La vida no es más que un cúmulo de
recuerdos del tiempo vivido que traemos, en momentos
determinados, del pasado al presente y que, más tarde, los
devolvemos a su tiempo colocándolos de nuevo, cuando nos
hemos servidos de ellos, en el tiempo al que corresponden.
Esa es la gran facultad que el hombre tiene de poder
recuperar del mejor disco duro de mundo, el cerebro, el
pasado y hacerlo presente sin mayor esfuerzo que, durante
una fracción de segundo, recordar cierto pasaje de su vida.
Aprovechando esa facultad, he tirado del disco duro trayendo
al presente unos recuerdos del pasado que dejaron huella en
m i vida. He recuperado aquellos tiempos en los que uno se
dedicó a escribir en los periódicos, dejándolos florecer con
fuerza en la época en, la que un joven director, Tato
Ferrer, cargado de ilusiones llegó a “El Faro”
Hoy, cuando han pasado los años, ese joven director que
llegó cargado de ilusiones vuelve a ser, nuevamente,
compañero de este periódico, apareciendo cada viernes con
sus artículos. Unos artículos que tengo la completa
seguridad irán creciendo en interés, para el lector, a
medida que vaya avanzando en los mismos.
Tato Ferrer, es un buen periodista y una gran persona. Sólo
tuvo el inconveniente de que cuando llegó cargado de
ilusiones, estas se vieron truncadas porque se adelantó a su
tiempo y, eso, no interesaba en aquella época, no solamente
al sistema vivido ,sino a todos aquellos que, viviendo en
esta tierra nuestra, se veían con la careta que cubrían sus
rostros de falsedad, al descubierto. Eso no lo podían
permitir eso poderes en la sombra que, aún, hoy siguen
existiendo.
Fueron algunos de sus “amigos” los que también se
aprovecharon, de ese joven director que cargado de
ilusiones, dejaba hacer a cada uno de nosotros, lo que nos
viniera a la mente sin censurarnos, absolutamente, nada.
Sólo nos pedía que tratásemos de escribir lo mejor posible,
pues un periódico bien escrito siempre es un aval ante el
lector.
Aquella forma de escribir, de hacer periodismo, de un grupo
de gente muy joven, no caía bien en esa parte de la
población que temía, cada mañana al abrir el periódico,
encontrasen sus nombres ligados a algunas de sus no muy
buenas maneras y que antes, jamás, se hubiesen permitido su
publicación.
Pasamos malos momentos, sobre todo los que de verdad, le
teníamos cariño a Tato. Nos retiraron mucha publicidad y la
cosa se complicó. Se aguantó el tirón, la publicidad volvió
y por vez primera, en esta tierra, conseguimos que se
agotase el periódico en más de una ocasión.
Unos hicieron su carrera, abusando de la amista don el
director y nos abandonaron. Otros, los mandas en la sombra,
se dedicaron a hacerle una campaña tachándolo, por qué no
decirlo, si él sabe que es verdad, de que estaba loco y un
periódico no podía estar en sus manos. Cuantos miserables,
cuantos hipócritas, se unieron para esa campaña de
desprestigio que, desgraciadamente, surtió sus efectos. Hoy
me alegro de su vuelta y siento la satisfacción de haber
recuperado una buena pluma del periodismo ceutí.
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