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OPINIÓN - JUEVES, 5 DE ABRIL DE 2007

 

OPINIÓN / SNIPER

A la sombra del tejo (II)
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Con la venia. Porque si todas las religiones suelen tener un escaso sentido del humor, confundiendo por un quítame allá esas pajas la sana crítica con el insulto, la islámica se lleva la palma de la suspicacia. También es verdad que, a veces, el legítimo sentimiento religioso (tan válido como su contrario) es soezmente zaherido. En casos extremos, tanto judíos, cristianos o musulmanes conocen bien mi postura y mi cercana solidaridad: con la pluma o en la calle, codo a codo, porque ante todo y en un Estado de derecho somos –más que “Homus religiosus”- miembros de la “cívitas”: ciudadanos. Por lo demás, no me parece tolerable confundir –cegados por el dogma, la pasión o la ignorancia- la grosera descalificación con la exégesis teológica o el análisis histórico, adobados con la socarronería propia de mi verde tierriña. ¡Voto a Breogán!. De ahí que si todos somos iguales en dignidad, juntos debiéramos protestar –para eso están las leyes- ante graves ofensas: desde el crucifijo asado en el microondas, pasando por la negación del horror del Holocausto y llegando al profeta Mahoma ridiculizado con una bomba encima.

Por ahí iban las líneas del “Borrador” que, por error (habrá sido un “yin”), se “colaron” ayer en el artículo: porque cuando en Ceuta la comunidad musulmana salió ofendida a la calle muchos estuvimos con ella y, en paridad, esperábamos al menos algún gesto de solidaridad en casos paralelos, muchísimo más graves y palmariamente sangrantes. Otra cosa sería el arte: valga de ejemplo la espléndida figura del “Moisés” de Miguel Ángel. Los musulmanes dicen que no es lícito representar a Mahoma. Bueno, será para ellos y en países de referencia islámica porque no creo que una figura del Profeta semejante a la de Moisés sea insultante y, atención, en Occidente encajaría perfectamente dentro de nuestro gusto y escala de valores. ¿O es que acaso el mundo musulmán nos va a imponer los suyos?. Y si Moisés tiene en sus manos las Tablas de la Ley, ¿con qué podríamos representar a Mahoma?. Es muy fácil: el Libro (El Corán) y la espada. ¿O acaso la bandera de Arabia Saudí, país paladín en la defensa del santo lugar de La Meca, no luce dos sables cruzados?. Pero entremos en mi opinión sobre el “pacifismo” de Mahoma, que ha levantado algún sarpullido a un lado y otro del Tarajal y no quiero dejar a buenos amigos con mal gusto en la boca. La vida de Mahoma está entrelazada con la “daw´a” (predicación) y la expansión guerrera. Aunando religión y política (como en su tiempo hicieron las potencias cristianas, aun sin ningún fundamento evangélico), “Sidna Mohamed” se lanzó rápidamente a una escalada bélica (en nombre de Alá/Dios) contra sus oponentes, creando una maquinaria militar que a su muerte continuó las conquistas. Permítame el atento lector un tema enojoso: en la época de Mahoma había reducidas comunidades cristianas en la península arábiga y arraigadas tribus judías, como la de Banu Nadir. ¿Cuántos cristianos o judíos quedaron a la muerte del Profeta en Arabia?. Respóndanme si pueden y no me hablen de la mítica “Constitución de Medina”, por favor. Quedó superada por los hechos. Un apunte: no lean solamente, interpreten y contextualicen lo que escribo, por favor. Seguimos mañana, Inch´Alá.
 

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