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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE ABRIL DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

El canalillo de la candidata
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Los viernes suprimo yo hasta la siesta. Pues me los paso pegado al ordenador para rematar el trabajo del fin de semana. Así que casi nunca voy a ningún acto programado en tales días. De ahí que no pudiera estar en la presentación de la candidata socialista, a la presidencia de la Asamblea de Ceuta, María Antonia Palomo, celebrado el Parador “La Muralla”.

Una candidata que lleva dedicados 20 años al socialismo ceutí. Se afilió a él cuando aún sonaban las trompetas de la victoria y parecía imposible que Felipe González dejara de ser el más grande. Sin embargo, en la sede de la calle de Daoíz se percibían ya claramente los descorazonantes crujidos de la carcoma. Estaba ya muy avanzada la enfermedad irreversible de las envidias y las zancadillas; de los deseos irrefrenables de quienes buscaban el poder a cualquier precio; del medrar de muchos y de la ambición desmedida por obtener dinero, de otros tantos.

El lugar, otrora centro de ilusiones, se fue convirtiendo en escenario de trifulcas y éstas acabaron en batallas campales que propiciaron divisiones entre personajes que aún se siguen odiando bajo el sol africano.

Principiaban los años 90 y el socialismo ceutí estaba ya condenado a una crisis que venía de mucho más atrás; de cuando se hicieron socialistas, en bastantes casos, quienes buscaban huir de un pasado franquista que creían poder exorcizar militando en el partido del puño y la rosa.

Nadie quería ser etiquetado de derecha en aquellos tiempos. Y los socialistas ofrecían una oportunidad pintiparada no sólo para cambiar de imagen sino que también les era posible a sus militantes más avispados obtener puestos de poco trabajo y muy bien remunerados. Canonjías que hacían las delicias de los afortunados y causaban trastornos biliares entre cuantos no se comían una rosca.

En tal ambiente, con deserciones, enfrentamientos entre dirigentes, y plenos donde la policía local intervenía a cada paso, el descrédito de aquellos políticos era cada vez mayor, ante la mirada atenta de una joven que aspiraba a ser secretaria general de su partido. Aquella joven consiguió su propósito y trata ahora de que los ceutíes miren adelante con ella. Que es una forma de pedirles el voto para convertirse en presidenta del Gobierno de su pueblo.

María Antonia Palomo es consciente de que la tarea es complicada. Pero ella, mujer que ha vivido intensamente los años en que su partido ha estado dando tumbos por la ladera del abismo, no se arredra. Y está jugándose con gallardía y una voluntad incuestionable, tal vez su última oportunidad como candidata a unas elecciones autonómicas.

A mí, miren ustedes, me merece mucho respeto esta mujer: activa, emprendedora, inaccesible al desaliento, y sobre todo con un enorme sentido del humor y siempre tratando de darle regates a los prejuicios.

Me he reído, porque sé de qué manera dice esas cosas la señora Palomo, con la broma que ha hecho sobre su canalillo de sugerencias. Ese canalillo que es santo y seña de una mujer exuberante en todo. Incluso en la ayuda a quienes acuden a ella solicitando remedio a sus necesidades.

Reírse de sí mismo es algo que todos deberíamos hacer en ocasiones. Es un ejercicio conveniente y muy saludable para quienes nos pasamos toda la vida oyendo augurios tenebrosos y asistiendo a desastres que nos conmueven.

Señora Palomo, sin ningún asomo de frivolidad, permítame decirle que el ironizar sobre su canalillo ha sido genial. Ha estado usted, sin duda, en mujer de rompe y rasga.
 

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