Huele a Cedro y a astillas de pino. El repiqueteo del buril
golpeado por la mano, segura y experta, de los talladores.
El estruendo de la sierra es la música propia del escenario
en que se convierte el taller de la Carpintería ‘El Quinto
Pino’, las manos que están dando forma al sueño de la
comunidad hindú de Ceuta completando la talla de los adornos
de madera que cubrirán el esqueleto del futuro templo. Es
una obra de mucha envergadura, puesto que las curvas
imposibles y las filigranas características del estilo hindú
llevan un buen puñado de días plasmarlas en el bloque bruto
de Cedro, virgen aún, sin explorar ni profanar.
El trabajo que vienen realizando los trabajadores de ‘El
Quinto Pino’ desde hace más de siete meses, es una labor que
no tiene precio. Todo el proceso se hace a mano, paso a
paso, una labor que no es nada común en los tiempos que
corren, cuando la informática y la mecánica han terminado
con los talleres de oficios tradicionales, y han eliminado
muchos artesanos, que han quedado relegados a la condición
de ‘recurso humano’, casi una parte más de la máquina que le
hace el trabajo. Pero este no es el caso, los compañeros de
Juanjo,depuran las maderas traídas desde Canadá, y
desarrollan todo el proceso creador en nuestra ciudad.
La obra está muy avanzada, y se espera que se termine para
el próximo mes, todo un reto teniendo en cuenta que una
pieza tarda casi 10 días en terminarse. Ayer colocaron las
ventanas y habían terminado los pilares, que se han
elaborado a mano y mediante el mismo método que empleaban en
la antigüedad para construir los barcos.
La última fase que han completado ha sido la de los pilares
que recubrirán los cimientos del templo. Se ha elegido
madera de Cedro porque es la más resistente a los insectos y
no es atacada por la humedad, no en vano los fenicios,
primeros ‘urbanizadores’ de Ceuta, construían sus barcos con
madera de este árbol, y los primeros templos de la
humanidad, los de Mesopotamia, utilizaron para su
cimentación el cuerpo de este árbol.
Toda una lección de historia la de la marcha del acabado de
las obras. La comunidad hindú, ‘Shindi’ en su mayoría, se
dispersó por el mediterráneo y por todo el mundo hace
sesenta años, cuando protagonizaron uno de los éxodos más
grandes en cuanto a población movilizada de la humanidad, al
salir cerca de 11 millones de personas de sus tierras en
Pakistán. Ahora la Ciudad quiere que cuenten con un templo
central donde poder orar y practicar sus cultos, y este
templo que se inaugurará dentro de un mes aproximadamente
cubre sus expectativas y les llena de ilusión.
Pero el trabajo es ímprobo, cada módulo sobre el que
comenzar a tallar los adornos de todo el templo requiere una
dedicación constante de talla milimétrica. Las ventanas que
ayer se terminaron de poder también han sido fabricadas a
mano, y sus detalles, que se han dibujado a golpe de buril
sobre modelos de la otra parte del mundo, pero que casan muy
bien con la tradición ‘orientalizada’ del arte español en
general y del ceutí en particular, heredero de una tradición
andalusí que, en buena medida, subsiste en pequeños detalles
diarios de la ciudad, tan pequeños como éstos que tallan
pacientemente sobre el Cedro las manos de los ebanistas.
Juanjo, de ‘El quinto pino’, se muestra muy agradecido por
la confianza que ha demostrado la comunidad hindú en su
empresa, en su capacidad de trabajo y en la de sus
compañeros, que como tallistas medievales, están
construyendo una ‘catedral’, un trabajo que no se hacía
desde la Edad Media.
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