Coleccionista de licenciaturas (inició los estudios de
Medicina, que abandonó pronto para ingresar en el noviciado,
y terminó los de Teología, Filosofía y Psicología), monseñor
Amigo Vallejo, arzobispo de Sevilla desde 1982 y antes de
Tánger, pasó ayer por Ceuta con el mismo motivo que lo hizo
en 1993: participar en la presentación de un libro del deán
de la Catedral, Alejandro Sevilla Segovia, en esta ocasión
‘Hermandades y Cofradías de Ceuta. Aproximación a su
historia’. Amigo, adscrito por una parte de la Iglesia
española al sector más progresista del episcopado nacional,
defiende el derecho de la Iglesia a “expresarse” y reconoce
que después de unos inicios difíciles con el Gobierno de
José Luis Rodríguez Zapatero ahora las cosas “han cambiado”.
Además, advierte: “la multiculturalidad, a veces, es una
filfa”
El único tópico que visitó monseñor Amigo durante la
entrevista fue para decir, en los prolegómenos previos, que
Ceuta está “muy cambiada”. A partir de ahí, “el menos carca”
de los miembros de la Conferencia Episcopal Española, como
le definen algunos sacerdotes, demuestra que la suya es una
opinión libre que, como defiende con raza de sus compañeros,
merece ser escuchada se comparta o no.
Pregunta: Viene usted a Ceuta, con las imágenes de la
reciente Semana Santa todavía en la retina, a presentar un
libro sobre las Hermandades y Cofradías locales. ¿Es usted
de los que advierten en este tipo de celebraciones de origen
religioso una pérdida de ese carácter en favor de otra cosa
más social, más festiva?
Respuesta: En alguno sitios llevamos más de 600 años
reflexionando sobre ese tema. Cada época tiene sus propias
dificultades, su tendencia a destacar una cosa u otra, pero
creo que el carácter religioso en las Hermandades y
Cofradías no sólo no se ha perdido sino que se trata de
profundizar en él cada vez más. Que, con la globalización,
haya mucha otra gente que participa de sus actividades de
una forma más cultural, más turística, es lógico y no quiere
decir que hayan perdido su religiosidad.
P: ¿Le preocupa más el declive de las vocaciones
sacerdotales?
R: La Iglesia es universal y, a esa escala, el número de
vocaciones ha crecido. Si hablamos de Ceuta, de Sevilla, de
España, los espacios que representamos, sí hay una crisis
real de vocaciones y no sólo a la vida sacerdotal o
religiosa. Yo creo que en la juventud hay una crisis de
identidad, de lo que quieren ser. No sabría decir cuáles son
las razones, pero sin duda deben ser hondas y profundas.
Dios sigue llamando, sigue tocando el corazón de las
personas, pero a los jóvenes... A unos les da miedo, a otros
les asusta comprometerse para toda la vida, a otros les
parece que lo que pueden hacer dentro de la Iglesia también
lo pueden hacer fuera...
P: Dios sigue llamando y las vocaciones, a nivel mundial,
son más, pero sobre todo los llamados países
subdesarrollados. ¿Dios no llama a los ricos o es que los
ricos no queremos escucharle?
R: Dios llama en todas partes, pero en los países
desarrollados seguramente tenemos la sensibilidad orientada
hacia otras cosas. En nuestro mundo es más fácil que una
persona diga que con mucho gusto cede una parte de su dinero
para hacer ciertas cosas antes que hacerlas por sí misma. En
palabras sencillas podríamos decir que en esta parte del
mundo seguramente nos sobra dinero y nos faltan abrazos.
P: Hablemos de la feligresía en general. ¿La Iglesia se
ha visto obligada a flexibilizar sus requisitos para no
quedarse sin fieles, o al menos para no perder a buena parte
de ellos? ¿Está usted de acuerdo con esa postura?
R: Eso de que hay que bajar el listón para que no se nos
marche el personal no me gusta. A un joven, por ejemplo,
cuando le pides poco no te da nada, y no hablo de dinero. No
creo que la blandura vaya a atraer a más feligreses; lo que
atrae es la autenticidad. La Iglesia no puede dejar de ser
como es para tener más fieles. Hace tiempo hicimos una
encuesta informal y llegamos a la conclusión de que donde
conocían a los sacerdotes había una alta valoración de ellos
y donde no la población era, cuando menos, indiferente hacia
el clero.
