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cultura - DOMINGO, 6 DE MAYO DE 2007


vista de Ceuta. archivo

 literatura / MEMORIAS
 

Publican las memorias del
precursor de Alatriste, que
pasó por Ceuta en el s. XVII

Diego Duque cultivó la
amistad de Lope de Vega
 

CEUTA
Gonzalo Testa
gonzalotesta@elpueblodeceuta.com

Las ‘Memorias’ de Diego Duque de Estrada, aventurero temerario, espadachín, mujeriego, pendenciero, jugador, literato y amigo de Quevedo que pasó por Ceuta, Melilla y Orán a principios del siglo XVII, han sido incluidas en la colección ‘Vidas Pintorescas’ por la Editorial Espuela de Plata, que considera al personaje “un antecedente de Alatriste”.

Además de la de Quevedo, Diego Duque de Estrada cultivó la amistad de Lope de Vega, Villamediana, Mira de Amescua y otros ingenios de su época, de quienes deja razón en estas ‘Memorias’, si bien su amor a las letras fue compatible con el ejercicio de las armas y su tendencia al duelo y la trifulca, con los que parece que hizo de su espada una prolongación de su brazo.

Duque de Estrada se alistó en varios ejércitos, sirvió a varias naciones, alcanzó el grado de capitán por méritos de guerra y, entre 1626 y 1627, al servicio del rey de Serbia, ejerció de Gran Maestre. En Serbia enseñó baile y maneras cortesanas, impartió clases de esgrima y hasta demostró algunos rudimentos teatrales, pero, como no debió tener bastante con todo esto, amagó unos amoríos clandestinos nada más y nada menos que con la reina consorte, quien se salvó de sus brazos y abrazos por una revolución palatina y por la precipitada huida de Don Diego a Alemania, donde en 1630 se alistó en los ejércitos de Baltasar de Barradas.

Atravesó Andalucía, en Cádiz tomó parte en la guerra contra los moriscos, en Sevilla se las vio en duelo con el valentón Pardillo de Ocaña, personaje que protagonizó coplas de su tiempo, atravesó el Estrecho, vagabundeó por Ceuta, Orán y Melilla y el primero de enero de 1610, apresado por los piratas corsarios, fue puesto a la venta como esclavo. Otra vez en poder de cristianos, le aplicaron tormento, conoció la condena a muerte y el perdón de Felipe II, para emprender otra huida, esta vez a Barcelona, embarcar hacia Italia, enrolarse en los tercios españoles y recorrer tierras húngaras, croatas y alemanas hasta que, en 1635, a los cuarenta y siete de edad, tomó hábito religioso.
 

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