El Partido Popular volvió a
celebrar otro acto en la planta quinta del Hotel Tryp. En
esta ocasión, se trataba de exponer lo conseguido durante
los seis años de Gobierno presididos por Juan Vivas.
Y, como ya viene siendo habitual, la sala estaba abarrotada
de seguidores populares.
No pocos dirán que los populares se repiten hasta la
saciedad; porque lo escenificado en el Tryp, el lunes
pasado, es un calco de lo expuesto hace bien poco. Y puede
que sea así. Mas el PP está en su perfecto derecho de
proclamar los logros del Gobierno. Y mucho más cuando la
precampaña electoral está en su apogeo.
Ahora bien, tales actos pueden producir el efecto contrario
al deseado, siempre y cuando los discursos sean aprovechados
para reiterar hechos que ya no causan interés entre quienes
los oyen, por haberse convertido en temas manidos.
Los militantes del PP dirán que ellos no se cansan de
asistir a esos acontecimientos y mucho menos de prestar
oídos a las palabras del presidente del partido y, sobre
todo, a las del presidente de la Ciudad. Sin embargo, esas
manifestaciones deben estar encaminadas a convencer más que
a los fieles, que están de sobra convencidos, a quienes
muestran sus dudas hasta poco antes de introducir la
papeleta en las urnas.
Juan Vivas es, sin duda, la persona más indicada para seguir
dirigiendo los destinos de esta ciudad, en cuanto concierne
a sus responsabilidades como primera autoridad política.
Habrá quienes no lo crean así. Y hasta puede que otros
muchos, por motivos varios, no cesen de airear que las
alabanzas a JV acabarán por convertirlo en alguien
insoportable.
Es verdad que cuantos trabajan a su alrededor se jactan de
ello. Y podría darse el caso de que el presidente, no sería
ni el primero ni el último, convirtiera esas alabanzas en
vanagloria. Y el siguiente paso fuera arrinconar esa su
primitiva modestia con la que accedió al cargo.
Con lo cual estaría poniendo ya la primera piedra de su
derrumbe como político y, sobre todo, como persona respetada
y que por donde pasa deja una estela de educación,
afabilidad y simpatía. Y, naturalmente, de saber estar a la
altura de una ciudad, como es Ceuta, tan observada por
cuestiones más que sabidas.
He querido destacar esta posibilidad, a pesar de que estoy
seguro de que el presidente jamás se dejará seducir por el
engreimiento. Algo harto difícil, por supuesto, debido a que
JV lleva seis años situado en un sitio privilegiado y oyendo
canto de sirenas.
Aunque también es muy justo que disfrute de su bien hacer.
Justo y necesario: pues tan malo es excederse en propalar
los éxitos como en no recibir las respuestas satisfechas por
una labor encomiable.
Del discurso del lunes, y en vista de que es indiscutible
negarle al Gobierno local lo realizado en cuanto a la
modernización de esta ciudad, me quedé con el compromiso
adquirido por el presidente en relación a su anunciada lucha
contra el paro de esta tierra. Un objetivo prioritario, por
encima de cualesquiera otros, y al que debe entregarse JV
con todas sus fuerzas.
A partir de ahora, pues uno da por hecho que Juan Vivas
volverá a ser el candidato más votado, todos los
pensamientos de éste deberán ir encaminados a ver de qué
forma es capaz de paliar en gran medida la escasez de
empleo. Esa es una tarea tan compleja y complicada de
resolver, sobre todo en esta ciudad, que merece la pena
acometerla. Es un reto que tiene que afrontar el presidente,
colmado de ilusiones y dispuesto a dejarse la piel en el
intento. Y es así, créame, porque tiene usted la oportunidad
de pasar a la posteridad por algo más, que no es poco, que
por haber modernizado su pueblo; además de acreditar con su
presencia y su palabra, fuera, los valores de Ceuta.
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