Con la venia. Porque si todas las
religiones suelen tener un escaso sentido del humor,
confundiendo por un quítame allá esas pajas la sana crítica
con el insulto, la islámica se lleva la palma de la
suspicacia. También es verdad que, a veces, el legítimo
sentimiento religioso (tan válido como su contrario) es
soezmente zaherido. En casos extremos, tanto judíos,
cristianos o musulmanes conocen bien mi postura y mi cercana
solidaridad: con la pluma o en la calle, codo a codo, porque
ante todo y en un Estado de derecho somos –más que “Homus
religiosus”- miembros de la “cívitas”: ciudadanos. Por lo
demás, no me parece tolerable confundir –cegados por el
dogma, la pasión o la ignorancia- la grosera descalificación
con la exégesis teológica o el análisis histórico, adobados
con la socarronería propia de mi verde tierriña. ¡Voto a
Breogán!. De ahí que si todos somos iguales en dignidad,
juntos debiéramos protestar –para eso están las leyes- ante
graves ofensas: desde el crucifijo asado en el microondas,
pasando por la negación del horror del Holocausto y llegando
al profeta Mahoma ridiculizado con una bomba encima.
Por ahí iban las líneas del “Borrador” que, por error (habrá
sido un “yin”), se “colaron” ayer en el artículo: porque
cuando en Ceuta la comunidad musulmana salió ofendida a la
calle muchos estuvimos con ella y, en paridad, esperábamos
al menos algún gesto de solidaridad en casos paralelos,
muchísimo más graves y palmariamente sangrantes. Otra cosa
sería el arte: valga de ejemplo la espléndida figura del
“Moisés” de Miguel Ángel. Los musulmanes dicen que no es
lícito representar a Mahoma. Bueno, será para ellos y en
países de referencia islámica porque no creo que una figura
del Profeta semejante a la de Moisés sea insultante y,
atención, en Occidente encajaría perfectamente dentro de
nuestro gusto y escala de valores. ¿O es que acaso el mundo
musulmán nos va a imponer los suyos?. Y si Moisés tiene en
sus manos las Tablas de la Ley, ¿con qué podríamos
representar a Mahoma?. Es muy fácil: el Libro (El Corán) y
la espada. ¿O acaso la bandera de Arabia Saudí, país paladín
en la defensa del santo lugar de La Meca, no luce dos sables
cruzados?. Pero entremos en mi opinión sobre el “pacifismo”
de Mahoma, que ha levantado algún sarpullido a un lado y
otro del Tarajal y no quiero dejar a buenos amigos con mal
gusto en la boca. La vida de Mahoma está entrelazada con la
“daw´a” (predicación) y la expansión guerrera. Aunando
religión y política (como en su tiempo hicieron las
potencias cristianas, aun sin ningún fundamento evangélico),
“Sidna Mohamed” se lanzó rápidamente a una escalada bélica
(en nombre de Alá/Dios) contra sus oponentes, creando una
maquinaria militar que a su muerte continuó las conquistas.
Permítame el atento lector un tema enojoso: en la época de
Mahoma había reducidas comunidades cristianas en la
península arábiga y arraigadas tribus judías, como la de
Banu Nadir. ¿Cuántos cristianos o judíos quedaron a la
muerte del Profeta en Arabia?. Respóndanme si pueden y no me
hablen de la mítica “Constitución de Medina”, por favor.
Quedó superada por los hechos. Un apunte: no lean solamente,
interpreten y contextualicen lo que escribo, por favor.
Seguimos mañana, Inch´Alá.
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