Se escandalizan. Se rasgan las vestiduras. Se sienten
víctimas. Ponen el grito en el cielo. Piden dimisiones.
Pobrecitos.
Cuando se estaba en aquellos años de transición, difíciles,
máxime en Ceuta, a este periodista, no es que lo espiaran,
lo tuvieron durante varios días sometido, por parte del
estamento militar, a un tercer grado sumarísimo. En los
archivos de información deben obrar todos esos folios que
rellenaron aquellos militares, cuántas horas se pasaron
conmigo, queriendo averiguar qué grupo era el que,
supuestamente, me apoyaba y estaba detrás de mí.
Todo lo referido fué publicado, así como la esperpéntica
condena que me recayó, un arresto domiciliario de unos días.
Eran los albores de la democracia, y los coletazos del
franquismo estaban por todas partes.
Me obsequiaron con más de cuarenta desacatos, figura ya
desparecida del ordenamiento jurídico español, me pegaron en
repetidas ocasiones necesitando tratamiento médico, recibí
amenazas de muerte, necesité protección policial, recibí
amenazas de bomba, me detuvieron y encarcelaron,
ilegalmente, desde la Delegación del Gobierno de Ceuta,
donde se encontraban reunidos el delegado, el alcalde y el
único juez que, por aquel entonces, repartía justicia por
esta tierra.
Y me coaccionó ese juez para que yo revelara mi fuente de
información, sin lograr que yo faltara a mi secreto
profesional.
A las horas de salir de la prisión de los Rosales me tuve
que ir al juzgado. En el despacho del juez, sentado en un
sillón, al fondo , como si se tratara de un convidado de
piedra, sin que nadie me lo presentara, sin advertírseme
para nada de que su presencia era para garantizar mis
derechos, el mismo juez que me había detenido y encarcelado,
de forma ilegal, me formuló una sola pregunta, de cuya
respuesta pendía un posible expendiente disciplinario por
parte del poder judicial. Poco importaba que la decisión se
hubiese adoptado en la Delegación del Gobierno, en compañía
del alcalde, Ricardo Muñoz, a quien deseo salud pero que no
hago por ir a verlo porque me faltan fuerzas. Que la
detención y encarcelamiento fuese ilegal carecía de mayor
importancia. Que el documento que publiqué, leiv motiv, de
toda esta penosa historia, no tuviera la clasificación de
secreto de estado. Que se demostrara que el incendio del
coche del primero que aparecía en la lista, analfabeto, pero
no obstante, en posesión de un permiso de circulación
hubiese sido motivada por un ajuste de cuentas, y no por la
publicación del documento, tampoco pareció tener mayor
importancia.
Sólo importaba que yo declarara si había sido obligado a
revelar mi fuente de información.
Aquel que me interrogaba venía de privarme de lo más amado.
Sucede que, cuanto más se ama la libertad, más difícil
resulta vivir sin ella. Mentí de miedo. Fuí un total
cobarde. Cuántas veces me he arrepentido. Aquel juez lo
único que quería de mí era saber el nombre del policía que,
según él, me había filtrado el susodicho documento. Pues
claro que me presionó, hasta el punto de encarcelarme para
reflexionar, según declaró. Ya me podía haber pagado una
habitación en la Muralla, o en el hotel Tryp, no te
fastidia, aunque todavía no existía.
Eran los umbrales de la democracia, y los coletazos del
franquismo estaban por doquier.
Así las cosas, cada día tenía que ser aprovechado para
mandar mensajes sin ambages.
La intentona golpista, 23 F, cuando el barco de papel
hundido estaba ya en la calle a primeras horas de la mañana,
y todavía no se habían resuelto del todo los
acontecimientos, yo titulé así en portada:
“UN GRUPO DE TERRORISTAS ASALTAN EL PARLAMENTO”.
Pero, desde esa fecha del hundimiento, yo ya no pude
participar, contribuir, con mi humilde aportación de
periodista independiente, en el desarrollo social,
democrático , de mi pueblo.
Las centrales sindicales siguieron con su trabajo, y uno de
los que ahora se quejan, llegó a tener parcela de
responsabilidad municipal. Conjuntamente con uno de los
muchos que a mí me salieron rana se repartió el alimento de
los dioses.
