La máxima del Presidente español,
José Luís Rodríguez Zapatero, reprochando al partido de la
oposición sus mentiras sobre el Ejecutivo, instando a los
candidatos socialistas a hacer una campaña electoral mirando
al futuro y a responder “a cada insulto con una propuesta, a
cada descalificación con una idea y a cada exageración con
una sonrisa”; podría ser una buena apuesta, ciertamente
necesaria para el momento, si los fundamentos activan
reconciliaciones y extienden los beneficios del progreso a
todas las gentes y pueblos; si los hechos abren boca a la
unidad de todos los españoles, si las palabras tienden a
hacer verdadera justicia igualitaria…
Me parece sensato lo de estimular la mente con ideas, pero
luego debemos hacer algo con ellas, que no se queden como
floreros en meros dichos. Sonreír está bien, pero también
hay sonrisas que empalagan y otras hasta matan. Risas con
pan siempre saben mejor.
En todo caso, es voz popular que las ideas mueven el mundo,
pero sólo si antes se han transformado en estremecimientos.
Ya lo advirtió Jacinto Benavente que “no hay nada que
desespere tanto como ver mal interpretados nuestros
sentimientos”. Sólo buenas disposiciones universalistas,
temples y sensibilidades, pueden unirnos. El partidista
interés jamás puede fraguar uniones duraderas. Sería, pues,
una buena opción, ya que ha instado el Presidente a fomentar
las ideas, poner todos los recursos de la mente, la ciencia
y la cultura al servicio del sosiego y de la construcción de
una nueva sociedad, menos separada y más unida, una sociedad
que triunfe en la eliminación de las causas de las
confrontaciones sanguinarias, dedicándose generosamente al
progreso total de cada individuo y de toda la humanidad.
Es justo reconocer que los individuos y las sociedades están
siempre expuestos a las pasiones de la codicia y el odio;
pero, hasta donde nos sea posible, y quienes son instrumento
fundamental para la participación política debieran tenerlo
como prioridad en sus programas, la de corregir situaciones
y estructuras sociales que causan la injusticia y los
conflictos.
Al fin y al cabo, para que nada nos distancie se precisa un
mundo y no hace falta irse al tercero, en el de la
abundancia también se da este desespero, quizás no de tantos
abrazos ni de tantas risotadas, más de extender la mano al
que nos la pide para salir del desconsolado pozo en el que
vive, por destierro o porque no ha conocido otro.
En suma, que todos nos merecemos una oportunidad para salir
del infierno, algo que nos separa hoy en día ante el fuerte
caudal de desigualdades y que, como agua de mayo, se precisa
converger para estrechar la mirada del afecto y, por ende,
que espigue el pétalo de la paz.
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