Aquella mañana Ceuta apareció conquistada por grupos de
jóvenes con aires de otras tierras. Chicas y chicos con
hambre de comerse el mundo. Tomaron la ciudad por la fuerza
de los ideales y ese coraje con el que empuja la juventud.
La invasión juvenil de nuestra tierra estuvo inspirada por
IU, según se dijo. El objetivo, manifestar una repulsa por
la valla del perímetro fronterizo y sus recientes reformas.
En sus manos algunos portaban litronas de cerveza mientras,
en sus cabezas, golpeaban las conciencias de unos estados de
cosas que ellos a lo mejor logran cambiar en el futuro. En
sus corazones latía la sangre con la que otros jóvenes han
ido pintado de rojo esa alambrada maldita, con la que los
ceutíes ricos nos protegemos del mundo “plus ultra”.
Vinieron jaleados por IU. Desmérito añadido. De haberse
tratado de movilizaciones de las juventudes del PSOE o PP,
puede que no se hubiera puesto tanto acento indicando que
eran cachorros manipulados. Como si los jóvenes estuvieran
libre de influencias, como si los mayores estuvieramos
desenvolviéndonos en nuestros actos cotidianos con plena
formación e información para adoptar las decisiones de un
modo poco contaminado, con lo mucho que se nos intoxica a
diario desde los diferentes medios de la izquierda y de la
derecha.
Esa protesta en Ceuta se contempló como absurda.
¿ Cómo ibamos a vivir aquí sin esa bendita valla que nos
protege de las continuas invasiones de los actuales
bárbaros?. ¿ Qué sería de nuestra civilización local,
heredada y depositaria del legado portugués?.
Nunca llegué a comprender del todo las verdaderas
motivaciones del gobierno marroquí de aquellos años,
mediados de los setenta y primeros de los ochenta, que tuvo
a bien retirarle a mi querido y difunto padre, Joaquín, su
licencia de caza privándole de su mayor debilidad.
En la Aduana de El Tarajal, la policía marroquí expuso mi
retrato de forma más destacada que las propias fotos de los
delicuentes comunes más perseguidos de la época. Si alguien
llevaba en su coche un ejemplar del barco de papel se lo
quitaban de inmediato. ¿Se acuerdan?. Pero la pregunta en el
aire sigue siendo la misma. ¿Por qué?.
El barco de papel nunca tuvo como propósito entrar en la
política interna marroquí, entendiendo que son los propios
marroquíes quienes tienen que hacer sus deberes. Ahora bien,
cada vez que ocurría algo en nuestra relación de vecindad,
se criticaba: patrulleras marroquíes persiguiendo a barcos
de pesca hasta la misma playa de la Ribera; detenciones por
parte de policías marroquíes en pleno centro de la ciudad…
Se trataba de casos puntuales y los denunciamos como
entendimos que era nuestra obligación.
Por contra cuando nadie quería saber nada del “morito”, no
como ahora que a todo el mundo se le pierde el culo por
atenderlos, los votos producen efectos mágicos, logramos que
las autoridades del momento recibieran a los miembros de la
Asociación Musulmana de Ceuta, a los que se les cerraban
puertas y ventanas.
Insistiré en este apunte porque me parece esencial.
A los musulmanes nadie los quería escuchar de forma
personal. Si tal ocurrió fue debido, en gran parte, a una
política informativa del barco de papel , tendente a que se
reconocieran los derechos y obligaciones de ese colectivo.
Me permito poner por testigos de mis afirmaciones al
secretario general de la Asociación Musulmana local de aquel
entonces, Subaire y al secretario general nacional de los
musulmanes españoles, desplazado expresamente desde Madrid,
para felicitar la labor informativa desarrollada en pro de
los musulmanes ceutíes.
Desde el barco de papel abogamos por el control una y otra
vez: que quienes tuvieran que estar en Ceuta lo hicieran de
forma legal. Las familias nacidas aquí de toda la vida eran
españoles musulmanes y los portadores de aquel documento
expedido a los sólos efectos censales, la famosa tarjeta de
estadística, tendría que sufrir una revisión puesto que el
Código Civil no daba a sus poseedores acceso a procesos de
nacionalidad.
