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OPINIÓN - VIERNES, 27 DE ABRIL DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

Cómo terminan las democracias
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

En condiciones de normalidad el sistema democrático occidental es sin duda, como advertía Churchill, “la menos mala de las formas de gobierno”. Pero bajo situaciones de crisis, pues depende. Para mí está antes el derecho a la vida y a la subsistencia en condiciones de dignidad, a fuer de que me tachen de “facha” cuando, curiosamente, estoy haciendo tan solo un planteamiento impecablemente dialéctico. Pero hay izquierdosos tan listos ellos que lo saben todo, cuando ni siquiera le han echado una ojeada a la Marta Harnecker. Por lo demás y como escribía Spengler en “La decadencia de Occidente” (que me permito sugerir al lector), “la civilización será al final salvada por un puñado de soldados”.

Me importa una higa nadar contra corriente (se ejercita el músculo) y creo, sinceramente, que la vida política del interregno parlamentario que gozamos tiene ya los días contados. Tan solo la superioridad militar de la que gozamos, por el momento, permite a Occidente mantener los estándares de calidad de vida por todos conocidos. Pero, ¿es posible mantener esta situación?. Y si así fuera, ¿bajo qué parámetros?. Porque, a lo largo de la historia, es una constante en el devenir agónico de los grandes imperios la fractura interna. Su derrota suele ser fruto, más de contradicciones y debilidades en su seno, que de presiones exteriores. En todo caso siempre hay un ciclo de ascensión-estabilización-caída.

La paz y la libertad, nobles valores, son puras entelequias. La inmensa equivocación actual del Occidente europeo es pensar, pánfila e ingenuamente, que la paz existe por sí misma y para poseer bien tan preciado basta solo con declararlo. ¡Qué error, qué craso error!. La paz se conquista, se merece y su mantenimiento hay que ganarlo día a día. Sin complejos; sin cobardías.

¿Hacia dónde caminamos?; ¿a dónde nos quieren llevar?. En el circo mediático que se acaba de inaugurar, demagogos de todo tipo pugnarán por llevarse al huerto a un electorado cada vez más desencantado. Y ahí tendríamos ya la primera línea de fractura interna: en España y desde la agonía del general Franco en su cama (porque el franquismo no fue derrotado, se acabó por simple consunción mortuoria), nunca se había llegado a un desencuentro mediático tan grande entre los votantes y la clase política del peculiar sistema del que ¿disfrutamos?. Porque en 1975 enterramos la dictatocracia para embarcarnos, ilusionados, en la partitocracia, pero sin alcanzar desde entonces… la democracia. Para ello hacen falta dos reformas de calado en nuestro sistema político: una ley de financiación de partidos (porque la corrupción urbanística es, ahora, la forma no reconocida) y la posibilidad de listas abiertas, que acabe de una vez por todas con las oligarquías que controlan, enquistadas, el aparato de los partidos políticos. Lo demás son necedades y brindis al sol.
 

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