El Partido Popular de Ceuta
celebró ayer en el Hotel Tryp, un par de semanas después de
lo que tenía previsto en sus planes iniciales, la llegada de
Juan Vivas a la Presidencia de la Ciudad Autónoma de Ceuta.
El acto, que a menos de treinta días de las elecciones tuvo
su indudable carácter electoral y de motivación de sus
bases, tiene, sin embargo muchos argumentos para ser
extendido a toda la ciudad sin hacer distinciones de color
político.
En primer lugar porque, por convulsas que parezcan algunas
comparecencias de los líderes políticos en la actualidad, el
clima de la vida pública ceutí de nuestros días no tiene
nada que ver con el que heredó Vivas en 2001. Recién salida
de la etapa del Grupo Independiente Liberal (GIL) en la
Administración autonómica, la ciudad necesitaba tranquilidad
en las instituciones para poder ofrecer no ya a los
residentes o a los turistas, sino sobre todo a los
inversores, un espacio interesante para sus proyectos.
En un plano más pragmático, el cambio en el aspecto de la
ciudad ha sido evidente, y no sólo en su zona centro. Es
cierto que ésta ha visto extraordinariamente mejoradas sus
infraestructuras básicas (el desdoblamiento de las Palmeras
y el nuevo aparcamiento subterráneo de la Plaza de los Reyes
son dos de los ejemplos más evidentes de ello), pero también
lo es que partía desde un punto claramente más avanzado que
las barriadas periféricas.
Quizá sea ahí donde debe comprobarse el trabajo realizado
por Juan Vivas y el resto del Partido Popular durante el
último sexenio. Zonas donde hace apenas una década se
encontraban aguas fecales a cada paso han experimentado una
mejora evidente, y el Príncipe, con el mastodóntico trabajo
que queda por realizar en la barriada, es un ejemplo de
ello. Por ello, aún sin negar la desigualdad evidente que
persiste entre unas áreas y otras de Ceuta, no es menos
digno de elogio el esfuerzo presupuestario y humano
acometido durante los últimos seis años para hacer de ésta
una ciudad más igual y cada vez más amable con sus
ciudadanos.
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