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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE ABRIL DE 2007

 
OPINIÓN / EL MAESTRO

La muerte de un profesor

Por Andrés Gómez Fernández


Carlos, un profesor de Química, de 41 años, ha muerto a manos de la Policía de Neuquén –Sur de Argentina-. Un hecho que apenas ha tenido difusión en los medios informativos, quizás por haber ocurrido en los pasados días de la Semana Santa, o, por la poca importancia que se les conceden a los docentes.

El profesor participaba en una marcha de protesta para reclamar mejoras salariales, cuando el agente le disparó un bote de humo que le impactó en la cabeza. En ese momento, Carlos, se encontraba en el interior de un automóvil. Al día siguiente, después de unas horas en coma, murió.

El gobernador de la provincia defendió, posteriormente, haber dado la orden de reprimir la manifestación. Su actitud desató la ira de la población, que había cercado el edificio donde se encontraba el responsable del orden, teniendo que disfrazarse de policía para evitar ser linchado.

La muerte de Carlos despertó las conciencias dormidas de un país que advierte: “Las tizas no se manchan de sangre”. Con este lema por bandera, miles de ciudadanos tomaron las calles de las principales ciudades del país, y secundaron la huelga general convocada por las principales agrupaciones sindicales.

Los maestros que reclamaban mejoras en un salario de miseria –el actual es de 210 euros-, se apostaron a las puertas de la Gobernación para exigir la dimisión del gobernador, que insistió en que “volverá a dar la orden de reprimir”. En todo el territorio se registraron marchas, protestas y jornadas de luto.

No es frecuente que, en estos actos de protestas, se proceda de forma contundente contra los manifestantes, y mucho menos que las consecuencias sean la pérdida de vidas humanas. Se supone que, cuando el colectivo de enseñante llega a estos extremos, es porque todas las vías de diálogo se han agotado. Otra presión de fuerza es declararse en huelga, dejando de asistir a clase, a pesar de las sanciones que suele aplicar la Administración en forma económica, que es, en resumidas cuentas, lo que se quiere evitar.

Sólo aparece como reivindicación, el aumento salarial, que según el sueldo 210 euros –aproximadamente 34.000 ptas- lo cual da una idea del nivel de vida de nuestro hermano país. Cuando es el salario el objeto de reivindicación, se suele acompañar de otras “necesidades”, como, por ejemplo, mejora de la calidad de la enseñanza, mayor inversión, reducción de la ratio… pero lo que subyace en toda reivindicación es la cuestión económica. Aunque, en los momentos actuales se podría añadir “recuperar la autoridad del docente” ante la deriva que está tomando la disciplina escolar.

En nuestro país, al menos que uno recuerde, no se han producido casos como el del docente argentino. Nuestras manifestaciones, cuando se producen, siempre han sido más “civilizadas”. Porque es sorprendente que el profesor en cuestión, que estaba en el interior de un vehículo, encajara en el cerebro un bote de humo, disparado a bocajarro. Aquí, si que se producen muchas agresiones a profesores, en algunos casos con resultado de muerte. Comenté, en los primeros días de Agosto del pasado año –todavía no habían empezado las clases del nuevo curso-, el caso de un profesor de Valencia, que sufrió una fuerte agresión -una supuesta paliza por parte de un alumno-. La víctima fue recogida en una calle céntrica de la ciudad levantina, con traumatismo craneoencefálico grave y múltiples lesiones internas, que le hicieron entrar en una situación de coma. El presunto agresor era un chico de trece años, que fue expulsado del centro por jugar con un balón en el aula.

Surge en nuestra mente, lo que le ocurrirá al Gobernador, responsable de la orden de represión, y la suerte que correrá el agente, autor del disparo del bote de humo, que le impactó en la cabeza al profesor argentino, con la consecuencia de muerte.
 

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