La diferencia que hay entre los
hombres y las mujeres es que ellos hablan bien de ellas y
las tratan mal, mientras que ellas hablan mal de ellos y los
tratan bien.
Cuando le recité, de memoria, esta frase -perteneciente a un
personaje de un libro que leí hace ya su tiempo y que no
consigo encontrar en los anaqueles de mi biblioteca- a mi
interlocutora, ésta se me quedo mirando con ojos de gata.
Bien pronto, el tiempo que tardó en concederse un suspiro,
ella clavó en mí sus destellos luminosos y sin perder su
irónica sonrisa me dijo que ese truco masculino ya no colaba
entre el mujerío perteneciente al siglo XXI. Os comportáis
como niños necesitados de ser admirados a cada paso. Y a ser
posible por nosotras. Es cierto que soléis destacar los
méritos de vuestra pareja y que no escatimáis alabanzas.
Sobre todo cuando ella no está presente en la reunión. De
esa manera, alardeando de vuestra extraordinaria posesión,
estáis tratando de conseguir una opinión favorable.
-¿Cómo?...
-Sí, hombre, buscáis el que los oyentes digan: este hombre
debe ser magnífico en todos los aspectos, y, por ello, digno
de contar con una compañera estupenda No olvides que una
mujer que tiene un mal marido es una víctima; y un hombre
que tiene una mala mujer es un ser lamentable. Es lo que
habéis dicho vosotros toda la vida. A propósito: ¿has
contado las mujeres que forman parte de la candidatura del
PP, en la próximas elecciones?
-Creo que son once.
-Así es. Once mujeres en una lista compuesta por veinticinco
aspirantes a ser diputados. Y tú dirás que han sido elegidas
porque sí...
-No me atrevo a darte mi opinión.
-Verás, los partidos políticos, como las empresas y las
instituciones, han sido siempre gobernadas por los hombres.
Nada nuevo. Mas ahora vosotros os habéis dado cuenta de que
las mujeres no tienen nada que envidiaros. E incluso, he
aquí lo más importante, con ellas os resulta más fácil
conseguir logros. De hecho estamos viendo de qué forma
compiten los partidos en ver cuál de ellos cuenta con más
participación femenina. Y en este aspecto, el PP de Ceuta,
sin ningún género de dudas, ha dado el primer aldabonazo.
-Sea como fuere, amiga mía, lo que los hombres siguen
detestando es que las mujeres se comporten como hombres.
Muchas veces he oído, en tertulias masculinas, lo bueno que
sería que las políticas dejaran de usar el traje de chaqueta
y pantalón como si fuera el uniforme que les concediera el
equilibrio suficiente para hacerse respetar. Y hasta que
imiten lo malo de nosotros.
-Es decir, lo que propones es que las mujeres acudan a su
despacho vistiendo minifaldas y enseñando el liguero. Y
mostrando, por qué no, un escote generoso.
-¿Acaso es malo que las mujeres luzcan sus encantos?
-En absoluto. Hasta ahí podríamos llegar. Pero siempre
acorde con el momento y la situación. ¿Lo entiendes?
-A medias...
-Claro, porque por medio del vestir seguís manteniendo las
diferencias entre partes. No sé a quién le he leído,
últimamente, que a los hombres les inquieta una sociedad
unisex, y que una civilización andrógina les repele.
-Sin embargo, el veros como diferentes no quiere decir que
os tengamos por inferiores.
-Bueno. Todavía hay tipos reaccionarios o jóvenes idiotas
que hablan de la superioridad del sexo fuerte.
-¿Me permites una pregunta?
-Por supuesto...
-¿Es fácil ser hombre?
-No. Nunca lo fue. Y menos ahora que el desconcierto os
abruma. Lo cual es muy peligroso. Y me remito a los hechos
criminales que no dejan de suceder.
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