Bermudo Soriano es una barriada que nació hace 35 años. Hoy
viven allí más de 150 familias que llegaron desde los
albergues que estaban en torno a la antigua plaza de toros,
“unas casas muy antiguas y sin servicios”, como recuerda
Carmen, la presidenta de la Asociación de Vecinos de Bermudo
Soriano I. La barriada la componen tres bloques, situádos en
las inmediaciones de Hadú.
Se trata de una barriada tranquila, que antiguamente estuvo
poblada por obreros que hoy son mayores, y que vio marcharse
a los jóvenes. Por fortuna, como relata Carmen, hoy “en la
barriada se vive bien, no hay maleantes”, con lo que puede
asegurarse que la tranquilidad de antaño se mantiene,
alterada sólo por el griterío de la chiquillería que juega
al balón en el ‘Llano grande’. La población es mayor, viejos
cristianos que convive sin problemas con el importante
colectivo musulmán que se instaló en Bermudo Soriano II y
III, los hermanos nacidos al calor del primer bloque de
viviendas. A las viejas casitas sin baño a las que se
refiere Carmen, le sucedieron las que por entonces eran
construcciones más modernas con los servicios cubiertos, el
viejo aljibe hace poco que lo han arreglado, con lo que los
problemas de agua han desaparecido, y el resto de las
infraestructuras goza de bastante buena salud, con lo que
las comodidades han aumentado mucho para esta honrada gente.
El único problema que le ven hoy a la barriada sus vecinos
es la falta de una reja que no deje entrar a los coches en
el Llano Grande, la herida en la tierra que quedó tras tirar
la antigua plaza de toros. En esta herida es donde juegan
hoy los chiquillos despreocupados de todo, y el continúo
trasiego de coches buscando aparcamiento es una fuente de
preocupación para el vecindario, ya que un día puede suceder
un accidente al entrar y salir los vehículos por donde
corretean los chiquillos.
Otro aspecto que tiene algo preocupada a la barriada es la
posible debilidad de la estructura que soporta este llano,
puesto que hace años que fue horadado para construir un
garaje que, por cierto, no han podido disfrutar los vecinos
dado el elevado precio al que salieron las plazas.
Este hecho y la falta de espacios culturales y de ocio para
la juventud son las únicas pegas de esta tranquila vecindad.
Hoy esta s personas tienen su hogar en una de las barriadas
en las que la multiculturalidad está más a flor de tierra.
Existe un colegio de piel nueva pero de alma antigua, el
Ramón y Cajal, que hoy es de mayoría musulmana, y que guarda
en sus pasillos los juegos de muchos de los mayores del
barrio, y los sueños de los más jóvenes.
El balance de los últimos años, a los vecinos les sale
positivo. Se muestran contentos con el crecimiento que ha
experimentado y con la seguridad de sus calles. El nuevo
centro comercial les terminó de acercar a la ciudad, o
terminó de acercar la ciudad al viejo barrio. Hoy, esperan
que llegue Correos, como antes estuvo ‘Telégrafos’. Las
cosas, parecen no cambiar tanto como las personas.
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