Las Semanas Santas, digan lo que
digan, no son iguales que las de antes. La cosa ha cambiado
lo suyo y hasta hemos perdidos algunas tradiciones y eso me
gusta menos, que no está la cosa como para ir perdiendo
tradiciones.
Antes, cuando el Señor resucitaba, los chavales de mi época
n os dedicábamos a arrastrar latas por nuestro barrio o por
nuestras calles, armando un ruido de aquí te quiero ver. Hoy
no se arrastran latas ni nada que se le parezca. Hoy los
ruidos se arman con las celebraciones de las fiestas
nocturnas. Que esos si que son ruidos y no los que armábamos
nosotros, corriendo con nuestras latas.
Bueno, también, debido a que por aquella época, eran
contados los coches que circulaban por esta tierra, los
Viernes Santos no circulaban ningunos y se guardaba un
silencio sepulcral, que para eso había muerto el Señor. Hoy,
las cosas claras, eso no sería posible debido,
principalmente, a la gran cantidad de vehículos que circulan
por nuestras calles.
También, en aquella época, nadie se cogía las vacaciones, no
por nada, sino porque era fecha de recogimiento y, además,
que había menos nivel económico que en la actualidad, donde
se va uno al banco amigo, y le dan el préstamo suficiente
para pasar estos días de vacaciones lejos del mundanal
ruido.
Que hayan desaparecidos todas esas cosas, lo de arrastrar
las latas, lo de circular los vehículos y que se largue todo
quisqui de vacaciones, es lo más normal del mundo en a época
en la que vivimos porque, además, todas esas cosas no son
tradiciones sino, simplemente, unas costumbres de aquellos
tiempos, que con la modernidad actual se han ido perdiendo
porque, entre otras cosas, en la actualidad no tienen razón
de ser.
O sea, con toda claridad, que con la desaparición de todo
eso, no hemos perdido ninguna de nuestras tradiciones. Ahora
lo que me preocupa, porque eso si que puede ser una de
nuestras tradiciones, es que éste año no he encontrado a
ningún vendedor de “burgaillos” y, encima, nadie se ha
quejado de que, algún niño, le haya manchado la chaqueta con
un pirulí, Si perdemos el que haya vendedores de
“burgauillos” y que nadie se le hay machado la chaqueta con
un pirulí, no me cabe duda alguna que estamos perdiendo unas
tradiciones muy nuestras. ¡Ditan sean las cazuelas de papas
con bacalao!.
Hay que recuperar, al menos, la venta de “burgaillos” en la
Semana Santa. Primero porque es una tradición comprar esos
“caracoles enanos”, en estas echas y segundo, porque era una
jartá de entretenido mientras esperaba usted las procesiones
intentar, con el alfiler de turno, sacar la carne de ese
caracolillo diminuto de tan buen sabor. Y ni te cuento,
serrana del alma, si a algunos de los comensales de
semejante manjar marinero, s el quedaba pegado en la
garganta esa capilla fina que protegía la carne del “burgaillo”.
El tío, como decía mi amigo el gitano Juan, las pasaba
canutas tratando de expulsarla. Oiga, amigo guardia, se
pasaba un mal rato hasta que esa capilla salía despedida.
De todas formas abogo porque esa tradición, de la venta del
“burgaillo” , vuelva de nuevo a nuestras calles porque, eso,
si forma parte de la tradición ceutí.
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