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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 25 DE ABRIL DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

Centrismo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Ser de centro en política es tener una tendencia intermedia entre la derecha y la izquierda. Una persona del centro, en suma, es la que se sitúa a la derecha de la izquierda y a la izquierda de la derecha. Y se le supone, por tanto, que la moderación le hace huir despavorida de las decisiones radicales.

Quienes piensan así, seguro que están pasando por momentos difíciles en una España donde cada día se debate de forma extremosa y tajante. Parece que está prohibido acercarse lo más mínimo a algo que recibe el nombre de término medio. Y lo peor de todo, según vengo observando, es que si uno se declara centrista se expone a ser mirado de reojo y catalogado de mala manera. Para empezar, como especie de aperitivo de algún insulto mayor, te dirán que eres un maricomplejines. Palabro no sé si registrado por el brazo armado de los empresarios de la Cope, pero sí lanzado a las ondas cada día por él. El maricomplejines parece una especie de eufemismo que bien puede descifrarse como maricón acomplejado. Y que maldita la gracia que le hará al hombre que le disputará las elecciones a José Luis Rodríguez Zapatero cuando se lo dicen para instarlo a que pierda su habitual equilibrio y se adentre por los senderos de las exageraciones.

Los centristas tienen muy mal cartel entre el personal perteneciente a la derecha acérrima. Es decir, de cuantos forman parte de la cofradía cuyo hermano mayor, actualmente, es Federico Jiménez Losantos. Para éstos, los centristas son personas de una derecha que viven preocupadas por el qué dirán de ellas y que se sienten avergonzadas de sus ideas. Y, desde luego, dicen tener muy claro que tales moderados, de salón, gustan de la manera de actuar de Alberto Ruiz-Gallardón. El cual, por su forma de proceder, es vilipendiado, cada día, por la Cope y tildado de quintacolumnista al servicio de una izquierda que a su vez está conchabada con los nacionalismos.

¿Con qué fin?...: ellos dicen que con el de arrinconar a la media España de una derecha que está viendo la falta de respeto que socialistas y nacionalistas tienen por las leyes. Y, naturalmente, los acusan de hacerse tirabuzones con la Constitución.

Con tales denuncias, esa derecha se carga de razones y nos recuerda que un día, cuando se les nublen las ideas, saldrán a por todas. Es decir, que la reacción será furibunda y la violencia volverá a ser temible. Y recuerdan que ya ocurrió algo así en los años 20 y 30 del siglo pasado. Por obra y gracia de un mal gobierno republicano, que propició el drama de unos españoles que decidieron matarse entre ellos.

No me negarán ustedes que el patio está que arde. Y también estarán conmigo en la mucha necesidad que hay de que cada día vayan aumentando los españoles que declaren estar situados a la derecha de la izquierda y a la izquierda de la derecha. Aunque corran el riesgo de ser tenidos por ciudadanos inferiores. Por maricomplejines avergonzados de salir del armario de una derecha que viene amenazando el imponer por las bravas de qué manera han de regirse los destinos de su España.

De no dar ese paso las personas moderadas, mucho me temo que a pesar de que pertenecemos a la Unión Europea, pueda llegar un día donde los pistoleros de ambos extremos pasen a la acción y consigan dar vida a un nuevo daguerrotipo ominoso y trágico.

Queda un año para que las elecciones generales logren poner a cada partido en su sitio. Si bien se puede asegurar que el ganador será el que consiga llevarse al huerto a la mayoría moderada. A los centristas, vamos.

Esperemos, pues, que a partir de entonces, sea cual fuere el triunfador, ardan los demonios en su propio infierno. Y podamos hacer acopio de algún sosiego.
 

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