Los ceutíes aprovecharon la mañana de ayer domingo, casi en
el ecuador de este largo puente, para disfrutar con las
distintas opciones que ofrece la ciudad, que parece comenzar
a tomarle el pulso al buen tiempo, que se espera termine de
llegar. Por el momento, y poco a poco, la gente se fue
acercando a las playas y a los lugares de recreo que
salpican la ciudad. al principio muy tímidamente, ya que
corría por los cuerpos cierto temor ante las nubes que por
momentos cubrían el cielo y el poniente parecía cobrar
fuerza, pero un poco de valor para aguantar el fresco en la
tumbona, y muchas ganas de disfrutar de la jornada, hicieron
que a mediodía el ambiente se fuera animando.
La mañana comenzó apacible y tranquila en el paseo del
Revellín, la gente caminaba tranquila hacia ningún lugar en
concreto, y las terrazas de los cafetines de la Gran Vía se
empezaban a llenar con quienes desayunaban leyendo la prensa
dominical. Aquellos que de mañana fueron llegando a las
playas de la ciudad, paseaban distraídos frente a un mar que
se presentaba, en la bahía sur, plácido y azul como una
pintura. Pocos pensaban que la tarde se iba a presentar tan
plácida y cálida, al menos no a media mañana con las nubes
que llegaban de poniente, a ratos negras y amenazantes de
lluvia, a ratos enormes cúmulos blancos que oscurecían la
atmósfera primaveral que el sol brindaba con sus iniciales
tímidos rayos.
Hubo quienes se acercaron de mañana al Parque Marítimo del
Mediterráneo buscando los primeros rayos de sol, pero de
nuevo parece que la primavera y su variable carácter se
aliaron contra los optimistas ceutíes, que acudieron con
cuentagotas hasta bien entrado el mediodía, cuando se animó
más gente a dejarse ver tomando el sol.
Los que sí se llenaron fueron los chiringuitos playeros, e
incluso las orillas de las playas tomaron por momentos una
atmósfera veraniega, con bañistas y niños jugando con las
pelotas de plástico, sacadas del baúl para comenzar a
disfrutarlas y maltratarlas en la arena y la frialdad del
agua. La arena volvió a ser una página en blanco en la que
dibujar y delinear los márgenes del imaginario escenario de
batallas deportivas, y el colorido de los bañadores se
tumbaba sobre las toallas apenas desperezadas todavía del
largo letargo del invierno.
Pero si el día fue poco a poco animando a una animada
jornada preveraniega, también ofreció la montaña sus valores
naturales y las posibilidades que encierra junto a sus
misterios. El ‘camping’, o, como suele decirse en un habla
más tradicional, de más tronío y raíces, el ‘domingueo’ de
siempre, es costumbre bien arraigada en Ceuta, que ve sus
campos llenarse de barbacoas, casetillas de fin de semana y
sangrías con trocitos de fruta.
Salir al campo a comer, a pasar una jornada en familia, a
hacer deporte respirando el aire perfumado del comienzo de
la primavera, es un placer que muchos ceutíes no quieren
perderse, y una alternativa a la previsible aglomeración de
las playas. Pero una vez más, el domingo pareció unirse a
Eolo malhumorado, y trajo de poniente un viento ‘repelente’
que a punto estuvo de dar al traste con una jornada que
todos los telediarios habían prometido excelente, y que
renqueaba hacia una tarde de sol, sin terminar de germinar
éste por completo.
Las familias ceutíes armaron los coches con sillas y mesas
de domingo, tortillas y pinchitos tomaron los puntos donde
es tradicional acudir a comer al aire libre. Aranguren y el
Desnarigado vieron llenarse los merenderos de comida
preparada en casa y de griterío acompañado por las risas
despreocupadas de los ceutíes que han decidido pasar estos
días sin marcharse muy lejos. Las playas de Benítez y
Calamocarro también acogieron a decenas de personas que
querían disfrutar del merecido descanso dominical, y posar
su mirada en un puente que llena de alegría a quienes lo
disfrutan y de envidia a quienes tienen que trabajar durante
estos días en los que la mayoría de la gente se relaja.
Las calles desiertas del centro de la ciudad hablaban por sí
mismas, hablaban en un murmullo de escasos paseantes, y
vociferaba en los restaurantes que estaban hasta la bandera.
Los llanos de la Marina se llenaron desde primeras horas de
deportistas que jugaban en sus pistas, y con pequeños que
hacían del tradicional ‘rescate’ o el ‘pañuelo’ el teatro
del mundo reducido a este pequeño gran espacio de
entretenimiento.
La tarde, plácidamente, avanzaba cada vez en mejores
condiciones pese al viento impertinente, que parecía
empeñarse en echar al traste las espectativas de los
recreados ceutíes. Pero no, no pudo con las ganas de
disfrutar. El mar ofrecía también, en la bahía sur, un
espectáculo de lanchas sobre las olas. El deporte náutico,
uno de los más valorados por los ceutíes, también tuvo ayer
un día bueno para sacarle partido. Quienes fueron al puerto
deportivo a limpiar y cuidar su barco no pudieron
resistirse, pese a la impertinencia persistente del
poniente, a sacarlo a dar una vuelta sobre un mar plano.
Un domingo de abril que parecía un día de los más tranquilos
de agosto. Las calles no veían apenas paseantes, salvo
alguno distraído o que se había perdido en busca de un sitio
donde comer. El ruido, la cacharrería diaria de tráfico y
transeúntes se había esfumado, y el movimiento de brazos y
de labios hablando o discutiendo había dejado la ciudad
buscando un punto de tranquilidad en lugares cercanos aunque
alejados del bullicio diario de la actividad. Quienes
disfruten del puente, que aprovechen el descanso.
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