El fin de la Semana Santa dará
paso, a partir de mañana mismo, a la recta final de la
preparación de los partidos políticos que concurrirán a las
elecciones del próximo 27 de mayo. Con unos prolegómenos tan
ásperos como los que hemos tenido durante los últimos meses
todo apunta a que las siete próximas semanas serán muy
calientes en términos políticos o, más bien, verbales.
Es por ello que parece razonable hacer, antes de que
comience la batalla electoral, un llamamiento a la calma a
todos los llamados a representar a la ciudadanía ceutí en la
Asamblea durante los próximos 4 años. Una llamada a la calma
porque precisamente de sosiego, de paciencia e incluso a
veces de educación es de lo que no han estado sobradas las
últimas intervenciones públicas de la mayoría de los
políticos locales. No ya en círculos privados, sino con luz
y taquígrafos, los representantes de unos y otros partidos
han elevado considerablemente el listón de la crítica
política hasta llegar al insulto, la descalificación y el
improperio. No hace falta recordar los ejemplos más sonados,
que seguramente a nadie le habrán pasado desapercibidos.
Este clima no ayuda en nada a que la próxima campaña, que se
presume enconada, sirva para que los ceutíes conozcan mejor
a los candidatos, su proyecto, su equipo y su programa.
La convivencia también pasa, en parte, por la cohabitación
respetuosa de las distintas ideologías que configuran el
panorama político local y nacional. La votación, unánime, de
la iniciativa legislativa para ampliar y extender las
bonificaciones de las cuotas empresariales a la Seguridad
Social fue una ‘rara avis’ en ese aspecto. Todos los
partidos mantenían una posición divergente, a veces
diametralmente opuesta, sobre el espíritu de la propuesta,
pero esas diferencias pudieron apartarse en aras del bien de
la ciudad.
Esa debería ser la senda de comportamiento durante las
próximas semanas. Los políticos no deberían tomarse el
privilegio de dedicarse a insultar, a ridiculizar o a
incitar a la ciudadanía a la repulsa sobre sus adversarios.
Están, y no deberían olvidarlo, sembrando la semilla de lo
que será la próxima legislatura, y a nadie le conviene, por
varios puñados de votos que pueda darle, agitar tópicos,
insidias y medias verdades (o mentiras) que acaben marcando
la actividad institucional durante los próximos cuatro años.
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