Hay a quienes no les gusta que,
todos aquellos que opinamos, demos como ganador de las
elecciones con mayoría absoluta a Juan Vivas. Y, la verdad,
los comprendemos porque cada uno del resto de los candidatos
tienen puestas sus ilusiones en ser el ganador de las
mismas.
Todas esas ilusiones las respetamos e incluso, por qué no,
hasta podemos entenderlas y compartirlas. Ya lo dijo aquel:
“lo último que se pierde es la esperanza”. Y esa ilusión,
que tienen el resto de los candidatos, les hace mantener
viva las llamas de la esperanza hasta el final. Pero aunque
las respetemos e incluso las compartamos, no debemos de
dejar reconocer que son falsas ilusiones unidas a unas
esperanzas vanas que, ambas dos, no tienen razón de ser.
La vida es una lucha constante por conseguir lo que uno se
ha propuesto pero, en la mayoría de las ocasiones, esa lucha
resulta estéril porque alguien nos ha vencido ante de llegar
a esa meta y hemos de quedarnos a medio camino, con las
ilusiones rotas y sin esperanza de poder vencer.
Los ataques, en esta cuenta atrás, de los candidatos unos
contra otros se van a suceder cada día y, cada uno de ellos,
tratará de sacar a relucir aquello que más pueda perjudicar
a sus oponentes que, por supuesto, les pueda llevar a
quitarle alguno de los votos para que pasen a engrosar en
sus filas. Tarea nada sencilla desde que desaparecieron las
ideas y todo ha quedado reducido a puro clientelismo. Donde,
sin lugar a dudas, prima el hecho de cuántos beneficios,
cada uno, pueda conseguir de votar a determinado candidato.
No le den mas vueltas a la cabeza, ese clientelismo y la
desaparición de las ideas es lo que inclinan los votos a
unos u a otros.
Si existiera el mundo de la ideas en el ámbito político no
sería, de ningunas de la maneras, comprensibles que el PSOE
tuviese la escasa representación parlamentaria con la que
cuenta. ¿Dónde están todos aquellos miles de militantes o
simpatizantes qué abarrotaban la sede del partido cuándo
éste ganó las elecciones?. Han desaparecido como por
encanto.
De existir esa ideas, no nos cabe duda alguna, que todo esos
serían votos del partido socialista. No tienen ideas del
socialismo. En una palabra, para entendernos, esos no eran
socialistas simple y llanamente, todos aquellos miles que
gritaban y vitoreaban ante la sede, eran puro clientelismo
tratando, con esas manifestaciones de entusiasmo, conseguir
algún que otro beneficio. Y, por supuesto muchos de ellos lo
consiguieron, para una vez conseguido su objetivo de la
obstención de los beneficios correspondientes, volverles las
espaldas, no a las ideas que nunca tuvieron, sino al partido
que les había otorgado esos beneficios de los que, aún, hoy
muchos siguen disfrutando.
Me he parado a pensar, cuál sería, hoy día, la opinión de
todos aquellos hombres y mujeres que fueron capaces de dar
sus propias vidas por unos ideales. Creo, con toda
sinceridad, que de vivir volverían a morir de vergüenza al
comprobar en qué y a dónde habían ido a parar aquellos
ideales que les llevaron al sacrificio. ¡Los ideales han
muerto! ¡Viva el clientelismo!. De vergüenza.
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