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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 11 DE ABRIL DE 2007

 

OPINIÓN / EL OASIS

El candidato Vivas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Pasada la Semana Santa, donde las aguas torrenciales de la primavera rompieron ilusiones y causaron lloros entre cofrades desesperanzados por no ver sus imágenes transitar las calles, nos hemos metidos de lleno en tiempo de campaña electoral. Mejor dicho, y válgame el símil futbolístico, estamos en la pretemporada de una batalla que se percibe dura, compleja y peligrosa.

De momento, las declaraciones de Eta habrán conseguido que los miembros del Gobierno estén ya sudando la gota gorda. Con ese sudor frío que produce el acoquinamiento. Puesto que un atentado, en época tan crucial, podría repercutir en las urnas a favor del Partido Popular. Y este primer paso, de enorme importancia, sería el anuncio cantado de una derrota de los socialistas en las elecciones generales. De ahí que no haga falta ser pitoniso para decir que la jindama estará reinando ya en el Palacio de la Moncloa. No es para menos.

Donde no debería haber jindama es en el entorno de Juan Vivas. Debido a que se percibe, claramente, una nueva victoria suya. Con él, el sufragio en Ceuta tiene más trazas de ser restringido que universal. Porque aquí hay una mayoría casi absoluta de electores que deposita su voto en razón de la confianza que tiene en las cualidades personales del candidato. Al margen, cierto es, del clientelismo obtenido durante los años de Gobierno, y que su partido mantiene bajo el ordeno y mando de su presidente. El del partido, claro.

Lo de Juan Vivas, digan lo que digan sus adversarios y algunos de los propios, es un fenómeno político que tardará en repetirse cuando él decida retirarse de esta actividad. Su facilidad para encandilar a las gentes es tan manifiesta cual inexplicable, en muchos sentidos.

Por lo tanto, lo mejor es asumir que JV goza de todos los valores que los ciudadanos desean que tenga el presidente de la Ciudad. Y si no se mira desde ese punto de vista, uno puede caer en la tentación de meterse en cavilaciones absurdas que conducen, irremediablemente, a hacer más grande la confusión mantenida al respecto.

Poco importa, sin ningún género de dudas, que el partido anuncie, a bombo y platillo, que dentro de pocos días se sabrán los nombres de quienes van en una lista de la que se ha venido hablando como si fuera un secreto regio. Pues los componentes de ella, con todos mis respetos, no dejarán de ser meros acompañantes alrededor de una figura estelar de este pueblo. Y es así, redoblo el tambor, por haberlo querido una gran mayoría ciudadana.

En cuanto a los demás candidatos, insisto: todos ellos, sin distinción que valga, no dejan de ser un conjunto de gregarios, en su apropiada acepción, más o menos avispados, aunque carentes de cualquier iniciativa o de reconocimientos destacados. Hasta el punto de que si se pudiera votar sólo a una persona y a ésta se le concediera el derecho de elegir, luego, a sus colaboradores, seguro que el ganador, con gran diferencia, sería también Juan Vivas. E incluso se podría dar el caso de que el éxito fuera más rotundo que participando con las siglas del PP.

En lo tocante a cómo se presentan las elecciones, en relación al número de votantes que acudirá a las urnas, creo que la participación no será masiva. Debido a que en esta ciudad, afortunadamente, no existe un clima de confrontación capaz de espabilar a quienes no son votantes habituales.

Una situación, según mi modesta opinión, nada contraria a los intereses del PP. Pues es bien sabido que las afluencias masivas a las urnas se deben por descontento generalizado con el Gobierno o porque los no votantes han sido captados por unos engañabobos. Acuérdense, si no, de la campaña del GIL. De tan infausto recuerdo para esta ciudad.
 

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