Estimada Elena Sánchez: he
decidido escribirte, cuando creo que de lo tuyo se ha
cumplido el año o debe faltar nada y menos. En principio, te
diré que raro es el día en el cual yo no visito el jardín
donde tú estás inmortalizada y procuro hablarte lo sucinto.
Porque tampoco es cuestión de pegarse allí una hora
contándote dimes y diretes y que alguien salga diciendo que
uno ha perdido la chaveta. Ya que sabes, y si no yo te lo
digo, que hay gente para todo. Por tal motivo, he decidido
usar esta columna como epístola, para ponerte al tanto de lo
ocurrido el viernes en el Hotel Tryp.
Verás...: fue el día elegido para presentar a los candidatos
del Partido Popular, tu partido, con vistas a las elecciones
autonómicas. El acontecimiento estaba previsto que se
celebrara al aire libre; pero la primavera, de condición
voluble, obligó a que los organizadores recurriesen al salón
de la planta quinta del hotel. En él, con un lleno de aupa,
la clientela popular vivió momentos de entusiasmo. El
ambiente se asemejaba al que suele verse en los grandes
partidos de baloncesto.
El locutor, Javier Martí, todo un profesional en
estas tareas, iba nombrando a los futuros diputados y éstos,
entre aplausos y algunos vítores, de un público enardecido,
se iban situando en el escenario. Un escenario que tú
habrías ocupado, de no ser por lo tuyo. Porque no creo ni
por asomo que a ti la ejecutiva te hubiera sacrificado por
habérsete pasado la edad o por ser proclive a frecuentar
camarillas o amante de intrigas.
Te lo digo, Elena, porque los candidatos elegidos fueron
destacados por su juventud: nos dijeron que un 40% son
menores de 40 años. También se nos hizo saber que carecían
de mala baba. Y, cómo no, que estaban libres de resabios. En
suma: que allí se encontraba lo mejor de lo mejor con que
hoy cuenta el Partido Popular, en Ceuta.
Eso sí, debo comunicarte, antes de que se me vaya el santo
al cielo, que nada se dijo en relación con Carreira,
Rodríguez Ferrón, Coronado y Morales. Y
es que cuando se decreta ostracismo para algunas personas lo
mejor es, sin duda, olvidarse de ellas. Si bien todas, y
estarás de acuerdo conmigo, más pronto que tarde serán
recompensadas con canonjías adecuadas a cada forma de ser e
identidad. Hubo, claro es, un recuerdo cariñoso para
Enrique Conde. De quien me vas a permitir que haga el
siguiente comentario: cada día que pasa es un placer tenerlo
en cualquier tertulia. Últimamente le suelo ver mucho en
compañía de José Antonio Rodríguez. Que es, como tú
solías decir, la alegría de la huerta. En lo tocante a
Paco Olivencia, sólo se me ocurre recordarte que es
incombustible. El presidente, aunque quisiera, que no creo
que sea el caso, no se lo puede quitar de encima. Es cierto
que ya no es candidato a diputado. Pero seguirá asesorando
hasta que él decida retirarse a su finca rondeña.
No, no se olvidaron de ti. En absoluto. Mira, Elena, voy a
serte claro y a llamar a las cosas por su nombre: “La muerte
ha aparecido en todo momento como la situación marginal por
excelencia y por lo tanto necesitada de dotarse de un
sentido. Tradicionalmente tal significación se la ha
proporcionado la religión”. Asimismo las ideologías y la
política.
Pues bien, la tuya, añorada amiga, sirve para que tu partido
la exponga en momentos estelares. Que todo espectáculo está
necesitado de ese punto de emoción que el recuerdo de los
muertos suele producir entre la concurrencia. Los hay que
reniegan de ese deseo de querer sentar a la mesa a quienes
ya no están. Pero a mí me parece que es, sin entrar a
calibrar el grado de autenticidad que el hecho tenga, una
forma de mantenerte viva.
Un abrazo, y ya te contaré mañana, estimada amiga, algo más,
cuando acuda a tu jardín.
|