Están que les va a dar algo, al
borde de la alferecía y con los instintos de un gato
rabiando. ¿Qué si me refiero a los ateos del Anticristo ante
el despliegue luminoso de pasión de nuestra Semana Santa?
Sí, a esos también, pero este artículo va por los galenos,
los del juramento hipocrático que están con un jamacuco ante
el programa de Antena 3 “Cambio Radical”. Puro
intervencionismo, porque, cada hijo de vecino, puede hacer
con su body lo que le salga de esa parte de la anatomía que,
las patiperras y las chichitangas dicen que “Se lava y se
estrena”. Y si, las criaturas carecen de medios económicos
para reparar narices de loro, estirar ajamientos, destripar
muslos celulíticos o afinar buches imposibles, porque,
nuestra carísima Seguridad Social no cubre estética,
belleza, ni felicidad, entonces que vayan adonde apetezcan y
se lo hagan gratis.
¡Joder con los médicos! Parece que tienen una lista de
agravios con respecto al programa, similar al menos, a la
lista de agravios del pueblo palestino que es el más
agraviado de la Humanidad (y de eso vive, por cierto).
Lógico, se está dando una publicidad que no tiene precio, a
un selecto ramillete de especialistas que afinan napias,
inyectan certeramente ácido hilaurónico, juegan con la
toxina botulínica, rellenan tetas fláccidas, succionan kilos
de grasas, dibujan sonrisas de cine operando de antemano las
encías y, tras un largo calvario de dos meses, devuelven al
adefesio convertido, o casi, en cisne y “de gratis”.
Natural, todas las marujas y todos los curritos de España
suspiramos por conseguir crédito, refinanciación de la
hipoteca, préstamo o suerte en el cuponazo para dirigirnos
veloces a esos magos del bisturí “Para la hermosura hay que
sufrir recochura” decían las abuelas de la posguerra
amarrando con fuerza el bigudí. Pues nos recochuraremos
gustosos si es regalado. Los médicos bufan. Y bufan mal.
Porque, si consideran que es un espectáculo lamentable el
que, unas lechuzas ajadas salgan vomitando complejos y
miserias ante las cámaras, que se pongan corporativistas y
exijan al Gobierno que, la estética, sea cubierta por la
Seguridad Social. Porque ¿Para que nos vamos a engañar? En
el sistema público solo prestan atención a la apariencia en
caso de que, el maricón de la casa para siameses, nazca una
niña sirena o a un bebé unicornio, los feos desdichados y
acomplejados se la refanfinflan al sistema. Hasta el punto
de que, en mi juventud, cometían la increíble crueldad de
aupar al hit parade, sin censura de ningún tipo, un bodrio
musical y pachanguero llamado “Que se mueran los feos” y
encima el vocalista maullaba, el muy cabrón “Y no quede
ninguno, ninguno, en el mundo entero”. Hoy en día, los
profesionales de la buena conciencia y de los chicles contra
el mal aliento llamarían al cantante “Feófobo” y le
denunciarían por incitación a la violencia contra los poco
agraciados, intolerante, xenófobo y discriminatorio. Bueno,
en mi época nadie lapidó al vocalista y es que, se era menos
“nenaza” que ahora, en plena vorágine del amaneramiento y la
moralina pringosa.
¿Qué si yo iría al programa? No. Me da igual mi
insignificancia, porque, como fémina siempre me han
considerado feúcha pero tuve, en mis tiempos, cierto
predicamento entre los mandriles rijosos. No iría pero me
ilusiono con la ilusión de los concursantes y me amargo
pensando en que, si los Gobernantes miraran por la felicidad
del pueblo soberano, existirían multitud de avances,
inventos, tratamientos e innovaciones en materia de estética
que estarían, no tan solo al alcance de las mujeres de los
poderosos o de los propios poderosos, sino de cualquier
pepito o pepita sin recursos, pero con todo el derecho del
mundo a ser feliz con su físico y sentirse bien. Los médicos
me parecen envidiosos. Y los Gobernantes, directamente, no
nos quieren.
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