Soy de letras, por lo que, mi
desconocimiento del cálculo y de las estadísticas son muy
relativos pero, desde mi simpleza y visto el espectacular
desembolso económico que supone el que, nuestros pescadores,
faenen en aguas marroquíes, hago cábalas sobre el precio al
que sale cada sardina y la verdad y valga la redundancia, no
me salen las cuentas. Y, encima, hay quienes bufan, como
gatos rabiando, porque, los vecinos consideran como propias
las aguas del Sáhara. Y, en este supuesto, como soy de las
que apuestan por un Sáhara marroquí, gestionado y
administrado desde Rabat y huyo de los romanticismos,
costosos romanticismo, de una nación saharaoui independiente
que sería, sin duda, otro sacadero de dineros en ayuda y
cooperación para los contribuyentes de la UE, me parece muy
lícito el que, los astutos marroquíes, utilicen la política
de los hechos consumados, se pongan la corrección política
por montera y le hagan un hipotético corte de manga a los
grimosos profesionales de la buena conciencia. La
testiculina fina, es muy apreciada por servidora en la cosa
de los avatares políticos y sigo el axioma del clasicismo
griego lacedemonio que glosa lo de “más tiran los políticos
con cojones, que los políticos llorones” ¿Qué dicen? ¿Qué
suetedes han estudiado griego clásico y no atinan a
determinar en qué texto aparece la aseveración” bueno, pues
en algún lugar de la Iliada o puede que sea de la Odisea,
pero estar está, que lo sé de buena tinta porque me lo ha
dicho un taxista y ya se saben que, en el taxi se oye de
todo y ese taxista se lo oyó a un catedrático o a un bedel,
da igual, no me discutan.
Cojones los marroquíes para capitalizar y recapitalizar sus
jurelillos y ponerlos a cotizar en bolsa a un precio que, se
diría que, los pescados, tienen escamas diseñadas por Kart
Lagerfield para Chanel Haute Couture. Y es que, los
celtíberos, somos obcecados y nos ha entrado la manía en
gastar toneladas de euros en que faenen cuatro barcos y
medio, con más requisitos que los que se presentan a una
oposición a notarías y con más dengues que una marquesa
dieciochesca. Todo dificultades y normas por cuatro sardinas
pochas y dos pulpos añosos, cuando sería infinitamente más
cómodo y eficaz, repartir generosamente los dineros haciendo
ricos a nuestros pescadores, instalar un centenar de buenas
piscifactorías dotadas de los últimos avances para
abastecernos de merluza congelada a precios de ropa de Zara,
ponernos a criar pescados, hasta transgénicos a precio
baratero, enchironando, de entrada, a los intermediarios que
son tan listos que merecerían ser marroquíes o fenicios y
dejarnos de tirar los dineros en los mares que no son
nuestros y que resulta pescar tan caro como si cada merlo
saliera con una hipoteca y una refinanciación de las deudas
(otro timo del tocomocho para arruinar las economías y
amargarle la vida a los ciudadanos).
Pero, lo sensato sería dejar de restregar por los hocicos en
los telediarios a los hipotecados contribuyentes, los
cientos de miles de euros que cuesta echar las redes porque,
para el pueblo llano, son dineros que se esfaratan y que
podrían remediar muchas fatiguitas bien invertidos en
España. Pero pescar jurelillos vestidos de Chanel o de
Christian Dior, con los logotipos en las escamas es muy pijo
y gastar una ingente fortuna en ello se llama “negociación
al más alto nivel”. Negocios los que hacen los vecinos y con
un par de huevos, con o sin logotipo de Louis Vuitton.
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