Carlos, un profesor de Química, de 41 años, ha muerto a
manos de la Policía de Neuquén –Sur de Argentina-. Un hecho
que apenas ha tenido difusión en los medios informativos,
quizás por haber ocurrido en los pasados días de la Semana
Santa, o, por la poca importancia que se les conceden a los
docentes.
El profesor participaba en una marcha de protesta para
reclamar mejoras salariales, cuando el agente le disparó un
bote de humo que le impactó en la cabeza. En ese momento,
Carlos, se encontraba en el interior de un automóvil. Al día
siguiente, después de unas horas en coma, murió.
El gobernador de la provincia defendió, posteriormente,
haber dado la orden de reprimir la manifestación. Su actitud
desató la ira de la población, que había cercado el edificio
donde se encontraba el responsable del orden, teniendo que
disfrazarse de policía para evitar ser linchado.
La muerte de Carlos despertó las conciencias dormidas de un
país que advierte: “Las tizas no se manchan de sangre”. Con
este lema por bandera, miles de ciudadanos tomaron las
calles de las principales ciudades del país, y secundaron la
huelga general convocada por las principales agrupaciones
sindicales.
Los maestros que reclamaban mejoras en un salario de miseria
–el actual es de 210 euros-, se apostaron a las puertas de
la Gobernación para exigir la dimisión del gobernador, que
insistió en que “volverá a dar la orden de reprimir”. En
todo el territorio se registraron marchas, protestas y
jornadas de luto.
No es frecuente que, en estos actos de protestas, se proceda
de forma contundente contra los manifestantes, y mucho menos
que las consecuencias sean la pérdida de vidas humanas. Se
supone que, cuando el colectivo de enseñante llega a estos
extremos, es porque todas las vías de diálogo se han
agotado. Otra presión de fuerza es declararse en huelga,
dejando de asistir a clase, a pesar de las sanciones que
suele aplicar la Administración en forma económica, que es,
en resumidas cuentas, lo que se quiere evitar.
Sólo aparece como reivindicación, el aumento salarial, que
según el sueldo 210 euros –aproximadamente 34.000 ptas- lo
cual da una idea del nivel de vida de nuestro hermano país.
Cuando es el salario el objeto de reivindicación, se suele
acompañar de otras “necesidades”, como, por ejemplo, mejora
de la calidad de la enseñanza, mayor inversión, reducción de
la ratio… pero lo que subyace en toda reivindicación es la
cuestión económica. Aunque, en los momentos actuales se
podría añadir “recuperar la autoridad del docente” ante la
deriva que está tomando la disciplina escolar.
En nuestro país, al menos que uno recuerde, no se han
producido casos como el del docente argentino. Nuestras
manifestaciones, cuando se producen, siempre han sido más
“civilizadas”. Porque es sorprendente que el profesor en
cuestión, que estaba en el interior de un vehículo, encajara
en el cerebro un bote de humo, disparado a bocajarro. Aquí,
si que se producen muchas agresiones a profesores, en
algunos casos con resultado de muerte. Comenté, en los
primeros días de Agosto del pasado año –todavía no habían
empezado las clases del nuevo curso-, el caso de un profesor
de Valencia, que sufrió una fuerte agresión -una supuesta
paliza por parte de un alumno-. La víctima fue recogida en
una calle céntrica de la ciudad levantina, con traumatismo
craneoencefálico grave y múltiples lesiones internas, que le
hicieron entrar en una situación de coma. El presunto
agresor era un chico de trece años, que fue expulsado del
centro por jugar con un balón en el aula.
Surge en nuestra mente, lo que le ocurrirá al Gobernador,
responsable de la orden de represión, y la suerte que
correrá el agente, autor del disparo del bote de humo, que
le impactó en la cabeza al profesor argentino, con la
consecuencia de muerte.
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