Nuetra máxima era la de exigir que el asentamiento de
marroquíes en nuestra tierra se produjera bajo los
mecanismos de la oportuna fiscalización. Es decir, que los
masivos asentamientos ilegales de marroquíes se convirtiera
en materia de preocupación para nuestros gobernantes.
De ahí que preguntamos, por activa y por pasiva, cómo era
posible producir ningún tipo de control sobre lo no sujeto a
control. Se estaba desarrollando una invasión pacífica y
consentida, que lo único que no tenía era ese nombre
inapropiado de “tortuga”, a no ser que se trataran de
tortugas gigantes que hubieran llegado a nuestras playas
procedentes de las islas Galápagos, con Darwin entre ellas.
Se estaba creando para estas olas gigantescas de nuevos
pobladores una barriada próxima al país vecino, por si había
que salir corriendo y de fácil acceso desde el lugar de
origen. Se estaba desarrollando el asentamiento del gueto
del Principe Alfonso.
Faltó escribirlo en arameo.
Desde el barco de papel pedimos, una y otra vez, erradicar,
desmantelar por completo ese gueto, derribar todas esas
barracas de construcción ilegal que proliferaron a un ritmo
alarmante y vertiginoso: hoy, había una chapa; mañana, una
barraca; pasado, una casa. Luego… ¡vaya usted a saber!.
En la actualidad, qué quieren ustedes que les diga. ¿Quieren
conocer mi opinión?.
El Principe Alfonso es todo un ejemplo de caos urbanistico.
No hay por donde coger a esa barriada, construida al amparo
de las noches y las prisas que dan las situaciones de
ilegalidad. La política de los hechos consumados.
Pienso como pensaba. La echaria abajo y construiría una
barriada nueva diseñada como mandan los cánones
arquitectónicos-urbanistísticos de nuestro país, de España.
El Principe Alfonso empezó siendo un cáncer social y sigue
siendo el escondite preferido y perfecto para todo. Sin
exageraciones. Les cuento.
Un día estando yo ocioso, como de costumbre, alguien me
recomendó que me fuese en busca de trabajo al Principe.
Dicho y hecho.
Me encaminé hacía tal paraje y, estando ya en las
proximidades del barrio, observé a un grupo de personas que,
cuesta abajo, venian corriendo en la dirección donde me
encontraba. Enseguida salió mi vena de periodista en paro,
poniéndome a preguntar por la razón de tan precipitada
huida. Los improvisados corredores siguieron con su carrera
sin que ninguno se detuviera para darme una respuesta, sin
detenerse, sin mediar palabra, pasando por mi lado a toda
velocidad. Tan sólo uno de los espantados, tirándome del
brazo, me hizo ademán de que me uniera al grupo de asustados
corredores, sin más explicaciones. Sin saber de qué iba todo
aquello me encontré corriendo a toda prisa, a toda
velocidad, esperando con ansiedad, por mi deformación
profesional de periodista en paro, tener noticias sobre lo
que estaba pasando. Al cabo de correr y correr un buen rato
y ya a salvo de amenazas desconocidas, me contaron lo
ocurrido: se había escapado un tigre de la casa de un vecino
del Principe atacando, al parecer, a varias personas.
Mientras tomé aliento no pude por menos que acordarme de la
familia del que hasta allí me había enviado para buscar
trabajo. ¡Qué mala leche¡.
Uno ya estaba al tanto de la relación de trato con
determinados “leones”, pero no tenía en absoluto experiencia
alguna con los tigres. Era una cosa nueva.
Y es que el Principe es como es. El Principe no es un barrio
al uso. El Principe es mucho Principe. Lo que no encuentres
en el Principe, ¿dónde lo vas a encontrar?: desde una muñeca
de la “señorita Pepis” hasta un manual para tener, en tu
propia casa, un doméstico tigre de compañía.
Pero, vuelvo a preguntar: ¿cómo se puede controlar lo
incontrolable?. La realidad me despertó de mis sueños de
jóven capitán del barco de papel .