Fructuoso Miaja, demasiado noble y bueno para tanta
responsabilidad, les dejó hacer y deshacer. Controlaron y se
pusieron a barrer, para adentro, la Casita del Pueblo. Y,
sobre todo, miraron para otro lado. Les importó un pito que
la transición , en lugar de dar pasos hacia una democracia
cimentada y desarrollada en su espíritu ensencial, el
control de la gestión de la rex pública, hubiera dado pasos
no al frente, no en la dirección obligatoria, sino en la
dirección más rentable para los intereses particulares de
esos arquitectos, diseñadores de la pos-transición, hacia la
más burda vuelta atrás , de las tuercas , de ese franquismo
tan criticado.
Esta democracia se agotó, como el que esto escribe, en su
propia transición. Al menos, en Ceuta, la hundieron con mi
barco de papel, para que no se sintiera sólo en el fondo de
las aguas del mar ceutí. Lo que es de agradecer por mi
parte.
Un día sostuve una acalorada discusión con un sindicalista
de esta ciudad. ¿Cuántas personas habían colocado los
sindicatos a cambio del silencio de los corderos?. Me dijo
que había que fomentar el empleo. Claro.
Se ruborizan, menos mal que les queda un poquito de color
carmín de lapiz de labios, cuando les sale al encuentro de
sus vidas, el olor nauseabundo de las cloacas, de esta
democracia, de la que ellos son traseros agradecidos. Para
su desgracia, y aunque vayan en plan de principitos, de
adalides de los valores democráticos, se ven salpicados por
sus propios barros.
Depositan sus dardos, sus cargas de profundidad, sus minas,
en patrulleras expertas en hacer buen uso del material
bélico.
Navegan pertrechados a bordo de navíos de guerra. Entonces,
de qué se quejan. Y uno que iba en un barco de papel, con
los vientos de temporal que soplaban bien fuertes, por
aquellos años. Y uno, con estos pelos.
A caballo entre fraile franciscano, y jesuita, por su gusto
por el poder, el socialisto, el del BMW, utilizó para su
campaña otro reclamo al que paseó calle Real arriba, calle
Real abajo.
Aunque ni a aquel, recomendado, ni al hijo del último
alcalde republicano, mecánico, venido, quiero recordar, de
Málaga, terminaron de gustar las artes del artista
socialisto.
Ni el presidente de los populares ceutíes, ni el hijo del
último alcalde republicano de Ceuta, se presentaron,
finalmente , a aquellas elecciones municipales.
Pero el socialisto ya había vendido por la ciudad ambulante
las cajas de pescado con etiquetas de denominación de
origen, Gordillo y Antonio López, que en paz descanse, como
su padre.
Y a fe que el socialisto intentó volver a la lonja por más
peces mágicos, frescos y sabrosos, pero se encontró con la
mala suerte, el infortunio, de que ya estaba prácticamente
todo el pescado vendido y, lo más que le pudo indicar el
patrón, Santiago, es que ante la huída, la espantada de las
dos figuras del cartel, pues para que la cosa no se le fuera
a estropear, por ese qué dirán las gentes del pueblo ceutí,
se fuera a toda prisa al campo de fútbol, Alfonso Murube, a
ver si lograba localizar un poco de esa agua bendita con la
que, milagrosamente, se curan los futbolistas ante tantas
patadas como reciben en los encuentros.
Al socialisto le maravilló aquella solución. Él sólo quería
utilizar la imagen de esas dos figuras y, sin embargo, en
los últimos tramos de la campaña electoral se marcharon,
abandonaron la carrera. Y por si esto fuese poco, el
socialisto era el criticado. Así es la vida, y así son las
cosas. No se puede ir haciendo el bien. Les iba a llevar al
poder político, para que se convirtieran en supremos dioses
del cotarro local, y recibió plantillazos por parte de esos
desagradecidos advenedizos. De ahí que la pócima, el filtro
mágico, el agua del fútbol, le viniera, además de bendita,
como agua de mayo en aquella primavera electoral del 91.
Detrás de un mostrador, como un humilde y honesto trabajador
de esta tierra, que ya lleva muchos años sufriendo crisis
económicas, ruinas galopantes , para los trabajadores
locales , que no saben ya qué hacer para sacar adelante a
sus familias, se encuentra todo un verdadero lujo, todo un
lujazo, en una ciudad en la que la mediocridad,
afortunadamente, no es materia de preocupación, en el
sentido de que vaya menguando . No todo iba a ir mal .
