En mi vida... y otras más, una
joya de libro donde el eminente urólogo Antonio Puigvert
cuenta los recuerdos de su existencia, más de una vez he
leído la siguiente anécdota.
En unos de sus viajes a Madrid, el doctor Puigvert tuvo
ocasión de conocer al catedrático de Derecho Civil don
Blas Pérez González, que era en aquel entonces ministro
de la Gobernación. Un entonces entre los años 40 y 50.
Pasado el tiempo, y cumpliendo ambos personajes con la
costumbre de dar grandes paseos por el Rastro, saboreando el
placer de las antigüedades que despertaban muchas ilusiones
en ellos, el ex ministro de Franco le habló de que
los consejos de ministros eran siempre de larga duración.
Hasta el punto de que los ministros tenían que ausentarse
con la excusa de ir al lavabo para poder fumar un cigarrillo
al igual que en sus mejores y más remotas épocas colegiales.
En otra ocasión, dice el reputado urólogo catalán, que el ex
ministro le contó una curiosa escena que le había sucedido a
él con el Jefe del Estado. Era la época de las restricciones
de gasolina derivadas del bloqueo económico mundial al
regímen español. Don Blas obtuvo una lista nominal de los
usuarios de 4.600 vehículos oficiales destinados al servicio
familiar de personajes con cargo oficial. Y se la mostró a
Franco, con la información de miles de litros de gasolina
que aquellos coches dispendiaban.
El jefe de Estado la revisó con minuciosidad, informándose a
fondo. Luego le dijo simplemente:
-De esto ya hablaremos otro día.
Como quiera que ese “otro día” no llegaba, Blas Pérez,
pasado un tiempo que consideró prudencial, volvió al Pardo a
plantear el tema.
Franco después de revisar la lista de nuevo le respondió:
-Guárdese usted la lista; sólo conseguirá hacerme 4.600
enemigos más. No interesa.
A raíz de su cese ministerial, continúa contando Puigvert,
Blas Pérez no solicitó, ni recibió, ninguna de las
habituales prebendas con las que se agradecían a los ex
ministros “los servicios prestados”.
También yo he relatado, cuando se ha encartado, lo que
sigue: en el año de 1961, cumpliendo mi servicio militar en
el ministerio de Marina, en la planta correspondiente al
despacho del ministro Felipe José Abárzuza y Oliva,
se sabía que éste bien pudo caer en desgracia ante Franco
por haber insistido en recordarle los cuantiosos gastos que
se daban en el Parque Móvil de Arturo Soria. Originados por
un uso abusivo de los vehículos en misiones que nada tenían
que ver con las que debían desempeñar. Eso y alguno
deslices, por ser monárquico confeso, cometidos en Grecia,
durante la boda del entonces Príncipe Juan Carlos con
doña Sofía y a la que asistió en representación del
Gobierno español, hicieron posible que dos meses más tarde
se presentara el motorista del Pardo con el clásico mensaje:
“Gracias por los servicios prestados y desaloje el
ministerio a la mayor brevedad”.
Los tiempos han cambiado Aunque no tanto como para tirar
cohetes. Puesto que todavía hay gobernantes dispuestos a
tragarse sapos todos los días con tal de no echarse encima a
una clientela heredada por medio de miembros destacados de
un gobierno anterior. Me refiero, por poner un ejemplo, a la
situación privilegiada que vienen gozando en el PP muchas
personas que en su momento destacaron por proclamar que el
Partido Independiente Liberal estaba hecho a la medida de
esta ciudad. Venían a decir, más o menos, que los ceutíes
debían estar agradecidos a la existencia de un GIL que
llegaba a sacar Ceuta de la ruina en la cual estaba inmersa.
Cualquiera que ose recordarle ese pasaje a los dirigentes
del PP, seguro que será mirado con desconfianza e inquina.
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