Durante varios días he podido
conversar con quienes hacía mucho tiempo que no veía.
Personas a las que un día perdí de vista y apenas supe nada
de ellas. Son ex futbolistas, hombres del toro, abogados,
médicos, empresarios, currelantes de verdad, políticos, etc.
El ambiente era el ideal. Y qué decir cuando uno se mete en
cháchara con un oloroso de tronío por delante. Fue en un
momento así cuando tuve la suerte de oír las opiniones de
alguien cuya actividad política ha sido larga y exitosa:
pues como él dice jamás sus actuaciones suscitaron la menor
sospecha.
Como no podía ser de otra forma, le pregunté qué pensaba de
la crisis del desgaste y de la corrupción del poder. Y, tras
carraspear lo justo, se arrancó en corto y por derecho:
-La corrupción es el síntoma de una enfermedad del Estado,
pero también del cuerpo social: existe un egoísmo
institucionalizado que lo contamina todo. Acuérdate de los
últimos tiempos del Gobierno presidido por Felipe
González...
-¿En qué medida lo que está ocurriendo en Marbella daña a la
política?
-¡Uff..., mucho más de lo que podamos imaginar! Es un daño
irreparable. Y aunque la justicia llegue lejos en sus
averiguaciones y castigue ejemplarmente a los corruptos,
nuca será suficiente para reparar los daños causados a las
responsabilidades morales.
-Los hay que sostienen que buena parte de esos males arranca
de los partidos políticos y de su falta de democracia
interna, lo cual se reflejaría en la sociedad.
-Yo también soy de esa misma opinión. De ahí que los
partidos políticos, metidos en crisis permanente, han de
trabajar de lo lindo para corregir sus desajustes y sus
errores. Y, desde luego, bien haría el ejecutivo, y con él
la caterva política que le acompaña, en no convertir el
desprestigio en algo habitual.
-¿Está la gente tan harta de los políticos como dice o es un
desahogo verbal sin mayor trascendencia?
-No: las gentes están hartas de la política. Leí hace ya
mucho tiempo a un filósofo, cuya escritura es de mi
devoción, lo siguiente: “Vista desde fuera, la política es
una actividad de iniciados, una máquina poco fiable, una
especie de Caja Negra en la cual entran los votos de los
electores y salen las figuras de los elegidos, con unos
supuestos programas.
-En suma: ¿se sabe lo que ocurre en esa Caja Negra de la que
habla tu filósofo preferido?
-De ningún modo. Y el resultado es que política y sociedad
andan divorciadas, el ciudadano no se siente representado
por nadie y el sentimiento de frustración produce efectos de
repulsa y hastío.
-Lo cual es peligroso para el sistema democrático, ¿no?
-Por supuesto que sí. Sobre todo en épocas de crisis
económicas.
-Situación aprovechada por quienes creen que todo iría mejor
con un cambio de Régimen.
-Yo me opongo a las utopías. Vamos, que no soy amigo de
ucronías... Es verdad que los partidos políticos están en
crisis, desde hace ya muchísimos años, pero no fue el
fascismo, ni la idea de un partido único, una buena
solución.
-Ahora, que estás fuera de la política, ¿qué te parece el
juego de los partidos políticos cuando se avecina la campaña
electoral?
-Comprendo que la pugna electoral es necesaria. Una
pantomima que habrá de durar mucho tiempo. Pero echo de
menos el que los actores, puesto que todo es puro teatro,
sean capaces de hacernos reír con un humor fino y nunca con
esa sal gorda de la que hacen gala.
-¿Existe crispación por mor del PSOE y del PP?
-Ambos partidos deberían sentarse en torno a una mesa y
debatir serenamente las prioridades. Pero no lo harán.
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