En una entrevista reciente, para
una emisora de radio gaditana, me preguntaron por cuestiones
varias, y, lógicamente, se me inquirió acerca de la
Asociación Deportiva Ceuta. El entrevistador quería saber
las razones por las que el equipo llevaba dos temporadas
sudando la gota gorda para mantenerse en la categoría,
cuando antes jugaba fases de ascenso como algo habitual.
El periodista me había puesto a huevo la respuesta, así que
le dije: porque antes tenía un presidente conocedor del
mercado y capaz de reunir una plantilla con garantía
suficiente para estar compitiendo con los equipos más
destacados de la Segunda División B.
Y seguimos conversando acerca de un equipo en el cual los
directivos han trabajado con más voluntad que acierto. Unos
directivos que, asesorados por su entrenador, se han visto
obligados a fichar en el mercado de invierno tanto o más
jugadores que durante la época veraniega. Unos directivos
convencidos de que el entrenador era un taumaturgo: un
hacedor de cosas maravillosas; alguien capaz de obrar
milagros. Y, claro, le concedieron al técnico todos los
poderes habidos y por haber, a fin de que eligiera a los
futbolistas.
Comenzó la temporada y la ADC no ganaba un partido ni por
casualidad. Pero los directivos siguieron confiando en que,
más pronto que tarde, la magia del hombre del banquillo se
impondría a todos los errores que había cometido en la
formación de la plantilla. Y hasta continuaban soñando con
que el equipo hiciera algo sonado. Pero que si quieres
arroz, Catalina.
Algunos directivos de la ADC, con tantos y tantos resultados
negativos, debido al nulo rendimiento de jugadores
recomendados por el entrenador, dieron en la manía de
propalar que todo era consecuencia del déficit que
arrastraba el club. Y que era así por el despilfarro
económico cometido durante la etapa de José Antonio Muñoz. Y
que ellos, por semejante causa, se vieron obligados a fichar
barato. Así, trataban de echarle la culpa del fracaso a un
presidente cuya extraordinaria labor nadie, ni siquiera sus
más encarnizados enemigos puede poner en duda.
Llegado su día, y en vista de que el miedo a las derrotas se
fue convirtiendo en pánico, causaron bajas muchos
futbolistas y vinieron otros. Y se nos dijo que era
necesario esperar a que los nuevos se adaptasen. Y todo ello
porque tampoco se producían las victorias.
Sin embargo, uno se sentaba ante la televisión y el glosador
de turno nos hablaba maravillas de los jugadores y nos
contaba, con cierta admiración, cuanto se había preparado en
los entrenamientos semanales. Y luego se ponía a emitir su
opinión del partido. No sé si como comentarista
especializado, directivo, aficionado, secretario técnico...
Por él, por el glosador, a punto estuvimos de creer que la
ADC es uno de los equipos que menos ha gastado en la
confección de la plantilla. Y nos inducía a pensar, además,
que salir de la zona peligrosa era ya un éxito.
Ante esa burda mentira repetida hasta la saciedad, el ex
presidente callaba. Y dueño de un medio de comunicación y,
por tanto, con posibilidades de exponer los desatinos
cometidos por quienes se habían dejado hacer una plantilla
descompensada en todos los aspectos, procuraba pasar por
alto las ofensas. Para que las críticas contra directivos y
técnicos, no acarrearan más problemas a una entidad que daba
tumbos peligrosos.
Por ello, José Antonio Muñoz no entiende que haya cierto
directivo conchabado con un narrador para cundir que el
desastre deportivo se debe al déficit. Lo cual, amén de ser
una mentira, evidencia que Felipe Escane cuenta en la
directiva con un tontolaba. Y eso es peligroso. Para el
club. Por supuesto que sí.
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