Se busca una solución para los
conflictos escolares. A veces se pide la intervención de una
tercera persona imparcial, que actúe de mediador en un
conflicto para solucionarlo, puesto que los problemas de
convivencia no se resuelven con la aplicación de las
sanciones correctoras. Un instituto madrileño ha optado por
moverse al son latino. Profesores y alumnos comparten pista
de baile para mejorar sus relaciones. Otro centro implanta
el carné de conducta por puntos para reconducir situaciones.
Representaciones teatrales, convivencias en clave de humor,
distinciones…; todo parece ser poco para que la paz llegue a
las aulas. Frente a todos estos inventos pedagógicos, yo
recomendaría, quizás como libro de cabecera, un manual
reflexivo sobre el acoso escolar que, aunque se dice para
docentes y educadores, lo hago extensivo a los padres. Sus
autores, Juan Ignacio Santaella Sáez y Juan Santaella López,
no son nuevos en plaza. Llevan tras de sí muchos años de
investigación y estudio en temas educativos, convencidos de
que la educación es el medio más adecuado para garantizar el
ejercicio de la ciudadanía democrática, responsable, libre y
crítica, que resulta indispensable para la constitución de
sociedades avanzadas, dinámicas y justas.
El citado manual (publicado por GOF-Granada) empieza por dar
luz a la convivencia escolar y a las causas que la
deterioran. Apunta a una serie de claves para aprender a
convivir unos con otros, viéndolo como una finalidad
esencial de la educación. El conflicto escolar, la violencia
y los violentos, sin duda representa uno de los principales
retos para los sistemas educativos actuales. Los autores
plantean, a mi juicio de manera objetiva y acertada, cómo
contribuir al desarrollo de la convivencia en positivo
estudiando el proceso que comienza en la educación emocional
y culmina en la educación en valores. Ahondan en el acoso
escolar, al que delimitan con ciertos requisitos.
Básicamente serían los siguientes: “Tiene que existir, por
parte del acosador, intención de dañar al otro. Ha de haber
un desequilibrio de poder entre el violento y su víctima. La
agresión ha de ser persistente, es decir, que se repita con
frecuencia. El daño que el acosador inflige a la víctima ha
de ser físico, moral o psicológico, o de varios tipos a la
vez. La crueldad del agresor ha de quedar de manifiesto,
toda vez que somete al otro con voluntariedad y de manera
impune”.
El pilar básico del manual (con casi dos centenares de
páginas) es el acoso o bullying, con sus fases, indicadores,
incidencia actual y efectos, teorías y modelos tanto de
intervención como de prevención. Está demostrado que las
consecuencias originadas por esa relación de poder, de
dominio-sumisión, entre acosador y acosado, son
verdaderamente enfermizas. La víctima es la que padece de
manera directa los ataques del acosador, y esto provoca en
él una serie de miedos, inseguridades y angustias que lo
llevan muchas veces a rechazar el colegio e incluso a sentir
poca ilusión por vivir.
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