Las ‘Memorias’ de Diego Duque de Estrada, aventurero
temerario, espadachín, mujeriego, pendenciero, jugador,
literato y amigo de Quevedo que pasó por Ceuta, Melilla y
Orán a principios del siglo XVII, han sido incluidas en la
colección ‘Vidas Pintorescas’ por la Editorial Espuela de
Plata, que considera al personaje “un antecedente de
Alatriste”.
Además de la de Quevedo, Diego Duque de Estrada cultivó la
amistad de Lope de Vega, Villamediana, Mira de Amescua y
otros ingenios de su época, de quienes deja razón en estas
‘Memorias’, si bien su amor a las letras fue compatible con
el ejercicio de las armas y su tendencia al duelo y la
trifulca, con los que parece que hizo de su espada una
prolongación de su brazo.
Duque de Estrada se alistó en varios ejércitos, sirvió a
varias naciones, alcanzó el grado de capitán por méritos de
guerra y, entre 1626 y 1627, al servicio del rey de Serbia,
ejerció de Gran Maestre. En Serbia enseñó baile y maneras
cortesanas, impartió clases de esgrima y hasta demostró
algunos rudimentos teatrales, pero, como no debió tener
bastante con todo esto, amagó unos amoríos clandestinos nada
más y nada menos que con la reina consorte, quien se salvó
de sus brazos y abrazos por una revolución palatina y por la
precipitada huida de Don Diego a Alemania, donde en 1630 se
alistó en los ejércitos de Baltasar de Barradas.
Atravesó Andalucía, en Cádiz tomó parte en la guerra contra
los moriscos, en Sevilla se las vio en duelo con el valentón
Pardillo de Ocaña, personaje que protagonizó coplas de su
tiempo, atravesó el Estrecho, vagabundeó por Ceuta, Orán y
Melilla y el primero de enero de 1610, apresado por los
piratas corsarios, fue puesto a la venta como esclavo. Otra
vez en poder de cristianos, le aplicaron tormento, conoció
la condena a muerte y el perdón de Felipe II, para emprender
otra huida, esta vez a Barcelona, embarcar hacia Italia,
enrolarse en los tercios españoles y recorrer tierras
húngaras, croatas y alemanas hasta que, en 1635, a los
cuarenta y siete de edad, tomó hábito religioso.
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