Si no es posible guardar las casas de dos puertas, porque
son malas de guardar; si no se puede evitar la invasión ante
la carencia total de un minimo freno, de control, de vallas,
o alambradas protectoras y limitadoras, entonces, ¿de qué
hablamos?.
Desperté de mis fantasias de jóven y la realidad me obligó a
renunciar a ese bonito sueño de un mundo sin fronteras. Abrí
los ojos y contemplé, con asombro, que nuestra tierra ceutí
estaba en su perímetro fronterizo de ocho kilómetros
cuadrados , vigilada, protegida, por unos pocos guardias
civiles del puesto fronterizo de El Tarajal y una pareja,
pareja más pareja menos, de la Benemérita recorriendo los
montes de García Aldave e Isabel II hasta Benzú Smir.
Y poco más.
Fue entonces cuando la primera exigencia pública del barco
de papel tomó cuerpo en el orden de prioridades. Se estaba,
estábamos vendiendo, mejor dicho, regalando Ceuta y nadie
parecía querer verlo. Tan generosos eramos los ceutíes que
no nos importaba lo que estaba sucediendo.
De ahí que esa mañana, cuando contemplé a los jóvenes
pidiendo a gritos el desmantelamiento de nuestra muralla de
alambres, no alcanzaba a comprender la incomprensión, el
desprecio, con el que los ceutíes recibimos a los jóvenes
manifestantes. Estaba claro que esos jóvenes, manipulados o
no, pedían un sueño, pero acaso ¿no hemos estado “durmiendo”
los ceutíes hasta fechas recientes?. ¿En nuestro caso se
trató también de un sueño, de un ideal?. ¿Por qué se había
vendido Ceuta?. Digo más: ¿vendido o regalado?. Aunque
algunos intentamos hacer de “despertadores”, un despertador
que terminó estrellado contra la pared para que no siguiese
dando la alarma. Era más rentable seguir “durmiendo” el
silencio conveniente sin molestas sirenas que alertaran a la
población.
Agrupados fenicios cerraban sus tácticas, sus planes, sus
estrategias….
Copiaron, ni para eso fueron originales, de las batallas
griegas utilizando dos caballos de Troya: uno, situado en la
política; otro, ocupando la plaza vacante de “Il barbieri”
de la ópera, poniendo especial atención en el champú
anticaspa. Lavó, gentilmente y todos los días, durante
varios meses, la cabeza de mi querido y difunto padre,
Joaquín, al que confundia con el cuento de que tales
aplicaciones eran necesarias, más que por la caspa, para
reponer y evitar la caida del pelo…..
Desde el hundimiento del barco de papel, por el año 83, la
relajación , la tolerancia, sobre mi tema preferente la
valla -ahí está la hemeroteca- fue de una manifiesta
cándidez digna de esos jóvenes rebeldes de Jeanette.
Quitaron mi foto de la Aduana marroquí. El “boletín oficial”
ya pudo pasar hacia el país alauita sin problemas… Algunos
hasta compraron propiedades en Marruecos. Eso sí: mi padre
nunca más pudo ir de caza al vecino país. ¡Cómo arruiné su
vida y la de mi familia!. De no haber jugado la partida de
forma romántica, es seguro que nadie me habría ganado a
hacer caja en lugar de contribuir, humildemente, en el
desarrollo de la democracia local. A buen seguro que mi
familia, hoy en día, seguiría teniendo la propiedad del
barco de papel y mi sobrino Kinito sería el hijo de uno de
los dueños.
A mi destino sólo le pido una cosa: que tenga a bien
librarme cuanto antes de mis ataduras con este pueblo, para
poder así marchar en la tranquilidad de no volver la vista
atrás.
Me voy al Ayuntamiento, en vías de Asamblea y me entrevisto
con el cronista oficial de la Ciudad, José Luis Gómez
Barceló. De él necesito información sobre el padre de uno de
los dos reclamos del “socialisto”. Amablemente me la
facilita. La calle de la Gran Vía y la escultura de cuerpo
entero del último alcalde-médico, de la República en Ceuta,
son perlas merecidas y acertadamente dadas. El nombre a los
congresos de periodismo, una solemne tonteria.
