Buenos días, jefe, me imagino,
sino es mucho imaginar que ya sé habrá quedado usted
tranquilo con la salida de la lista de los populares.
Porque, hay que ver, la perra que se había cogido con la
lista, cómo si le fuera algo en ello. No, por favor no me
diga nada, ya sé que, a usted, lo de la lista de los
populares le traía sin cuidado, pero no negará que estaba
deseando conocerla.
Hombre, enano, tenía cierta curiosidad, eso no, lo voy a
negar. Mi curiosidad, más que nada, estaba centrada en ver
cuántos había acertado de mi particular lista. Y, la verdad,
tengo que decirlo me he equivocado en muy pocos y, sobre
todo, he acertado todos aquellos que no iban a ir en la
misma.
Bueno, jefe, esos acierto no son para tirar cohetes. Algunos
de los que no iban a ir en la misma, lo sabían hasta los más
tontos del pueblo. Vamos, no es por nada, pero yo no me
apuntaría esos aciertos como tantos conseguidos. Los que no
iban a ir, en esa lista, estaban más cantado que “macarena”.
A que va a resulta qué está, usted, en baja forma. No me lo
puedo creer.
Mira, enano enterao, que eres un enterao de las moñas, ni
estoy en baja forma n i nada parecido. Los aciertos, te
gusten o te dejen de gustar, me los tengo que apuntar, tanto
en cuanto, he acertado en un noventa y nueve por ciento los
que iban y pleno en los que se quedaban fuera. Cómo se te ha
quedado el cuerpo.
Pues se me ha quedado igual que lo he tenido, siempre,
chiquitito pero matón. O sea como Pancho López. Es más,
después de escucharle, creo que todo está atado y bien
atado. ¿O no es así, jefe?.
Si tú lo dices, igual aciertas, porque tus razones tendrás
para ello. Que conste, en acta, que yo no he dicho nada. A
mi me da, exactamente, igual que todo esté atado y bien
artado o que deje de estarlo. Ese no es mi problema porque,
entre otras muchas cosas, nada me une a ese partido.
Ya que estamos metidos en harina y no de otro costal me
podría decir, jefe, cuál ha sido la reacción de los que se
han quedado fuera de la lista.
Pues te lo puedes imaginar, enano del alma, cabrero subido a
grandes alturas. Ilusiones rotas y destrozadas las cuentas
de la lechera que, algunos, se habían hecho. Nada me
extrañaría, enano, que algunos de ellos largaran por esa
boquita de piñón lo que no está escrito. De hecho, el otro
día, me vinieron a contar ciertas historias. Historias que
he guardado en mi libreta de guardar cosas, por lo que pueda
pasar. Oye, igual pasan algunas de esas cosas que me han
venido a contar y me gusta estar enterado de todo. Nunca se
sabe si estos, cuenta cosas, pueden decir la verdad.
Jefe, usted que presume de tener esa intuición dada por la
mejor universidad del mundo, la calle, me podría adelantar
los cargos que ocuparán algunos de los consejeros que, de
esa lista, consigan su apta de diputado.
Te podría dar nombres, pero como empiezas a dudar de mis
facultades, no te voy a dar ninguno. Bueno, pensándolo bien,
te voy a decir que a quien le habían prometido el área que
le correspondería, no lo va a poder tener por el asunto de
la incompatibilidad. Y no digo más
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