Cuando le pregunto la razón por la cuál se dedica un buen
día a la investigación, no me sabe responder. Ignora el
motivo.
Y es que la mayoría de los genios son únicos porque
desconocen que se han puesto a desarrollar un trabajo
magistral, sin apenas ellos tener conciencia de la
importancia y magnitud de su obra , en la que prácticamente
sin una motivación aparentemente cierta, se ven devorados,
cual hijo de Saturno.
Hace unos años, Casa Sánchez era un negocio muy rentable
porque contaban con la mejores máquinas de escribir del
mercado. Tan sólo para atender las oficinas, empresas, y
cuarteles, disponían de dos técnicos en permanente atención
de los clientes. Una máquina Olimpia era sinónimo de
calidad. La asistencia técnica, mantenimiento, piezas de
recambio y servicio afable con el público, eran virtudes
indiscutibles de esa tienda de la calle Real.
Un pueblo sin un patrimonio histórico-cultural es un pueblo
condenado al olvido. Por ello, el hecho de que un ceutí,
para más honra y orgullo nuestro, se pusiera a desarrollar
una aficción particular de tamaña envergadura, rigurosidad,
de contrastada y exhaustiva documental, desde el prisma de
visionar, de bucear, por el pasado perdido, en las noches de
los olvidos con ojos independientes, es toda una maravilla,
un gozo, que no debe quedar sin recompensa.
La concesión de la medalla de la autonomía y la compra por
parte del Ayuntamiento, en vías de Asamblea, de cien
ejemplares es, por utilizar un eufemismo, una vergüenza.
Francisco Sánchez Montoya, Paco Sánchez, no ha recibido en
su vida ni un duro. ¿Por qué?.
En el 75 publicó una colección de fotos antiguas de Ceuta,
junto con Diego Sastre. En el 92, un libro sobre las visitas
reales a Ceuta. En el 81, un trabajo sobre Miguel Hernández.
En el 2004, su gran obra, su obra maestra hasta el momento,
“Ceuta y el Norte de Africa”, de la que que está
prácticamente agotada su primera edición.
Apunté en mi artículo del pasado viernes que Paco Sánchez
había viajado a Madrid con objeto de recabar información,
datos, sobre la masonería en Ceuta. Este será el hilo
argumental de su próxima publicación.
Francisco Sánchez Montoya, para mi Paco, se llena de alegría
y de orgullo cuando me comenta que es raro el día que no
recibe correos electrónicos de todas partes de España, e
incluso de Francia, por parte de los familiares fusilados en
nuestra tierra, preguntándole, recabando puntual
información, sobre “el abuelo”. Para él es la compesación
más grata y más hermosa que le pueda reportar su trabajo.
Con su enorme trabajo ha contribuido a que los muertos del
pasado, los muertos de la guerra entre hermanos, entre
iguales, los muertos por las ideas, se sepan dónde están, y
se conozcan con exactitud sus nombres y apellidos. Hasta el
recorrido de sus horas finales.
De los 268 fusilados en Ceuta, 156 están en la fosa común
del cementerio de Santa Catalina, pero, ahora, no de forma
anónima, sino contrastada. Se tardaron 70 años para que esa
fosa común se adecentara, y si así se hizo fué porque
alguien dotó de dignidad viva a aquellos que no tuvieron
otra ocurrencia que luchar, defender y estar del lado del
poder legítimamente constituido.
Pero para que tal grandeza ocurriera alguien tuvo que
dedicar 10 años de su vida a buscar en Ceuta, y en el Norte
de Africa, tarea ardua donde las haya, el rastro, las
pistas, de una época que tenemos que saber de memoria, amén
de no repetirla.
Muchos días de fiesta, muchos festivos, he tenido la
oportunidad de ver a Paco Sánchez por Tetuán, y por muchos
más lugares de Marruecos, por donde hemos coincidido, en
plan de ese famoso detective inglés, Sherlock Holmes,
siempre corriendo, porque como Alicia en el País de las
Maravillas, llegaba tarde, siempre tarde, a todos los
sitios. Tenía que controlar el desajuste de horarios, los
permisos de los consulados, el horario de la Biblioteca,
Casa de la Cultura, de la calle Mohamed V tetuaní y esperar
que, entre autorización y autorización, transcurrieran los
meses y los meses. Cuatro meses, en la mejor de las
ocasiones. ¡Cuántas dificultades se vio obligado a sortear¡.