La verdad es que desconozco si la llamada se produjo a cobro
revertido. Desde Bruselas dan un golpe de teléfono. Están
preocupados, pues vienen observando que la población europea
está cambiando de color sin que para ello exista una razón
de mestizaje, de carnaval, de locura masiva a la moda Mikel
Jackson, pero en proceso químico contrario.
Corre el año 95 y la Uniòn Europea pregunta por la causa del
coladero de tanto negrito. Fondos FEDER, cinco mil millones
de pesetas y vallazo que te crio al negro. Se le acabó el
rico Cola Cao a más de uno.
Pero los negritos, por cierto, en ningún momento llegaron a
nuestra tierra para quedarse en ella más que el tiempo
necesario para saltar a otros paraísos de acogida.
No obstante, de no haber sido por ellos, por esos negros, no
sé a cuento de qué estaríamos hablando ahora de mirar hasta
debajo de las piedras. ¡Cuánto amor por Ceuta!, ¡cuánto
celo!.
Dícen que hay amores que matan y no estaría de más a estas
alturas no levantar de nuevo las vedas. En su momento fue la
del “pato”; en el Medievo la caza de brujas. En abril del
2007 todavía nos permitimos sembrar alegremente semillas de
odio, de racismo, hacia el marroquí. Proclamar como una
especie de persecución cazafantasmas. Sin reparar que ni
todos los españoles somos terroristas etarras, ni todos los
marroquíes son terroristas, mujeres-hombres bombas. ¡Qué
falta de talante!.
Habrá que arreciar, por tanto, con mensajes claros exentos
de toda carga de contenido xenófobo: será expulsado de la
ciudad cualquier individuo extranjero , marroquí o no, que
no esté en posesión del obligatorio pasaporte.
El mundo está loco. Son tiempos difíciles. Cualquier chalao
es combatiente vasco o mártir terrorista. Es una lacra con
la que tenemos que convivir.
Tal vez unos jóvenes como los que vinieron o nuestros
límpios jóvenes ceutíes, logren que vivamos a la sombra de
árboles que nos den paz y tranquilidad de convivencia. Ojalá.
La “aparente” persecución de hasta los marroquíes en
posesión del legal pasaporte, no favorece en nada una
política de verdadero entendimiento con aquellos con los que
estamos “condenados a entendernos”. Son nuestra única fuente
de ingresos que, además ahora, entran en su mayoría de forma
regulada y legal.
Que la cacería, que la persecución, que la busca y captura,
sea para los que pernoctan porque, pese a estar en posesión
del pasaporte, el Convenio-Tratado no les permite pasar la
noche , será un tema sobre el que deseo escribir en otra
ocasión.
Será por la maldita carrera del Principe. Será porque por
este viernes ya les he cansado bastante con mis inquietudes.
Será porque sin un hermoso monumentazo al negro, Ceuta no
tendría a fecha de hoy razones para poder seguir hablando
ante ningún foro internacional. Será por lo que será. No lo
sé.
Olvido, para concluir, la reflexión más importante, más
esencial.
De otro lado, los negritos son los auténticos, verdaderos
culpables, responsables, de que los mismos de siempre
perdieran los pingües beneficios, del chollazo del
contrabando a “puertas abiertas”. Nunca mejor dicho.
Entonces, va a ser que se quedan sin monumento. Total, para
uno verdaderamente merecido….
Así pues, los ceutíes debemos recordar el año 1995 como la
fecha en la que los negros lograron materializar el reto, la
máxima aspiración de mi barco de papel . Lo mandaron al
fondo del mar ceutí por decir lo mismo que, años más tarde,
muchos años después, vino a proclamar la Unión Europea: que
estábamos vendidos. Pero no precisamente a los negros. Ni
por los negros. Más bien por unos ceutíes de pro que, en su
amor a esta tierra, la hipotecaron en su devenir.
Nos regalaron, pero no por altruismo; no por ser idealistas,
como esos jóvenes. Fue por ese contrabando salvaje.
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