Como adelantábamos ayer, la cualificada participación de la
comunidad musulmana en el I Congreso Islámico Internacional
(organizado por el Consejo Islámico Valenciano y auspiciado
por el Gobierno central, la Generalitat y el Ayuntamiento de
Valencia) fue inequívoca en sus conclusiones:
Los musulmanes en España afirmamos nuestra convicción de que
la primacía de la Ley y la Constitución va en consonancia
con el derecho islámico y que la fidelidad a la religión es
perfectamente compatible con la lealtad al Estado.
Dando un paso más al frente, el consejero del Centro
Islámico de España, Bahig M. Huech, se posicionó claremente
contra el terrorismo internacional que está asolando a
nuestras sociedades y que constituye una pandemia que afecta
a todos y a cada uno de nosotros, especificando en un
importante gesto de prolija lectura puertas adentro, como
todo ciudadano musulmán en España está requerido a
participar en la lucha antiterorista por imperativo
religioso y es tarea de los imames y diferentes religiosos
advertir contra este tipo de delito merecedor de la
indignación de Dios, de su Profeta y de todos los
musulmanes, tal como reza el Corán.
Mohamed Karchich por su parte, de ascendencia tetuaní y
secretario general de la FEERI (Federación Española de
Entidades Religiosas Islámicas), también fue explícito. Ante
el terror, el Islam, calificando las ideas de los seguidores
del yihadismo salafista como el disparate de una gente que
lo único que hace es dar mala imágen del islam e ir contra
los preceptos del Corán, que rechaza cualquier acto
terrorista como los acaecidos en los últimos días en Argelia
o Marruecos.
Es evidente que todo ello pasa por un agiorgionamiento
-valga el símil latino- de la fe islámica vivida, al menos,
en países occidentales. Solo en España, la población
musulmana supera ya el millón cien mil personas,
encaminándose en ciudades como Ceuta y Melilla hacia un
claro “vuelco” demográfico en el futuro inmediato y en las
que, a modo de avanzadilla, los niños musulmanes ya rondan
la mayoría en la Educación Primaria.
Por ello el Congreso, después de tantear nuevos horizontes
buscando un novedoso marco de pensamiento en el que encaje
la práctica islámica con los valores de una sociedad abierta
y aconfesional, abogó por empujar decididamente la educación
y el diálogo, relegando las mezquitas a las prácticas
pietistas: la tarea de las mezquitas es educativa y
religiosa, no debiendo mezclarse en dar apoyo jurídico o
laborar a los emigrantes.
En este sentido y para erradicar el peligro de los
garajes-mezquita, se abogó por la construcción de una
mezquita oficial en cada capital española (con lo que de
paso se daría carta de naturaleza legal a un asentamiento
religioso musulmán), acompañando las medidas con la creación
de un centro de formación español de imames, para que las
facetas más radicales no lleguen a España, evitando así que
puedan dirigir sus lecciones y sermones los viernes y que
puedan hacerse un hueco para ir en contra del propio Islam y
de la sociedad en general.
Un movimiento de hondo calado que afecta, directamente, a
bases interpretativas y prácticas arraigadas. ¿Cuáles están
siendo las reacciones, a lo largo y ancho de España, del
rico tejido asociativo musulmán?. ¿Y en Ceuta mismamente?.
En todo caso, una buena ocasión para expulsar fantasmas y
tomar partido. ¿No les parece?.
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