La visita ayer a Ceuta de Juán
Mesquida, director general de la Policía y la Guardia Civil,
se hízo notar en la frontera. Aunque ya me lo temía y
adelanté por ello mi llegada a El Tarajal a fin de llegar a
tiempo a la inauguración, en la UNED, de las “V Jornadas de
Geopolítica y Geoestrategia”, la realidad superó a la
ficción: tres horas, tres, se metió el firmante en un “macro
botellón” automovilístico motivado por las draconianas
medidas de seguridad -y exhibicionismo- adoptadas por las
fuerzas de seguridad españolas en el acceso a “Fort Apache,
quiero decir y perdonen a la Ciudad, atemperadas por la
gentileza de las autoridades marroquíes que me permitieron
en el último tramo un notable “escaqueo” de la cola. Lo sé,
siempre hay “clases”, ¡qué le vamos a hacer!. En todo caso “chukram”,
gracias.
Otro pintoresco detalle, símbolo de los procelosos tiempos
que vivimos y que no deja de tener su enjundia: pese a la
larguísima e interminable cola que hubieron de sufrir los
automovilistas (en un 80% marroquíes) no hubo el menor
atisbo de protesta, comportándose el personal con más
paciencia que el bíblico Jacob. Por algo será, dígo yo.
Pese al notable retraso -me perdí al profesor Carlos
Echevarría- conseguí aterrizar en las jornadas a tiempo de
oir al segundo ponente, el Dr. Florentino Portero, quien
disertó con brillantez y valentía -no habitual en los
tiempos que corren- sobre las diferentes perspectivas e
intereses del enrevesado conflicto palestino-israelí.
Mi sorpresa fue la magra asistencia de público y francamente
no lo entiendo, pues tanto el interés de la temática como la
calidad profesional de los ponentes son evidentes. Bien es
cierto que por la tarde y a la ponencia del Director del
“Instituto Universitario Gutiérrez Mellado”, el profesor
Isidro Sepúlveda, hubo más concurrencia aunque la
participación en el coloquio fue prácticamente nula.
Y es una pena, porque tanto hablar del “Diálogo de
Culturas”, la convivencia de marras, la necesidad de
conocernos.... y cuando se tiene la oportunidad -como es el
caso- de un foro universitario, solvente y atemperado, en el
que con toda libertad -estamos en un país occidental- se
pueden exponer ideas y planteamientos sobre un problema
geopolítico de primer orden, falta público y, sobre todo,
faltan personalidades que puedan enriquecer el debate. Mucho
“chau, chau” pero, a la hora de la verdad y cuando
precisamente hay que estar, el tan cacareado “diálogo de
culturas” brilla por su ausencia, como si no fuera otra cosa
que un “rollito de primavera”.
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