¿Están comprando las exquisitas
revistas femeninas mensuales que son mi Biblia particular de
cabecera? Sí, me refiero a “esas” Vogue, Telva, Marie Claire,
Elle, Glamour, Woman, Única, Instyle… Superventas y
dirigidas e un público variopinto de ambos sexos, sin
excluir a los intermedios, que también son hijos de Dios y
que, si les excluyo, me inundan el correo de amenazas de
muerte, porque son muy apretados y les ha dado por matarme
todo el rato. ¡Y yo con lo mío! ¿Qué que es “exactamente” lo
mío? ¡A ustedes se lo voy a contar, con las lenguas que
tienen ¡ Pero el caso es que, las revistas del mujerío
fashion, están llenas de modelos de alta moda absolutamente
inasequibles para la economía normal. Y de consejos de moda
y belleza con cremas y mejunjes a precio de oro por las que
suspiramos quienes hemos de acudir a la botica, rezando para
que Vichy innove o piratee, plagie o copie. Porque, lo
cierto es que, nada para el cutis como los carísimos untos
de La Mer, ni hay antiarrugas que haya perfeccionado el
R60-80 de Christian Dior, ni untos en forma de gotas que
mejore a Origins y sus tratamientos antibolsas y antieojeras.
Lo cierto es que, para acceder a esas maravillas en tarros
de lujo hay que ponerse a régimen de puchero toda la semana.
Su caldito con un muslo raquítico de pavo y hoy adornarlo
con unos fideos, mañana con un puñado de arroz y al día
siguiente poner a remojo los garbanzos. Eso si no tienen
ustedes hijos, porque, a un chaval, muy malamente se le mete
un puchero y prefiere las pizzas, la boloñesa y la
hamburguesa de deshechos de rata, amén del arroz a la cubana
y toda la bollería industrial de papeles vistosos y
publicidad televisada que sea posible de producir el
mercado.
Así que, si no se puede acceder a una crema de Kanebo, de
esas maravillosas que pone a las japonesas el cutis como
culete de niño chico, no diré el meterse en marcas de ropa,
como no sea por ebay y comprando copias de DG de las que
venden también los senegaleses en los mercadillos y que
traen por espuertas de la China, entremezcladas con zapatos
de plástico a cuarenta duros y mercadería de bazar de “Todo
a cien”. ¿Qué si las copias made in China aparecen en las
elitistas revistas de moda y glamour? Más bien no. Aparecen
los originales y pijas que nos invitan a acompañarlas a
hacer shopping y gastarnos en una mañana lo que tiene
alimentado a un chabolista para un año. Eso sí, quien pueda
que lo disfrute y que pasee los manolos por la calle Real,
aunque yo recomiendo a las mujeres prácticas que vayan
ataviadas con descuidada elegancia, que es la forma
políticamente correcta de decir “hechas unos zorros y con
los pies estragaítos” que se acerquen a Adolfo Domínguez y a
su línea U donde hay unas especie de zapatillas de deporte
con buen aspecto y a precios módicos o zapatos planos con
cordones, muy echamano. Las manoletinas y las bailarinas
para quienes tengan pinrreles de acero porque son muy duras,
no caras pero tampoco confortables. Lo importante para las
economías medias y mileuristas es que, un capricho no
signifique el estar todo el mes a régimen de papas fritas
mojadas en mayonesa y la llamada “Agua del Aiún” que es la
manera exótica de llamar al agua del ayuntamiento. ¿Qué
gruñen? ¿Qué preocuparse por la apariencia es una
frivolidad? ¡No me sean puristas ni puretas! Y no olviden
que, para nosotros, los creyentes, el cuerpo es el templo
del espíritu y es nuestro deber arar con los bueyes que nos
ha otorgado el buen Dios y tenerlos cuidados, que no
hambrientos y flatulentos a base de caldo en tetrabrik para
ahorrar unos céntimos y comprarnos un modelete. Porque todo
no se puede tener. Así que, para el “quiero y no puedo” que
se engalana “pa que le vean y s´empapen” muchas papas y poco
solomillo. ¡A régimen!.
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