El éxito no se logra sólo con
cualidades mitineras. Es sobre todo un trabajo de
constancia, de método y de organización; algo básico para
alcanzar las metas que no podemos alcanzar solos, pero sí
juntos. De ahí, el daño tan tremendo que ocasionan a la
democracia las corrientes adversas al consenso, los
intencionados silencios o la falta de claridad a la hora de
exponer los problemas y los medios para resolverlos. Sólo
unidos podemos crear unidad y salvaguardar en el futuro
nuestro ideal español de sociedad respetuosa con la ley y de
pueblo amparado por garantías jurídicas. Esto se consigue
construyendo una España de los valores, donde la ética y la
estética deben ir del brazo, buscando con generosidad el
bien común, más allá de los intereses limitados a individuos
o de los nacionalismos excluyentes, que no excluidos.
La riqueza de un pueblo se basa en el conocimiento y en las
capacidades de sus ciudadanos, en las libertades, empezando
porque toda persona tiene derecho a ella y a sentirse
seguro, por eso es tan vital el pacto por la educación, el
consenso para luchar juntos contra el terrorismo o la
delincuencia organizada. Desde luego, el chantaje no admite
consenso. La idea de John Fitzgerald Kennedy de que “se
puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a
algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos
todo el tiempo”, puede ayudarnos a la reflexión.
Creo que todos los conflictos se pueden resolver de forma
pacífica, lo fundamental es llegar al acuerdo y que nadie
quede fuera de juego. Si en verdad queremos promover
justicia, libertad, igualdad y desarrollo, hay que ejercer
el liderazgo del consenso, mal que nos pese.
En efecto, una democracia auténtica exige un consenso sobre
algunos valores esenciales que hoy tanto se ponen en
entredicho, como puede ser la dignidad trascendente del ser
humano y su libre desarrollo, el respeto a la familia y a
los derechos humanos, el “bien común” como fin y criterio de
regulación de los poderes económicos, políticos,
judiciales…; todo ello, levadura para la paz. Sin duda,
entiendo, que la mejor manera de fortalecer nuestro orden
constitucional nos viene dado, cuando se toma el consenso
por bandera y el respeto como fe de vida. Esto no significa
que debamos cerrarnos a la evolución de los tiempos, pero a
la hora de abrir las ventanas que lo sean con la venia del
máximo consentimiento y nunca de la coacción.
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