Dice el delegado del Gobierno,
Jenaro García Arreciado, en relación con los
enfrentamientos entre partidos, que es algo normal cuando se
avecina una campaña electoral. Y que no hay que darle la
menor importancia. Es decir, que estamos en tiempo donde los
insultos entre políticos tienen su razón de ser. De acuerdo.
Pero se le ha olvidado recordarnos que hay un tío que lleva
ya cuatro años seguidos, jueves tras jueves, haciéndose el
artículo y poniendo a parir a todos los que ocupan cargos.
Y, desde luego, gritando que los medios están todos vendidos
al poder reinante.
A mí me importa un bledo y parte del otro que Juan Luis
Aróstegui se haya convertido en fustigador de partidos y
gobernantes. Pues está en su perfecto derecho de escribir
contra ellos y hasta denunciarlos en el primer juzgado que
tenga a mano, cada vez que lo crea conveniente. Y si
actuando así se siente mejor ciudadano y encima se da
gustirrinín, pues miel sobre hojuelas.
Tampoco me importa lo más mínimo que quienes están siendo
flagelados por él, todos los jueves y desde hace años, no
respondan a ninguna de sus diatribas. Por más que en
privado, algunas de esas personas, tratadas con la punta del
pie, digan que el paso de JLA por el ayuntamiento fue un
desastre en todos los sentidos. Vamos, que su reputación
política quedó tan maltrecha como la de la Perejila
de Antonio Gala.
Yo entiendo, también, que siendo Aróstegui cabeza visible de
un sindicato poderoso, los haya que le tengan cierta
jindama. Y prefieran soportar sus críticas acerbas con tal
de que no les monte un cirio, llegado su momento, por
asuntos concretos que nunca faltan en las empresas y mucho
menos en las Administraciones.
Y así podría continuar enumerando causas por las cuales los
políticos prefieren meter la cabeza debajo del ala ante los
ataques insistentes de quien un día a la semana decide
desfogarse. E incluso, vaya usted a saber, a lo mejor le
sirve de excitación placentera.
Ahora bien, lo que me impide ignorar a Juan Luis
Aróstegui, la verdad sea dicha, es el que no cese de
meterse con los medios de comunicación. Así, nos quiere
hacer ver que sus fracasos electorales se han debido a que
siempre ha sido víctima de una oscura confabulación
mediática.
¿Por qué?...: Ah, porque todos los partidos le tienen miedo
a que el Partido Socialista del Pueblo de Ceuta vuelva a la
Asamblea. Más que miedo..., pánico; dice el hombre a quien
sus seguidores lo han convencido de que es el más grande
político que haya nacido en Ceuta y predestinado a ser el
que conduzca a la ciudad por caminos de glorias impensables.
Y bajo ese convencimiento, capaz de turbarle la sesera
cuando menos lo espere y puede que hasta ocasionarle
desvaríos necesitados de tratamiento sicológico, ha dado en
la manía de despotricar contra la prensa en general. Y no se
ha cortado lo más mínimo, una vez más, en poner a los
periódicos, emisoras de radio y televisiones como chupa de
dómine. Y ha vuelto a llamar mercenarios a quienes trabajan
en ellos. Destacando el extraordinario poder que ponen al
servicio de Juan Vivas.
Conviene recordarle a Juan Luis Arostegui, así por encima,
que no hay prensa libre. Si la prensa pertenece a un
propietario privado, no está libre de sus deseos. A pesar de
todo ello, o sea de sus denuncias, él es, sin ser diputado,
la persona que más aparece en medios privados y en los
públicos. Ya que raro es el día en el cual no viene su
careto en los papeles o aparece su jeta en las televisiones.
Más le valdría, pues, asumir su fracaso. Y no creerse que es
Winston Churchill.
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