¡Qué trabajo de titanic¡.
De su actual obra maestra, “Ceuta y el Norte de Africa”, se
editaron 3000 ejemplares. En la actualidad lleva vendidos
unos 2500 libros, pero calcula que dentro de poco se habrá
vendido en su totalidad esta primera edición.
Paco Sánchez no sólo me pone en los antecedentes históricos
del padre de uno de los reclamos del socialisto, también me
insiste en lo extraodinario, y querido por el pueblo, del
doctor Araujo.
Paco Sánchez lleva dadas en Marruecos unas doce conferencias
por encargo de la Junta de Andalucía. En Algeciras, también.
El próximo septiembre acudirá al pueblo portugués de Bégar,
en la frontera con Huelva, para desarrollar unas jornadas
sobre la guerra civil, de la que opina que existía una
página en blanco en Ceuta.
El negocio de Casa Sánchez, con la aparición de los
ordenadores y la consiguiente desaparición de las máquinas
de escribir, ya no es lo que era. Como le pasa al que esto
escribe, Paco Sánchez perdió el tren de la moderna sociedad
digital y, aunque sigue tirando con la venta de sus
cafeteras, vajillas, lámparas, estufas, planchas y demás
objetos de bazar, el negocio ya no es lo que era, ni mucho
menos.
Aún así, este investigador de charla sabia, porque es todo
un erudito, humilde en su tono, cuando el más ignorante de
los cretinos de este, mi pueblo, creído en posesión de la
verdad absoluta, te discute acaloradamente, con argumentos
recogidos en el mundo de los chismes, de los secretos de
alcobas, tan al uso en esta ciudad. Aún así, insisto,
nuestro ilustre estudioso-investigador-histórico no habla,
en ningún momento, mal de nadie. Es medalla de la autonomía,
le compró el Ayuntamiento, en vías de Asamblea, cien
ejemplares, y es agradecido.
Tuve la oportunidad en Córdoba de entrevistar al sanrroqueño,
como mis difuntos padres, Joaquín y María Luisa, catedrático
de Psiquiatría, Carlos Castilla del Pino y, me refirió ,ese
hombre de brillante pelo, color blanco, que existía, para su
enorme satisfacción, como una especie de rivalidad, de
disputa, entre la propia Universidad y el Ayuntamiento por
aumentar aún más, en una estrecha colaboración, la beca que
le habían concedido de por vida, con carácter vitalicio,
para que tan sólo se dedicara al estudio e investigación de
la mente humana.
Castilla del Pino pudo haberse ido con los americanos, pero
los cordobeses no lo permitieron.
Ahora que está nuestro Ayuntamiento patas arriba, en obras,
supongo yo que para desde la primera planta reformarse,
adecentarse, rehabilitarse y no sólo para ofrecer una nueva
y más cercana cara de atención ,de los funcionarios hacia
los ciudadanos ceutíes, lo que es de agradecer y felicitar,
sino para que nos vayamos haciendo a la idea de que el ser
Asamblea es algo más, mucho más, que la simpleza de que
existan más cargos que responsabilidades, y del hecho
anecdótico de que se disponga de unos sueldazos
desproporcionados para esta actual especie de comunidad de
bolsillo. De aquí que no estaría de más, pues, empezar a
corregir ya situaciones fuera del sentido común.
Que Paco Sánchez se tenga que estar costeando de su propio
bolsillo, pagando los viajes, gasolina, estancias, gastos
múltiples, sus muchísimas horas de trabajo, robando el
tiempo al trabajo del que come su familia, dedicando sus
horas de ocio a crearnos un patrimonio histórico, por y para
Ceuta es, del todo, una situación lamentable.
Porque, Paco Sánchez, no crea una obra para él. Su ejemplar,
extraordinario, magnífico, brillante trabajo de
investigación, es la base en la que los ceutíes debemos
beber. Si no bebemos de la fuente de la historia de nuestra
tierra, mejor apaga, y vámonos.
Nos queda, le queda a Paco Sánchez, una opción. Empeñar la
medalla. Al ser tan descafeinada, lo mismo…
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