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OPINIÓN - DOMINGO, 6 DE MAYO DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

La cata de vinos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Alejandro Agag, cuando era asesor de José María Aznar, definía a éste como un hombre carente de humor. Sin embargo, el futuro yerno sabía llevarle tan bien que se permitía el lujo de gastarle bromas mientras jugaban al pádel, ante el pasmo de los funcionarios de la Moncloa. Bromas tan finas cual la que sigue. Esperaba el momento en que el presidente dijera cinco para saltar: “Por el culo te la hinco”. Y cuentan que Aznar se reía a mandíbula batiente con la originalidad que demostraba su asesor para alegrarle la vida.

De Aznar se ha dicho que es un castellano seco, sobrio, autoritario, cortante... La verdad es que sus gestos apenas dejan entrever que pudiera haber en él ni un adarme de amenidad y gracia. En Andalucía, y concretamente en Cádiz, sería tachado de sieso. Y hasta los habría, llegado el momento, que para recrearse más en la suerte, le añadirían manío. Con lo cual la posible ofensa quedaría convertida en sieso manío. Lo que traducido del habla gaditana a la castellana, rezaría así: Individuo de trato difícil, de carácter atravesado, antipático...

La verdad es que Aznar, que tuvo magníficas actuaciones durante su primer mandato presidencial, debería pensar lo que dice antes de hablar. Y desde luego abstenerse de abrir la boca si antes ha estado catando vinos. Los hay que tienen buen vino y otros muy malo. A los primeros, empinar el codo les vale para producir alegría y contento a su alrededor. A los segundos, la bebida los convierte en individuos dispuestos a contar sus verdades sin importarles el ponerse el mundo por montera.

El ex presidente Aznar estuvo en Valladolid, días atrás. Y allí recibió la distinción de bodeguero de honor de la Academia del Vino de Castilla y León. Y a lo mejor se pasó en la cata de esos caldos de Ribera del Duero, ambrosía pura, y le salió la mala baba que suele salirles a quienes no saben beber más de dos copas. De ahí que su discurso, tras haberse fotografiado sosteniendo una botella “magnum” de vino de Pesquera, fuera tan desacertado, impresentable y peligroso.

He visto las imágenes en televisión y en internet, repetidas veces. Y en ellas aparece un Aznar con ademanes chulescos, jaleado por bodegueros de su cuerda, convertido en un fulano que incita al incumplimiento de las leyes dispuestas por la Dirección General de Tráfico.

El presidente de Honor del PP y de FAES -colega de Bush y a las órdenes de Murdock-, con el dedo índice levantado y con la voz turbada por la cata, afirmaba con soberbia y engreimiento:

-No me gusta que me digan que no puedo beber vino ni ir a tanta velocidad.

Luego rechazó el mensaje de la DGT: “No podemos conducir por ti”. Y, a renglón seguido, afirmó:

“Yo siempre pienso, y quién te ha dicho a ti que quiero que conduzcas por mí”. Y, para más inri, añadió que los ciudadanos saben cuántas copas de vino pueden beber sin poner en riesgo a los demás.

Semejantes afirmaciones, cuando han muerto en las carreteras más de 4.000 personas el año pasado, y en gran medida por exceso de alcohol, nos ha permitido conocer mucho más a este Aznar. En primer lugar, nos ha hecho ver con claridad meridiana que el vino, aunque sea hecho en bodegas prestigiosas, lo convierte en un charlatán malaje. Incluso podría acusársele de malasombra. En Córdoba, un poner, sería tenido por un faltusco. En segundo lugar, bien harían desde la calle Génova en llamarle la atención. Ya que con sus declaraciones parece que lo que intenta es poner a Mariano Rajoy entre las cuerdas. Algo sumamente difícil, por la jindama que le tienen. Aviado está Rajoy con Aznar: sobre todo cuando bebe y larga
 

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