¡Esto es para mear y no echar
gota! ¿Qué si me estoy refiriendo a algún tipo de retención
urinaria por mal funcionamiento de vejiga o riñones? No.
Mear o pisear es muy saludable, porque elimina toxinas y
grasas, de hecho y mejorando la presente, servidora se ha
puesto en la talla 36 con una mezcolanza de ortosifón o te
de Java, alcachofa, piña, papaya, te rojo y quemacalorías,
más litro y medio de agua y concienciación ideológica. Todo
para demostrar que, la gorda con voluntad llega más lejos
que la gorda inteligente. Pero lo que provoca retención, por
motivo de aprensión y da hasta espeluco, es que nos estamos
transformando en una especie de estado policial, donde
imperan el prohibicionismo y la política del bastonazo y
tente tieso. Y lo más triste es que, se castigan naderías y
se pasa de los temas auténticamente preocupantes e
intranquilizadores, susceptibles de generar auténtica alarma
social.
Ahora, los conductores temerarios van a ir a la cárcel y,
los vehículos y la conducción, se están convirtiendo en una
especie de parque temático de sanciones e imposiciones.
Primero el cinturón de seguridad. Que salva vidas, en
efecto, pero cuyo uso o no uso no perjudica al de enfrente.
¿Y por que cojones en salmuera tiene que intervenir el
Estado en el sancta santorum del interior de mi destartalado
coche? ¿Y si me da la gana, en ejercicio de mis libertades
constitucionales, a circular sin cinturón y matarme porque
me sale de la ingle? ¿Quién es el Gobierno para decidir por
mí cuando, como y en que circunstancias puedo y no puedo
morir? Mi vida es de Dios y de su santa voluntad y
subsidiariamente de mis tendencias a finiquitarme si no
puedo tirar más, se me va la olla y me paso con los
diazepanes o me ahorco en las ramas de un árbol centenario y
representativo, de esos que dan lustre a los jardines
botánicos. Con el cinturón no trago. Y eso que me lo pongo
porque, ahora, no puedo jugar con mi vida, tengo
responsabilidades y cosas por pagar. Sancionar a los locos
del volante, por el contrario, me parece correcto, pero no
con cárcel, un imprudente no tiene por que acabar entre
rejas y comiendo bandeja, lo mejor es quitarle el coche. Así
el kamikaze, el pirado o el temerario tendrían que dar sus
correndijas tirando a pata y a toda leche por las calles, en
plan carrera de fondo y como mucho, podría impactar con un
viandante, que el atropellado se enfureciera y acabar a
hostia limpia, algo que descarga adrenalina y es muy
saludable. ¿Qué gruñen? ¿Qué con las peleas también se acaba
en el trullo? Eso es porque nos hemos convertido en un país
de afeminados, amanerados y melindrosos, en mi pueblo, Nador,
en ese Rif precioso que me vio nacer, la gente se pegaba y
se peleaba y ni nadie corría a poner “la denuncia” ni se les
pasaba por la cabeza el que, una riña, pudiera acabar ante
el Juez. Pero en mi España querida se ha perdido una frase
arquetípica y rotunda, hermosa y racial es el “Esto es cosa
de hombres” con la que se arreglaban cuentas pendientes
echando mano de un sentido antiguo de la Ley y de la
Justicia que nada tiene que ver con la moral del petit
suisse desnatado imperante a día de hoy.
Todo dulcecito, suavito, moderadito, amariconadito y con
ardiles de Damas de la Caridad, eso sí, mucho almíbar en las
conductas, pero más detenciones que nunca y más horas en
calabozos infectos que jamás, muchas veces por naderías.
¡Todos al trullo! Y leyes pendientes de aprobar y convenios
pendientes de suscribir, como los que deben obligar a los
extranjeros a cumplir sus condenas en sus países de origen,
para despejar las cárceles de elementos importados y hacer
sitio para alcoholemias, broncas, excesos de velocidad,
trajines con recalificaciones urbanísticas y enganchadas con
municipales que se llaman eufemísticamente resistencia a
agentes de la autoridad”. Lo dicho, para mear y no echar
gota.
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