Los V Encuentros de Nódulo Madrid, que se celebraron el
pasado lunes 16 de abril bajo el título ‘Reconquista e
Islam’, se iniciaron con la conferencia de Emilio González
Ferrín titulada ‘El origen del Islam’, en la que defendió
que el año 711 no se produjo una invasión islámica en
España, porque entonces no había ni siquiera interpretación
canónica del Corán, que data del siglo IX.
Ferrín citó a Ignacio Olagüe y su libro ‘La revolución
islámica de Occidente’, publicado en 1974, que inspira
parcialmente sus tesis: en el 711 Hispania sufre una
revolución entre partidarios de Rodrigo, trinitarios, y de
Witiza, de carácter arriano, que niegan la divinidad de
Cristo y por lo tanto la Trinidad. A su vez se produce una
migración desde África de personas que compartían similares
credos arrianos.
Al Ándalus se estabiliza como emirato hacia el año 850 y a
partir del siglo X producirá el primer renacimiento europeo
con el Califato de Córdoba, ya musulmán. Su esplendor se
mantendrá en los Reinos de Taifas, similares a lo que serán
las ciudades estado del Renacimiento italiano de los siglos
XV y XVI. Sólo con las invasiones almohades y almorávides de
los siglos XI y XII se impondría un islamismo dogmático que
acabaría con el esplendor cultural de Al Ándalus.
Al Andalus, la “Tercera España”
Respecto a la actualidad de Al Ándalus, Ferrín criticó a los
políticos que pretenden abanderarlo como algo propiamente
andaluz. Para González Ferrín, Al Ándalus es algo español,
una Tercera España que añadir a las dos del tópico de
Antonio Machado. También renegó de los radicales islámicos
que lo reivindican como parte del actual Islam. Asimismo,
distinguió entre coranismo e islamismo, situándose en el
primer bloque. Y finalmente consideró el radicalismo
islámico opuesto a la tradición coránica y producto de un
choque generacional de gentes que no habían sido capaces de
asimilar los cambios producidos con los regímenes laicos del
mundo árabe (Nasser, Sadam Husein, etcétera).
A continuación se produjo una mesa redonda sobre la
‘Historia General de Al-Ándalus’ en la que participaron José
Manuel Rodríguez Pardo y el propio Emilio González Ferrín.
Intervino en primer lugar Rodríguez Pardo cuestionando las
tesis fundamentales de Ferrín, pues suponer, al igual que un
notario, que el Islam no empieza hasta el siglo IX, o que la
Reconquista se “inventa” en el siglo XII con Alfonso VII es
segregar los procesos de constitución de las estructuras
actuales.
En primer lugar, Pardo negó que hubiera una Reconquista en
la Edad Media. Los reyes localizados en torno a Oviedo, León
o Toledo son ‘Emperadores de toda España’, denominación
iniciada con Alfonso II en el siglo IX y que llega hasta
Alfonso VII, Imperator totius Hispaniae, en el siglo XII, en
un proyecto imperial continuador del Imperio Romano cuya
verdadera plenitud se produce en 1492, al sobrepasar los
límites peninsulares y llegar a América.
Respecto a Al Ándalus, al igual que sucede con España, hay
que considerar el Islam como un proceso que se inicia en el
622 con la héjira de Mahoma, discípulo de los herejes
nestorianos que sostienen que la naturaleza divina de Cristo
es adoptada. Al contrario que el cristianismo, que considera
que Dios se hizo Cristo, el Islam desdeña el cuerpo como
base de la racionalidad.
Lo considera, siguiendo el neoplatonismo, una degradación de
la máxima racionalidad que es Dios (Alá). Si para un
cristiano la racionalidad está ligada al cuerpo y necesita
de una Iglesia que interprete y establezca la doctrina, en
el Islam el desprecio del cuerpo produce fenómenos como el
de los terroristas suicidas, cuyo comportamiento es el
propio de instrumentos guiados por Alá y no de personas
responsables y libres.
Religión y política en el Islam
La interpretación del Corán, al carecer de iglesia, está a
cargo del califa, líder político y religioso —papel que
asumieron también Nasser y Husein, pese a su supuesto
laicismo—, quien como sucesor de Mahoma debe expandir el
Islam por medio de la guerra santa (yihad), como sucedió en
el 711 a cargo de un grupo de islamitas que aprovecharon la
situación convulsa del reino visigodo.
La unidad de religión y política hace que el Islam no
desarrolle la ciencia y siga en la Edad Media. Asimismo, el
descubrimiento de América y la mejora de las condiciones de
navegación fueron restringiendo la importancia del califato
turco, mera anécdota a finales del siglo XIX y derribado en
1924. No obstante, en 1929 la Hermandad Musulmana se funda
para recuperar el califato, defendiendo que la única verdad
es el Corán y que la religión y la política son
inseparables. Paralelamente, el descubrimiento del petróleo
en Oriente Medio pone en manos del Islam la economía mundial
y da alas a los radicales islámicos como Bin Laden, quien
reivindicó Al Ándalus en el 2001 para demostrar la
actualidad de la amenaza islamista.
En el coloquio, González Ferrín cuestionó que la Filosofía
—por ejemplo, el neoplatonismo de los filósofos islámicos—
influya en la conducta normal de la gente, considerándola
algo académico y muy erudito. Asimismo, señaló que tanto los
proyectos imperiales de la Edad Media de Alfonso II o
Carlomagno como la recuperación actual de Al Ándalus
constituían lo que él denominó como un «implante de memoria
colectiva», falso por completo. Al mismo tiempo, definió la
religión como una cuestión privada y personal de cada uno.
Rodríguez Pardo replicó que todos somos filósofos, por lo
que estamos constantemente interpretando, y que las ideas
filosóficas están inmersas en nuestra realidad. Una persona
que maltrata a los animales está ejerciendo la filosofía
cartesiana del automatismo de las bestias.
Respecto a los presuntos «implantes de memoria colectiva»,
los proyectos imperiales criticados por Ferrín son sin duda
falsos en su origen, pero luego algunos se realizan y tienen
continuidad —caso del de Alfonso II, que llevó a la
constitución de España— y otros quedan varados y fracasan
—Europa siguió dividida en feudos y después en estados, pese
a los intentos de Carlomagno y sus sucesores—.
¿Posible o imposible?
Asimismo, Rodríguez Pardo resaltó el carácter social del
culto en las religiones terciarias, lejos del carácter
privado que les atribuía Ferrín. El catolicismo y el
islamismo imponen toda una serie de normas que cohesionan
socialmente a los individuos y orientan cada aspecto de su
vida, desde el nacimiento al fallecimiento, pasando por el
matrimonio, de finalidades muy distintas entre los
musulmanes y los cristianos.
Después el debate derivó hacia cuestiones más actuales, como
la aceptación de la democracia en el mundo islámico, algo
posible para Ferrín e imposible para Rodríguez Pardo, pues
son unas personas iluminadas por Alá o por un imam —como los
chiitas— quienes dirigen los destinos de la sociedad, en
lugar de ser personas elegidas independientemente de su
origen o extracción social. El punto principal de
divergencia residía en la posición teísta de Ferrín, para
quien las tres religiones terciarias son iguales en tanto
que se basan en un libro considerado como palabra revelada y
con referencias a los mismos personajes —Jesús, la Virgen
María, etcétera.—. Esta posición niega cualquier proceso
histórico de desarrollo y conflicto de estas religiones,
tesis que a grandes rasgos sostenía Rodríguez Pardo.
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