La concejala de Lepe, María
Dolores Jiménez, ha vuelto a desnudarse otra vez. En
esta ocasión, la fotografía de su desnudo ha sido portada
del semanario interviú. Posado que ha sido posible gracias
al éxito que tuvo cuando en enero enseñó su cuerpo garrido
en la revista Lepe Urbana.
La teniente de alcalde de economía del ayuntamiento lepero,
perteneciente todavía al Partido Popular, es una mujer
fuerte y hermosa. Una hembra, de 35 años, con cara de niña y
cuerpo estupendo. De manera que estoy en desacuerdo con
Antonio Burgos al calificar a MDJ de jamona en su
columna titulada Concejala desnuda, Calvo vestida, del
martes pasado.
El estimado maestro sevillano, siempre tan certero en sus
comentarios, caracterizados por la burla fina, tranquila, y
pasados por las olas del mar de la Caleta, que traducido
significa gracia con estilo, ha sido injusto y algo
ordinario al decirle a la nudista lepera que se le ha pasado
el arroz y que además está gorda. No, maestro, no. Permítame
decirle que usted ha mirado la fotografía de la portada de
interviú con la lupa del puritanismo y muy alejado de ese
humor educado y amable del Cádiz señorial. Se le nota, así
lo percibo yo como lector suyo que soy, lo mal que le ha
sentado que una mujer del PP haya conseguido que muchas
personas hayamos quedado prendado de la cruz de la lepera.
Esa cruz que describía Hortensia Romero, Legionaria,
personaje del famoso relato de un gaditano genial:
Fernando Quiñones. Lo que es la cruz de la mujer, decía
Legionaria, o sea, una cinturita chica y larga, y luego
ancha-ancha de arriba y de abajo, una pechera que era un
alboroto, y el muslamen, que caían los hombres de rodillas
con los ojos cerrados y se hundían cieguitos ahí, como en el
mar, y ahí morían.
Maestro Burgos, de verdad, cuando esté en su escritorio, y
con permiso de su gato, vuelva a echarle una mirada a la
portada de interviú. Pero hágalo sin pensar que la Dolores
de Lepe no es digna de pertenecer al PP y sí dispuesto a
disfrutar de una señora treintona que es capaz de posar en
pelota viva y encima llevarse 60.000 euros del ala.
Eso sí, lo hizo después de decirles a sus padres si estaban
dispuestos a pasar por ese trance. Como corresponde a una
niña criada en un ambiente tradicional y preparada para,
llegado su momento, militar en un partido de una derecha que
ha venido sufriendo lo indecible por las leyes que han
aprobado unos socialistas que darían todo el oro del mundo
porque les saliera otra concejala que diera tan bien en
bolas.
Lo que no haría ZP, un poner, por convencer a
Trinidad Jiménez, icono de muchos hombres y mujeres,
para que se quitara la chupa y todo lo demás y dijera aquí
estoy yo echándole un pulso a la concejala tan denostada por
usted, maestro. Menuda alegría nos daría a todos que
cundiera ya esa moda de que los políticos se desnudaran.
Todo antes que tener que soportar a tantos pelmazos,
carentes de ideología y, sobre todo, ahítos de vulgaridad.
Pues no me negará, maestro Burgos, que hay que echarle mucha
voluntad para quedarse ante el televisor oyendo a
Zaplanas, Acebes, Pepiño Blanco...
Estamos en el siglo XXI: el siglo de las mujeres. Y serán
ellas quienes marquen la pauta en muchos aspectos. María
Dolores Jiménez ha optado por enseñarnos sus encantos y
renunciar a su actividad política. Y sin embargo, María
de la Pau Janer, escritora mallorquina, en vez
del despelote ha preferido ir como independiente con el
número ocho en el PP de Baleares, pero aclarando que no
respaldaría al PP de Mariano Rajoy ni al de
José Piquer, en Cataluña. Otra que tal baila,
maestro Burgos. Y un nuevo disgusto para usted...
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