Ahora que tenemos un cine lleno de
vitalidad, según reza en la obra editada por el Ministerio
de la Presidencia, y que nos aseguran que es una visión
actualizada, ya no sabemos si real o en sueño, de nuestro
país en sus principales aspectos, podemos proclamar
¡aleluya! y desterrar aquella descriptiva metáfora de un
jefe de butacas, cuando apuntó que ser director de cine en
España es como ser torero en Japón. Películas del pasado.
Uno se alegra de que esto sea así, y si no lo fuese o fuera,
que el telón proteste bordado en verso, hace menos daño a
los ojos, que lo que servidor pueda decir de viva voz.
Por si fuera poco el regocijo, los políticos de la gaviota,
hablan de una nación en positivo, con autonomías fuertes en
un Estado eficaz, centrados posesivamente en ti, lo malo es
que sean como esos amores posesivos que no te dejan vivir y
mucho menos respirar, pero ahí está la oferta del verde que
te quiero verde, hablan de ciudades en aceitunado color, de
culturas para la libertad, de vivir seguros sin seguro de
vida, de poner los pueblos a la vanguardia de las urbes. Ya
veremos, ya veremos… que no sabemos si la gaviota canta
porque un poeta le ha grabado una canción o si le sale del
alma la letra.
Subidos en la alta velocidad del deleite, los políticos de
la rosa, echan también flores al aire, total cuesta
calderilla poner en movimiento el fuelle, que además paga el
pueblo las rondas, (sean de un bando o del otro, siempre
paga el pueblo: es lo único que es fe de vida), pero sigamos
con los de Ferraz, que dicen prometernos más guindas porque
harán lo que no han hecho, harán más, no sabemos si por
menos, pero refrendan que ellos siempre miran adelante.
Insisten en que el pasado no les ata y que el futuro les
ocupa, pero que tampoco les asusta. Que bien. En cualquier
caso, por aquello de que venga el lobo, no está demás mirar
con el rabillo del ojo, que no hay rosa sin espinas, dice la
sabiduría popular. No les cuento las aventuras y desventuras
del resto de opositores a las urnas, son una retahíla tan
plural como pluvial, en cuanto a ríos de tinta y tintes.
Idem id, con menos bombo, porque los euros son más escasos.
Que nadie piense que sólo me desvela el bipartidismo y que,
sin embargo, no me afanan las minorías. Los débiles siempre
han sido mi ojito derecho, lo confieso. Lo que no es de
recibo es tener lo que tenemos, siempre los mismos gallos en
el mismo gallinero. Abramos el corral a la democracia y que,
cada cual, vote democráticamente al gallo que le plazca y no
al gallinero que le impongan. Está claro que parece que
vivimos en un país de película, con magos por todas partes,
como si hubiesen bebido todos ellos del embrujo de la
Alhambra para encandilarnos y que en mayo vayamos a las
urnas, que debemos ir, a darles el aplauso del parabién a
unos o la bienvenida a otros. Quede claro, que en cualquier
caso, nos llevamos el gallinero entero. Con lo fructífero
que es la mezcolanza de partidos para que aprendamos a
globalizarnos, pues nones. La política ha dejado de ser una
política de ideales para convertirse en una política de
cine. Lo nefasto es que algunos actores no se creen tampoco
el guión que le han marcado. A falta de Napoleones, que
venga el Bonaparte, a hacer política; porque en política
–como dijo- hay que sanar los males, jamás vengarlos. Por
Dios, que no venga Villalonga, vayamos a que algún opositor
a las urnas se deprima con aquel cantar que todo el mundo
recuerda: “la política es el arte de los incapaces de
triunfar en privado”. El espectáculo, al fin y al cabo, ya
está servido. Traguémonos el drama o la comedia, todo
depende del color con que se mire y no seré yo quien ponga
grilletes a la libertad del poeta. Y si alguien protesta,
que encienda la paciencia o mejor se vaya al Parnaso.
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