con varias
novelas: por ejemplo “Amar en tiempos revueltos”, “La Viuda
de Blanco”, nada edificantes. Y si no quieres sopa, tómate
una de series, la mayoría de violencia suma: “Eliminado”,
“Cacería Humana”, y “Los Soprano” (que narra la vida de un
jefe de la mafia italiana), cuyos títulos ya lo dicen todo.
O sea, que cuando a uno se le antoja dar un “repaso” a las
emisoras y ver si encuentra un telediario que sea ecuánime,
cualquier programa cultural (¿Saber y Ganar?), el
divulgativo de la UNED, cierta música relajante, algunas de
las películas que antes se denominaban “españoladas” y ahora
son consideradas como “obras maestras” de nuestro cine, en
cuanto te haces cargo del manubrio, viene tu esposa o
cualquier otro miembro de la familia (nietos incluidos) y
enseguida te largan que ya está bien de ver tal o cual
programa o que estás todo el día cambiando de canales,
cuando uno, para poder tener acceso a la televisión,
entiéndase algunos de los programas citados o
retransmisiones deportivas y estar tranquilo o presenciar
algo que le guste, tiene que vérselas tiesas con la familia
o, como ultima instancia, largarse a la pequeña habitación
donde está instalado un viejo televisor antediluviano,
telefunken para más señas (que sigue funcionando como el
primer día), monocromo, con sistema manual, es decir, de
botones, ya que, si no haces esto, no ves televisión, aun
cuando es preferible a que, si en un momento dado en una
reunión familiar te cogen buscando un programa a tu gusto,
te abronquen y encima te llamen “El Rey del Mando”.
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