La hija de Roca, con dos pares de
cojones, le ha puesto una querella criminal, por
prevaricación, al juez Torres. Y yo, como madre española,
republicana de la derecha de Sarkozy y cristiana, daría la
vida por poder personarme como acusación particular contra
un tipo que mandó a os Udycos a detener a una niña en su
Colegio Mayor, la hizo esposar ante sus compañeros y pasar
el quinario de una conducción como presa, de Madrid a
Málaga, para tomarle declaración durante diez minutos. ¡Ay
juez Torres, que estás tocando a nuestros hijos! Que no
estamos en un flemático país anglosajón ni en un atemorizado
país tercermundista, que esto es la Iberia vieja y nosotros,
los celtíberos, llevamos en los genes y en las pelotas ADN
de santos, de poetas y de guerreros. Y en cada madre
española hay una Agustina de Aragón en ciernes, un arquetipo
duro que se crece ante las dificultades, lo da la tierra, lo
dan el paisaje y el paisanaje y a nuestros hijos no se les
toca cuando nada malo han hecho. Los que hemos parido, que
una madre cuando pare, pasa la muerte bajo la cama, no van a
ser “medidas ejemplarizantes” ¿De qué?.
La hija de Roca, esa niña morena y espigada que hinca codos
en ICADE, se ha revuelto con furia española y nosotras, las
madres, queremos estar con ella. Yo quiero personarme en esa
querella, me siento plenamente legitimada y parte interesada
en el procedimiento. Eso sí, si me piden fianza no podré
pagarla en dinero, pero puedo ponerme en plan “mercader de
Venecia” y ofrecerle al alto Tribunal un par de litros de
buena sangre de hembra española y no me la pueden rechazar,
porque, nuestra sangre, cuenta muchas historias y el devenir
de un pueblo duro y auténtico, donde escarbas un poco
raspando con la uña y sale la raza. Y grita la raza. ¿Qué
dicen? ¿Qué soy tan solo una marujona, abogada chusquera por
más señas y muy poca cosa ante las amistades y relaciones de
alguien tan poderoso como el juez inquisidor de
tonadilleras? Se equivocan. Yo soy alguien
extraordinariamente principal, por más señas soy
hispanorrifeña , con genes morenos de verde luna y
amamantada en mi Rif profundo por el ejemplo del caudillo
Abdelkrim. Y encima leo y escribo de corrido, no en vano
saqué en los cinco años reglamentarios una carrera de Leyes
que luego tuve que practicar desde muy abajo. Mi progenitor,
que se sacó el cuarto y reválida por libre y guardando
cabras en los montes de mi Nador no podía poner a mi
disposición un gran bufete heredado, ni el prestigio de una
saga de juristas, ni tan siquiera comprarme la enciclopedia
Aranzadi.
Comencé mi penal de pena oliendo el aliento del miedo de los
detenidos, presenciando “monos” en medio de declaraciones en
despachos sombríos, bregando con los presos levantiscos de
aquella COPEL que quemaba cárceles en los ochenta y
secuestraba a funcionarios. ¿Qué me van a contar a mí del
Derecho ejercido sin privilegios y con las mínimas
infraestructuras? ¿Qué me van a decir de preparar las vistas
moviendo la cuna o de pedir una minuta y acabar por darle al
cliente cien duros al darme cuenta de que, ese día, no tenía
para dar de comer a sus hijos? Y la abogacía dura, chusquera,
padecida, o te quema hasta los tuétanos del alma o te
fortalece el sentimiento y, en lugar de endurecerte, te hace
infinitamente más cercana a los latires y sentires.
Por eso, por ser chusquera, siento una profunda hostilidad
hacia el juez Torres y me considero madre de esa hija de
todas, que es la hija de Roca. Hoy ha sido ella. Mañana,
cualquier padre o madre puede tener problemas y que
arremetan contra los nuestros para escarmentarnos, para
causarnos miedo, para usar y abusar de ese verbo buenista y
asqueroso que es “ejemplarizar”. Vale. Que dé ejemplo el
juez Torres de raza bravía y de Marbella pida alargarse a
cualquier juzgado de Vigilancia Penitenciaria de una
provincia con centro penitenciario llenito de etarras. Y que
bregue con sus permisos y sus grados. Que ponga la raza
sobre la mesa. ¿Qué dicen? ¿Qué jamás va a hacer “eso”? Pues
entonces nos toca a las madres dar testimonio. Si hay una
querella, yo quiero estar allí.
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