P: ¿Tal vez a eso se debe el auge de ciertas corrientes
digamos más estrictas, tal vez más ‘auténticas’, como el
Camino Neocatecumenal y similares?
R: Ciertamente hay grupos como el Camino, Comunión y
Liberación, los Carismáticos o los Focolares, por citar los
más conocidos, que aparecen como muy definidos, muy
auténticos en tanto que parece que creen en lo que dicen y
tratan de transmitírselo a los demás. Pero lo mismo podemos
decir de las Hermandades y Cofradías, grupos humanos con los
que los jóvenes se sienten identificados y a los que se
acercan muchos. Las cosas que no se saben si son un club de
fútbol o una entidad religiosa, los indefinidos, no tienen
atractivo alguno.
P: Ceuta ha hecho bandera de la multiculturalidad y usted
ha sido arzobispo de Tánger más de 10 años, además de
preocuparse también después por la relación
cristianismo-islamismo. ¿Cómo está viendo la evolución de
esa relación durante los últimos años?
R: Ese es un tema que he seguido lo más cerca posible, sobre
todo cuando estaba en Tánger [1974-1982]. Lo de la
multiculturalidad algunas veces me ha parecido un camelo.
Ceuta no es sólo una ciudad, es una forma de ser, es un
estilo, es una preocupación, una ilusión y un gusto por las
cosas. Y una cultura. Aquí hay muchos protagonistas que
conviven, magníficamente, y cada uno debemos conservar
nuestra cultura porque la multiculturalidad, si se utiliza
para descafeinarlo todo, es una filfa, es un engaño.
P: Durante los 3 últimos años ¿ha tenido la sensación de
que el Gobierno central ha sido especialmente beligerante
con la Iglesia española?
R: Más que beligerante percibimos, sobre todo al principio,
cierta autosuficiencia, pero la Iglesia no es sólo la
Conferencia Episcopal, sino todos los españoles que profesan
la fe católica. Creo que en ciertas declaraciones en las que
se decía que el Gobierno no necesitaba a la Iglesia para
nada, que nos iba a poner en nuestro sitio, y creo que por
desconocimiento de la realidad, porque por ejemplo en manos
de la Iglesia está el 80% del patrimonio español.
P: Pero algunas leyes han abierto verdaderas llagas, al
menos a juzgar por ciertas declaraciones desde la
Conferencia Episcopal
R: Ha habido proyectos que no nos han gustado, pero no sólo
como Iglesia, sino también como ciudadanos del mundo. No
obstante, debo decir que después de esos inicios titubeantes
las cosas han cambiado e incluso, por ejemplo con el tema de
la inmigración, ha sido al revés: se nos ha pedido ayuda y
nos hemos volcado, y nuestras Cáritas, por ejemplo en Ceuta,
están prácticamente esquilmadas por ayudar y atender, como
es su obligación.
P: ¿Ha percibido como injustas las críticas al supuesto
conservadurismo exacerbado de la Conferencia Episcopal
Española?
R: Sobre todo me han disgustado las críticas de quienes,
defendiendo la libertad de expresión, no aceptan que la
Conferencia se exprese. Todos tenemos los mismos derechos y
todos jugamos con la misma baraja porque, si no, se rompe.
Con todo, las personas públicas estamos expuestas a la
crítica y debemos aceptarla.
P: ¿Ha seguido el caso de la iglesia de Juan Carlos
Borromeo, en Madrid?
R: Lo he seguido a través de los medios y de algunas
conversaciones que he podido tener. Creo que esto son
anécdotas. Debemos ser consecuentes con lo que decimos y no
estamos hablando sólo de la liturgia. Eso es lo que ha
salido, pero hay otras cosas y las personas que están cerca,
en la Diócesis de Madrid, habrán valorado todo. Estos
problemas tan locales hay que conocerlos desde muy cerca
para pronunciarse.
P: Cuando murió Juan Pablo II usted estuvo en algunas
quinielas como papable. ¿Qué le parece el trabajo que ha
desarrollado hasta ahora Benedicto XVI?
R: Admirable. Ayer [por anteayer] veía la muchedumbre que le
acompañaba en la celebración de la Pascua y creo que ni Juan
Pablo II reunió a tantos fieles. Cada Papa suceder a San
Pedro y es diferente, tiene su estilo y su forma de ser.
Este se caracteriza por su sencillez y de estos dos años yo
destacaría su magnífico magisterio: la gente escucha al Papa
y le entiende.
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