Tras el frustrado ataque de los países árabes -incumpliendo
el acuerdo de las Naciones Unidas- al naciente Estado de
Israel, se desató el doloroso drama de los refugiados en una
doble versión: palestina y judía.
En cuanto a los primeros y tomando como base cálculos
oficiales y solventes, según fuentes de la ONU entre abril y
diciembre de 1948 unos 750.000 árabes huyeron de Palestina,
incitados en muchos casos por sus propios dirigentes (como
el Gran Muftí de Jerusalén) que les prometieron una rápida
vuelta “después de la destrucción total de Israel”. Así, a
finales del mes de abril más de 20.000 palestinos habían
alcanzado Líbano y Siria mientras que a fecha 5 de mayo unos
120.000 partieron de Haifa y Jaffa. Es evidente que en su
táctica de defensa las tropas israelíes empujaron en algunos
casos a la población palestina fuera de sus hogares, pero no
lo es menos que hay numerosos documentos incitando a la
calma, como el “Comunicado a los árabes de Haifa” firmado
por la Federación de Trabajadores Judíos (la “Histadrut”) el
28 de abril: “No temáis. No destruyáis vuestras casas con
vuestras propias manos. No suprimáis vuestras fuentes de
trabajo. No provoquéis vuestra propia tragedia con una
innecesaria evacuación. Al mudaros os entregaréis a la
pobreza y a la humillación”. La realidad es que más de
160.000 árabes palestinos pemanecieron en Israel o volvieron
a sus hogares a lo largo de 1949.
Por otro lado, mutatis mutandis, cerca de 900.000 judíos
vivían al final de la II Guerra Mundial en los países
árabes. ¿Cuántos quedan ahora?. ¿Se han preguntado alguna
vez los musulmanes por qué huyeron?
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