“¿A quién ha favorecido?”: al
perro guardés, al sobrino, al mayordomo o a la viuda
alegre…?. Tal sería la lógica policial –de cualquier policía
del mundo- ante el escenario de un crimen. Máxime si en el
mismo son masacradas casi doscientas personas. Y escribo del
atentado terrorista del 11-M, es obvio, tras el que un país
entero, manipulado y engañado, se doblegó cayendo de
rodillas ante los asesinos. Pero ya se sabe: “Spain is
diferent”.
Muchas cosas “explotaron” en tal aciago día. Antes podíamos
estar seguros –parafraseando a Churchill- que quien llamaba
a la puerta sería el lechero o el cartero. ¿Ahora…?. Aciagos
días éstos en que prima la política de “caleya” y los
intereses más primarios en un considerable número del
furcionariado dedicado, en principio, a protegernos pero
fundamentalmente entregado a trepar en el escalafón y a no
complicarse la vida: “patriotas” de fin de mes.
Sin la explosión del 11-M no estaríamos, como país, yéndonos
al garete. ¿Exagero?. Viajen ustedes al extranjero y
pregunten.
Sin la explosión del 11-M los Zapa-Tinos que nos
desgobiernan, émulos de Chamberlain y Daladier, no hubieran
olido ni por asomo La Moncloa. Las encuestas eran, días
antes, concluyentes.
Sin la explosión del 11-M, ETA y su entramado mafioso no
estarían chantajeando a lo que queda del Estado de Derecho.
Sin la explosión del 11-M, no seríamos la avanzadilla de
Eurabia.
Sin la explosión del 11-M no estaríamos abocados a un cambio
de régimen, a una “segunda transición” sin tener, al menos,
la posibilidad de ratificarla o no en las urnas.
Sin la explosión del 11-M, lectores, ciudadanos (y que salga
el sol por Antequera) no estaríamos en la antesala de un
golpe de Estado encubierto. ¿O qué nombre le ponemos al
“niño”?.
¿Qué explotó el 11-M?. No, desde luego, lo que aun se
mantiene (¿por cuánto tiempo?) a trancas y barrancas en la
versión oficial: Goma-2 ECO. Porque tras el 11-M “voló”
también la confianza en los servicios de seguridad del
Estado. Por triste y penoso que sea, admitirlo supone ya un
atisbo de autocrítica y la posibilidad de enmienda. Con los
Zapa-Tinos fuera de juego, claro. Lo pregunto, queridos
lectores, con retortijones en el estómago: ¿se fían ustedes,
a fecha de hoy, de la Policía Nacional, la Guardia Civil o
el CNI?. ¿Sí?. Me alegro. Sobre los servicios de
inteligencia de las FAS ni me pronuncio, pues tengo la idea
de que han sido progresivamente desmantelados… desde dentro.
Muchos indicios apuntan en esa dirección. ¿Habrá sido un
mero capítulo, en dicho proceso, los aun recientes
acontecimientos en la Comandancia General de Ceuta?. ¡Quién
sabe! Es preciso rehacer muchas cosas y deshacer lo mal
andado pero, ¿quién le va a poner el cascabel al gato?. ¿Zerolo?.
Basta, basta ya y vayamos a dar un garbeo por el Cerro de
Santa Catalina (primitivo asentamiento de la IV Legión
Macedónica, fundadora de “Gigia”) y a disfrutar de la brisa
marina bajo el “water” de King Kon, antes de ir a tomar unos
“culinos” de sidra releyendo un sugerente libro de Jack D.
Hunter, publicado hace ya años por Plaza y Janés en su
colección Libros Reno: “Uno de nosotros trabaja para ellos”.
Subrayo, sobre la marcha, el último párrafo de la nota
introductoria del autor: “Nada encontraréis, hurones”.
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