En el Arte del Ingenio, compuesto
por frases seleccionadas de Oscar Wilde, aparece la
siguiente, referida a las mujeres: “Nunca hay que confiar en
una mujer que confiesa su verdadera edad. Una mujer capaz de
contarle eso a alguien, lo es también de contar cualquier
otra cosa”.
Me imagino que Yolanda Bel no habrá leído El Retrato
de Dorian Gray, extraordinaria novela del famoso dandy
irlandés. De haberlo leído, seguramente no se habría
atrevido a decir que está a punto de cumplir 32 años.
Es un desliz imperdonable, el cometido por la Consejera de
Sanidad y Bienestar Social. Y Rocío Maresco, la
entrevistadora, lo destacaba en la entradilla de la interviú
publicada el viernes pasado, que leí con atención. Un desliz
al cual yo no le aplico la teoría de la que nos habla Oscar
Wilde; puesto que Yolanda es mujer a la que uno se atrevería
a comprarle un coche de segunda mano. Su error ha consistido
en desengañarnos a todos los que creíamos que todavía estaba
muy lejos de ser treintañera. Que no éramos pocos.
Una edad estupenda la de YB, sin duda, mas que ella no la
representa. Al menos para mí, que la he visto siempre como
una adolescente expuesta a todos los vientos: cual la flor
del vilano. Porque su aniñada cara me producía la sensación
de que estaba ante alguien necesitada de ayuda. Y debo
confesar, sin tapujos, que el hecho me hacía perdonarle
todos los yerros que ha venido cometiendo como portavoz del
Gobierno.
Cuando se equivocaba, lo primero que uno pensaba es que
algún día Yolandita se haría mayor y entonces cabría ya la
posibilidad de ponerla como chupa de dómine. Y sometido al
influjo de una consejera que cumplía años, sin darme yo
cuenta, gozaba ésta de mi benovolencia.
Pero ahora, tras haber divulgado su edad, mucho me temo que
YB deberá andarse con mucho tiento. Pues el encanto se ha
roto y yo no concibo que se haya hecho mayor la niña que
hasta ayer pegaba carteles y buzoneaba para que su partido
ganase las elecciones.
Aunque bien visto, el consuelo es lo único que me queda: los
treinta y pocos años cumplidos por YB le han servido para
comprender que Juan Vivas es el espejo político donde
ella debe mirarse. Un presidente que le atrae por su
moderación. Por más que luego, tras preguntarle la
periodista si la línea moderada del presidente es la que
sigue el PP, a escala nacional, se fuera por los cerros de
Ubeda. Y es que la entrevistadora la había puesto en un
brete. Ya que la portavoz del Gobierno, que nunca fue tonta
ni de niña ni ahora de mayor, sabe que la actitud de J V es
un islote dentro del mar de su partido.
A lo mejor, en otro momento, Yolanda Bel volverá a ser
entrevistada. Y preguntada si en España hace falta otro
partido moderado y donde sus componentes no estén todo el
día contándonos que -con Zapatero- el fin del mundo
está a la vuelta de la esquina; un partido de derecha, pero
que sus dirigentes sean capaces de infundir ilusiones y no
proclamar a cada paso que España está viviendo los peores
momentos de su Historia; un partido alejado de la Cope y en
el cual se olviden ya de decirnos que el 11-M fue una
conspiración tenebrosa de fuerzas españolas, quizá responda
que sí.
Y esa contestación será posible no sólo por el mero hecho de
que YB sea ya una mujer que ha madurado y crecido como
política; sino porque estará carente de miedo a perder el
sitio que se ha ganado a pulso en un partido en el cual
lleva militando desde que tenía diecisiete años.
De momento, lo único que ha conseguido es ganarse aún más la
voluntad de Juan Vivas, y desde luego dejame a mí
cariacontencido por enterarme de que es treintona. Menuda
desilusión...
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