Fue Simone de Beauvoir
(1908-1986), novelista e intelectual francesa, la que dijo
que “el problema de la mujer siempre ha sido un problema de
hombres”. Quizás tenga su parte de fundamento esta
afirmación. A la sociedad misma, a veces, le ha costado
reconocer la complementariedad recíproca del hombre con la
mujer y la mujer con el hombre, tanto dentro del hogar como
en la vida pública. Por ello, me parece un avance
fundamental conseguir mejorar el tratamiento que la
publicidad y los medios de comunicación dan a la imagen de
las mujeres y, por tanto, contribuir a avanzar en el camino
hacia la igualdad real. Desde el Observatorio de la Imagen
de las Mujeres del Instituto de la Mujer se han puesto manos
a la obra, y se han propuesto la creación de una Comisión
para impulsar la realización de acciones que, desde un
aspecto positivo y de colaboración mutua, contribuyan a un
cambio cultural.
En esa nueva y renovada apuesta por la mujer como persona,
pienso sobre la necesidad de redescubrir el valor de la
feminidad, lo que conlleva huir de inaceptables
discriminaciones y reaccionar ante formas, manifiestas u
ocultas, que la consideren un objeto. Hay que eliminar de
plano todas las situaciones en las que la mujer resulte
humillada y ofendida, violada en su espíritu ¿No es acaso
una grave opresión de la mujer considerarla solamente como
factor de producción, deseo o como elemento indispensable de
una economía de consumo? Sólo hay que echarle un vistazo a
los anuncios por palabras que se publican, en casi todos los
medios de comunicación, para darse cuenta de que la mujer
sigue teniendo un protagonismo fundamental en este tipo de
escaparates bochornosos. Por desgracia, la publicidad,
algunas veces se usa para promocionar vicios e inculcar
actitudes y formas de comportamiento contrarias a la
dignidad humana. Esperemos que este Observatorio de la
Imagen de las Mujeres tome buena nota de esas exhibiciones
publicitarias que buscando el lucro, sin recato alguno,
explota, sobre todo, los instintos sexuales del macho
ibérico frente a una mujer sumisa y servil. Esto pasa en un
mundo que pierde conciencia sensible, normas éticas y el
sentido de la responsabilidad.
Considero, pues, una necesidad este Observatorio de la
Imagen de las Mujeres para encauzar y conservar valores
esencialmente humanos, trasmitirlos a las nuevas
generaciones, preservarlos para la cultura globalizada.
Frecuentemente marginada por una sociedad marcada por un
espíritu competitivo-comercial, la mujer es depositaria de
un sentimiento más hondo que se perfecciona con el hombre,
cuando en verdad, entre ambos, se integra la gratuidad de la
donación como lenguaje de vida.
Ahora bien, creo que es vital una promoción femenina
singular, más allá de una simple homologación con el hombre,
puesto que se olvidaría de la dimensión insustituible como
mujer. Es más bien necesario que ese conjunto de valores
femeninos, distintivos de género y únicos, se consideren un
bien del conjunto de la comunidad humana, que no sea
despreciado y, mucho menos, estimado de nivel inferior al
hombre Este Observatorio de la Imagen de las Mujeres debe
instar, con sus actuaciones, a que se logre una auténtica
emancipación humana. La mujer no ha de tener necesidad de
renunciar a su propia feminidad o a la experiencia de la
maternidad, para poder realizarse o entrar en el mercado
laboral. Estimo que todavía la sociedad no anda muy sobrada
de cultura femenina, especialmente humanizadora.
En la relación mujer-hombre (hombre-mujer) se encuentra el
punto neurálgico de tantos problemas sociales. Los mass
media (que incluyen la prensa, el cine, la radio y la
televisión, así como la industria musical y las redes
informáticas), deberían tener más cuidado y enaltecer a la
mujer. Son demasiadas las ocasiones en las que se le trata
no como persona, con una dignidad inviolable, sino como una
cosa cuya finalidad es la satisfacción de los apetitos de
placer o de poder de otros. ¡Cuántas veces se minimiza el
papel de la mujer como esposa y madre! ¡Cuántas veces el
papel de la mujer en el mundo de los negocios no se tiene en
cuenta o se ridiculiza! Que ni el hombre reine ni la mujer
gobierne, que ambos se complementen para que la vida sea
puro verso. Una buena manera de que el mundo gane humanidad.
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