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OPINIÓN - LUNES, 30 DE ABRIL DE 2007

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

¡Todos al trullo!
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

¡Esto es para mear y no echar gota! ¿Qué si me estoy refiriendo a algún tipo de retención urinaria por mal funcionamiento de vejiga o riñones? No. Mear o pisear es muy saludable, porque elimina toxinas y grasas, de hecho y mejorando la presente, servidora se ha puesto en la talla 36 con una mezcolanza de ortosifón o te de Java, alcachofa, piña, papaya, te rojo y quemacalorías, más litro y medio de agua y concienciación ideológica. Todo para demostrar que, la gorda con voluntad llega más lejos que la gorda inteligente. Pero lo que provoca retención, por motivo de aprensión y da hasta espeluco, es que nos estamos transformando en una especie de estado policial, donde imperan el prohibicionismo y la política del bastonazo y tente tieso. Y lo más triste es que, se castigan naderías y se pasa de los temas auténticamente preocupantes e intranquilizadores, susceptibles de generar auténtica alarma social.

Ahora, los conductores temerarios van a ir a la cárcel y, los vehículos y la conducción, se están convirtiendo en una especie de parque temático de sanciones e imposiciones. Primero el cinturón de seguridad. Que salva vidas, en efecto, pero cuyo uso o no uso no perjudica al de enfrente. ¿Y por que cojones en salmuera tiene que intervenir el Estado en el sancta santorum del interior de mi destartalado coche? ¿Y si me da la gana, en ejercicio de mis libertades constitucionales, a circular sin cinturón y matarme porque me sale de la ingle? ¿Quién es el Gobierno para decidir por mí cuando, como y en que circunstancias puedo y no puedo morir? Mi vida es de Dios y de su santa voluntad y subsidiariamente de mis tendencias a finiquitarme si no puedo tirar más, se me va la olla y me paso con los diazepanes o me ahorco en las ramas de un árbol centenario y representativo, de esos que dan lustre a los jardines botánicos. Con el cinturón no trago. Y eso que me lo pongo porque, ahora, no puedo jugar con mi vida, tengo responsabilidades y cosas por pagar. Sancionar a los locos del volante, por el contrario, me parece correcto, pero no con cárcel, un imprudente no tiene por que acabar entre rejas y comiendo bandeja, lo mejor es quitarle el coche. Así el kamikaze, el pirado o el temerario tendrían que dar sus correndijas tirando a pata y a toda leche por las calles, en plan carrera de fondo y como mucho, podría impactar con un viandante, que el atropellado se enfureciera y acabar a hostia limpia, algo que descarga adrenalina y es muy saludable. ¿Qué gruñen? ¿Qué con las peleas también se acaba en el trullo? Eso es porque nos hemos convertido en un país de afeminados, amanerados y melindrosos, en mi pueblo, Nador, en ese Rif precioso que me vio nacer, la gente se pegaba y se peleaba y ni nadie corría a poner “la denuncia” ni se les pasaba por la cabeza el que, una riña, pudiera acabar ante el Juez. Pero en mi España querida se ha perdido una frase arquetípica y rotunda, hermosa y racial es el “Esto es cosa de hombres” con la que se arreglaban cuentas pendientes echando mano de un sentido antiguo de la Ley y de la Justicia que nada tiene que ver con la moral del petit suisse desnatado imperante a día de hoy.

Todo dulcecito, suavito, moderadito, amariconadito y con ardiles de Damas de la Caridad, eso sí, mucho almíbar en las conductas, pero más detenciones que nunca y más horas en calabozos infectos que jamás, muchas veces por naderías. ¡Todos al trullo! Y leyes pendientes de aprobar y convenios pendientes de suscribir, como los que deben obligar a los extranjeros a cumplir sus condenas en sus países de origen, para despejar las cárceles de elementos importados y hacer sitio para alcoholemias, broncas, excesos de velocidad, trajines con recalificaciones urbanísticas y enganchadas con municipales que se llaman eufemísticamente resistencia a agentes de la autoridad”. Lo dicho, para mear y no echar gota.
 

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